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Los peligros de una fuga de cloro en la piscina

El cloro puede resecar el pelo, la piel y dañar los dientes.
Tatiana S./ Pixabay

Llega el verano y con él, para muchos, la temporada de piscina. Y aunque en la mayoría de los casos se trata de una manera saludable de escapar del calor, no hay que perder de vista que no está exenta de riesgos.

Por ejemplo, todos los veranos se registran casos de ahogamientos en piscinas, por lo que nunca esta de mar tomar algunas precauciones básicas en este sentido. Sin embargo, menos comúnmente, pueden tener lugar otra clase de accidentes.

Un gas tóxico que se ha empleado como arma

Este ha sido el caso de quince menores con edades entre los 12 y los 14 años que han tenido que ser atendidos por una intoxicación por cloro en Almudévar (Huesca), tal y como recoge el diario Heraldo de Aragón. Al parecer, en el lugar de los hechos se produjo una fuga de cloro al poner en marcha las bombas de la piscina.

El incidente ejemplifica los riesgos de este producto, empleado habitualmente en las piscinas y también como medio de desinfección en muchos tipos de industrias (es en este último entorno, de hecho, en el que se dan la mayoría de las intoxicaciones).

El cloro es un elemento químico que, en condiciones normales, tiende a formar moléculas de dos átomos llamadas dicloro. Cuando se presenta así, toma la forma de un gas tóxico de color amarillo verdoso y de olor desagradable, que ha llegado a ser empleado como arma química en distintos conflictos armados.

Cuando se inhala en grandes concentraciones, provoca una serie de síntomas graves que afectan a varios sistemas del organismo. Por ejemplo, puede ocasionar dificultad para respirar (inhalación), inflamación de la garganta, edema pulmonar, dolor de garganta, dolor abdominal, vómitos, quemaduras cutáneas, hipotensión e irritación en la nariz, los ojos, los oídos, los labios, la lengua, o el tubo digestivo.

También, las personas que sufren intoxicación por este gas pueden presentar dilatación o contracción de las pupilas, taquicardia, aumento o disminución de la frecuencia respiratoria, babeo, sequedad de la boca, somnolencia, hiperactividad, confusión y problemas para articular el lenguaje. En casos extremos, la intoxicación por cloro puede llegar a resultar mortal.

Los riesgos de una exposición prolongada

Afortunadamente, las fugas de cloro, que se producen normalmente por fallos en el mantenimiento de los sistemas de cloración automática (en los que las tradicionales pastillas o el cloro en polvo reaccionan con la humedad, se convierten en gas y se acumulan en algún punto del sistema para luego ser liberados en una fuga) son poco frecuentes. No obstante, debemos tener en cuenta que la exposición prolongada a niveles bajos de cloro, que de forma ocasional son inofensivos, también puede terminar por causar problemas de salud.

De hecho, este es un problema de salud que afecta relativamente a menudo a trabajadores de piscinas y polideportivos e incluso a algunos nadadores asiduos.

Así, se sabe que la exposición continuada a niveles bajos de cloro ambiental puede provocar irritación crónica de las vías respiratorias, lo que a su vez aumenta el riesgo de padecer asma, bronquitis crónica, sibilancias o rinitis alérgica.

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