Medicina

El peligro de los residuos médicos: la historia del accidente radiológico que acabó con la vida de cinco personas

Personal sanitario trata a los afectados por el accidente nuclear de Goiânia.
Comisión Nacional de la Energía Nuclear de Brasil

Los residuos médicos reciben un tratamiento muy diferente al de los que generamos en el ámbito doméstico, y por una buena razón. Muchos de ellos implican riesgos importantes para la salud humana, y existen ejemplos en la historia de lo que puede pasar cuando no se es lo suficientemente cuidadoso con ellos.

Esto es exactamente lo que paso en Goiânia (Brasil) en 1987. Lo que comenzó como una simple negligencia, acabó costando la vida a cinco personas e hiriendo a casi 250, y constituye una importante lección para el resto del mundo y de la historia, para siempre recogida en un informe elaborado por el Organismo Internacional de Energía Atómica.

Recogiendo chatarra

En una tranquila mañana, el 13 septiembre de 1987, Wagner Pereira y Roberto Alves tomaron una carretilla y enfilaron hacia una antigua clínica privada de su localidad (Goiânia) que llevaba dos años abandonada. Nada parecía augurar que el día fuera especial: los dos hombres se ganaban la vida recogiendo y vendiendo chatarra, por lo que aquella excursión no difería demasiado de sus actividades habituales.

Su esfuerzo tuvo recompensa. Pese al paso de personas sin hogar, okupas y, probablemente, otros chatarreros, en la clínica aún quedaban viejas máquinas metálicas que podrían llevarse y desarmar, así que cargaron cuanto pudieron en la carretilla y regresaron a casa de Alves.

De vuelta en casa de Alves, se pudieron manos a la obra y comenzaron a desmontar un aparato cuya función no comprendían, pero eso les importaba poco. Una vez que hubieron destripado la máquina, vendieron las piezas a la chatarrería local, regentada por un tipo llamado Devair Ferreira.

Al cabo de poco tiempo, tanto Alves como Pereira comenzaron a sentir fuertes náuseas, pero asumieron que se debía a algo que habían comido en mal estado.

El resplandor azul de la muerte

Tres días más tarde, Ferreira observó algo extraño en el garaje de su chatarrería. De una abertura en una de las piezas que había comprado recientemente a dos chatarreros emanaba un extraño y hermoso resplandor azul. 

El hombre quedó fascinado por la belleza de ese brillo, así que decidió llevárselo a su casa. Hipnotizado como estaba, se lo mostró a familiares, amigos, vecinos y, en general a todo el que pudo.

Finalmente, entre Ferreira y un amigo consiguieron abrir el extraño artefacto y extraer el material brillante, unos pequeños cristales que se deshacían en un fino polvo igualmente resplandeciente al tocarlos.

Siendo Ferreira una persona generosa, no dudó en regalar fragmentos a varios familiares. Algunos, incluyendo su hermano y su propia hija de seis años, se pintaron la piel con el polvo; y el mismo Ferreira trató de hacer un anillo para su mujer con la brillante sustancia.

Una rara enfermedad

Pronto, algo extraño comenzó a suceder. Muchos de los que habían visto el polvo luminoso empezaron a experimentar un extraño mal, caracterizado por náuseas, diarrea, vómitos y fiebre alta. A algunos de ellos comenzó incluso a caérseles el cabello. Al menos 12 personas tuvieron que ser hospitalizadas; en aquel momento, también habían sido ingresados Wagner Pereira y Roberto Alves.

María Gabriela, la mujer de Ferreira, fue la primera en sospechar de la misteriosa sustancia, ya que el inexplicable brote había comenzado poco después de que su marido hubiera llevado aquella pieza de chatarra a su casa. Así pues, la metió en una bolsa de plástico, se montó en un abarrotado autobús público, y la llevó a una oficina pública de salud.

Los empleados, aunque desconocían de qué se trataba aquello, sospecharon que podía ser peligroso, así que decidieron guardar el objeto entregado por María Gabriela alejado del contacto con las personas.

Las autoridades de Goiânia destruyen casas, calles y objetos como parte de los esfuerzos de descontaminación.
Comisión Nacional de la Energía Nuclear de Brasil

Descubriendo la verdad

Pasadas dos semanas de la llegada del objeto a casa de Ferreira, los médicos que atendían al singular grupo de pacientes empezaron a sospechar que podía tratarse de un caso de síndrome de radiación aguda. Preocupados ante esta perspectiva interrogaron a los enfermos, y fueron informados sobre el polvo y su hipnótico brillo azul.

Temiendo lo peor, se pidió a un físico que examinara el material. Usando un contador Geiger (usado para medir la radiación), el científico confirmó las sospechas de los sanitarios: al acercarse al polvo azul, el nivel de radiación era tan alto que inicialmente pensó que el medidor estaba roto.

La noticia causó pánico a las autoridades. Se dispuso un estadio de fútbol como hospital de campaña, y se llevó allí a todo el que podía haber tenido el más mínimo contacto con el material radiactivo (se trataba de cesio 137, y el brillo era debido a un fenómeno conocido como radiación de Cherenkov): familiares y amigos de los implicados, pasajeros del autobús en el que María Gabriela había montado, funcionarios, pacientes del hospital en el que estaban los afectados...

Hasta 110.000 personas fueron examinadas, y aquellos en los que se detectó radiación (249 personas) tuvieron que ser aislados y sometidos a estrictos protocolos de descontaminación.

De la misma manera, las autoridades derribaron decenas de casas, destruyeron vehículos, electrodomésticos, muebles y toda clase de objetos; en definitiva, se inició un esfuerzo sin precedentes para eliminar o descontaminar todo aquello que pudiera haber sido contaminado por la radiación. En el proceso, se recogieron 6.000 toneladas de deshechos.

María Gabriela y la hija de Ferreira murieron al poco tiempo a causa de la radiación, como también dos empleados de la chatarrería. Devair se quitó la vida algunos años más tarde, a consecuencia de la depresión que le originó el accidente.

Muchos de los afectados, no obstante, sobrevivieron de manera casi milagrosa gracias a los tratamientos de descontaminación, si bien en un buen número de casos con severas secuelas (por ejemplo, Pereira perdió un brazo).

Patio de un edificio contaminado por el material radiactivo.
Comisión Nacional de la Energía Nuclear de Brasil

Buscando responsables

La máquina que los dos inocentes chatarreros habían recogido en la clínica era un aparato de radioterapia, de ahí que contuviese material radiactivo. Una vez que las autoridades hubieron rastreado su origen, comenzó un proceso legal para buscar responsabilidades por lo ocurrido.

Inicialmente, los médicos que habían sido encargados de operar y mantener el aparato cuando la clínica estaba en funcionamiento fueron acusados de homicidio por negligencia, pero fueron finalmente declarados inocentes (aunque tuvieron que sufragar gastos de acondicionamiento de las instalaciones abandonadas). En su lugar, fueron condenados cinco responsables de la clínica.

La Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil, por su parte, tuvo que desembolsar cuantiosas indemnizaciones a las víctimas y garantizar que recibirían el tratamiento médico y psicológico tanto ellos como sus descendientes de segunda y tercera generación.

En ningún momento se culpó a los chatarreros ni a ninguno de los demás afectados por el accidente, que pasó a la historia como el peor accidente radiactivo ocurrido fuera de una instalación nuclear.

Redactor de Salud '20minutos'

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual, trabajo como redactor de Salud dentro del equipo de Desarrollo de Audiencias para 20minutos. Comencé mi andadura en el periodismo haciendo prácticas y una beca en la sección de Última Hora de este medio, y tras graduarme en 2020 pasé por la sección de Cierre de la Edición en Papel. Además, tengo experiencia profesional como diseñador gráfico y web y como editor de vídeo. Mi gran pasión es la música, pero también me interesan áreas tan diversas como la literatura y las artes, las ciencias o la política, y soy un gran amante de los animales.

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