Familia

Nacimientos lotus, partos en el agua… Los pediatras alertan sobre los riesgos de estas prácticas

Imagen de un parto.
UNSPLASH

Cada vez más los futuros padres se interesan por lo que conocen como prácticas alternativas del nacimiento, una respuesta más ‘natural’ a lo que muchos consideran unos partos demasiado medicalizados. Debido al creciente interés por ellas y al aumento de consultas al respecto en las consultas de pediatría y obstetricia, la revista Pediatrics, publicación validada por la Academia Americana de Pediatría, decidió hacer y publicar un extenso informe para analizar los riesgos y beneficios de algunas de estas prácticas. 

La conclusión es que algunas de estas prácticas, como los partos en el agua, los nacimientos lotus o consumo de la placenta… conllevan una serie de riesgos -y no muchos beneficios- que los futuros padres deberán tener en cuenta a la hora de decidir, qué tipo de parto quieren. En cualquier caso, recomiendan a los padres que consulten a sus médicos antes de llevar a cabo cualquiera de ellas.

Partos en el agua

Los partos en el agua -dar a luz con la madre inmersa en una bañera o piscina de agua tibia- se llevan a cabo por dos motivos: para que la transición del bebé del útero de la madre al exterior sea más gradual y para reducir el estrés de la madre. Aunque mucha gente decide llevarlos a cabo en casa, cada vez más hospitales disponen de entornos de este tipo para que las madres que lo decidan puedan a dar a luz en el agua. En este informe, después de evaluar varios ensayos clínicos y un metaanálisis, concluyó que “se ha demostrado que la inmersión durante la primera etapa del trabajo de parto reduce el uso de anestesia, pero no tuvo impacto en el tipo de parto”, es decir, que no redujo el número de cesáreas. 

Además, advierten de que en la segunda no solo la inmersión en agua no mostró ningún beneficio, sino que puede conllevar, aunque se hayan dado pocos casos, algunas complicaciones graves, como “hipotermia, ahogamiento o casi ahogamiento, dificultad respiratoria e infecciones por la exposición a organismos transmitidos por el agua”. Por este motivo, se recomienda que, de elegir esta práctica, se “desarrollen procedimientos para limpiar las tinas, para monitorear de manera segura a las madres y los fetos durante el trabajo de parto”.

Siembra vaginal

Los bebés nacidos por cesárea, al no pasar por el canal del parto, no están en contacto con las bacterias que habitan la flora vaginal de la madre. Esto puede empobrecer, al menos en los primeros meses de vida, la microbiota del bebé, lo que podría afectarle a largo plazo y aumentar el riesgo de obesidad o alergias. Algunos estudios han sugerido que limpiar a los bebés nacidos por cesárea con el líquido de la vagina, lo que se conoce como ‘siembra vaginal’, podría compensar esas carencias, lo que ha hecho que la demanda de esta práctica se dispare entre los partos por cesárea. 

A este respecto, en el informe de Pediatric se dice que hay otros métodos para repoblar la microbiota del bebé, como la lactancia materna, y que no hay evidencias de que, a largo, plazo, nacer por cesárea influya tanto. De lo que sí hay más evidencias es de que la siembra vaginal facilita la transmisión de patógenos que normalmente se adquieren por transmisión vertical, como el Streptococcus del grupo B, el virus del herpes, la sífilis o el VIH, por eso no recomienda esta práctica fuera de un entorno de investigación. En caso de que se llevara a cabo esta práctica, habría observar atentamente la salud del neonato durante los días siguientes.

Partos lotus

Los partos lotus son aquellos en los que no se corta el cordón umbilical nada más nacer el niño, sino que se deja que el niño esté en contacto con el cordón y la placenta hasta que estos se desprenden por sí mismos, a los pocos días. Los que defienden esta práctica aseguran que la transición para el bebé es más gradual y que aprovecha todos los nutrientes y células madre de la placenta durante más tiempo. 

De momento, no hay ningún estudio que haya probado los beneficios de esta práctica, pero sí se han evaluado los riesgos que, según este informe, son muchos, pues “una vez que se expulsa la placenta, hay ausencia de circulación y, por lo tanto, los tejidos se vuelven necróticos. El tejido necrótico es una fuente de nutrientes para las bacterias colonizadoras”. De hecho, se han detectado varios casos de sepsis en bebés debido a esta práctica, “los informes de casos han atribuido infecciones (sepsis de aparición temprana) a la retención del cordón umbilical”. Por este motivo, recomiendan que “cualquier placenta y cordón umbilical adheridos al niño afectado deben retirarse de inmediato (particularmente si hay evidencia de tejido necrótico)”.

Consumo de placenta

Comerse la placenta también es una práctica residual, pero creciente que consiste en ingerir este órgano por parte de la madre, ya sea crudo, cocinado o en porciones (se puede preparar en píldoras o cápsulas) porque, supuestamente, reduce la depresión postparto, aumenta la producción de leche materna y reduce la anemia. Además, de que no se han llevado a cabo estudio que demuestren estos beneficios, puede conllevar riesgos por los mismos motivos que el parto lotus, porque este órgano puede contaminarse con bacterias. 

Para evitarlo, se cocina o se deshidrata, pero, según este artículo, estos métodos no son válidos “para la erradicación del GBS, el VIH, el VHB o el virus de la hepatitis C, dado que estos no son patógenos transmitidos por los alimentos”. De hecho, se han dado casos de niños afectados por sepsis neonatal debido al consumo de placenta en cápsulas por parte de sus madres.

Retrasar la vacuna contra la hepatitis B

La vacuna la hepatitis B es la primera que recibe el bebé, y lo hace a las pocas horas de nacer. Esto se hace para evitar que el bebé se infecte, pues se contagia se transmite perinatalmente de padres biológicos. Estar en contacto con este virus de manera prematura puede suponer problemas muy graves de salud a largo plazo, como infecciones crónicas o cáncer. Poner la vacuna nada más nacer aumenta el porcentaje de niños que tienen la pauta completa y que, por tanto, está protegidos frente a la enfermedad, pero está en auge la práctica de esperar a las siguientes semanas de vida para ponerla primera dosis. 

Según el informe de Pediatrics, esto pone en un grave riesgo a los bebés y llega a considerar incluso la intervención estatal en el caso de los padres se nieguen a administrar esta vacuna de manera temprana, especialmente en ellos casos en que no se sabe si los padres han estado en contacto con el virus de la hepatitis B o sean positivos.

Aplazar el primer baño

La práctica de aplazar el primer baño, algo que ya se hace con asiduidad, sí cuenta con el beneplácito de los autores del informe de Pediatrics, que recuerdan que la OMS sugiere que el primer baño se aplace 24 horas y, si no es posible, al menos seis desde el nacimiento. Entre los beneficios de retrasar el baño destacan, sobre todo, el aumento de las tasas de éxito de la lactancia materna al no separar al recién nacido de la madre nada más nacer, así como “la preservación del microbioma cutáneo neonatal inicial, y que la presencia de vérnix confiere protección contra patógenos neonatales”.

Solo en caso de que los fluidos del canal del parto puedan contener patógenos transmitidos por la sangre, incluidos el VIH, el VHB, el virus de la hepatitis C, el VHS y la sífilis se recomienda bañarlo nada más nacer. Aun así, recuerda que “se necesita investigación adicional sobre el impacto del retraso en el baño en el microbioma del recién nacido, así como cualquier influencia en las tasas de sepsis neonatal”.

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