Un dron casero hecho por piezas alcanza los 380 km/h y se convierte en el más rápido del mundo

La máxima velocidad a la que un dron había conseguido volar hasta hace poco había sido de 260 km/h, en el certamen Drone Racing League de 2017. Una de las razones por las que hasta ahora no se había superado ese récord era que alcanzar dichas velocidades ejercían una gran presión en los motores eléctricos y las baterías de estos vehículos, que puede terminar en pequeñas bolas de fuego descendiendo rápidamente sin control. Sin embargo, un nuevo cuadricóptero por fin ha desbancado, casi 6 años después, al dron del concurso de carreras de drones.

Dados los problemas que puede haber cuando un dron se mueve a tantos kilómetros por hora, en Estados Unidos hay una velocidad máxima límite permitida de 160 km/. Para que la Administración Federal de Aviación (FAA) permita a los fabricantes probar mayores velocidades, explican que deben solicitar una exención demostrando que "la operación propuesta se puede realizar de manera segura". Por ese motivo, el dron que ha batido el récord ha tenido que hacerlo en el desierto de Arizona.

Para lograr el hito, el ingeniero Ryan Lademann utilizó su XLR V3, al que equipó con un chasis personalizado con motores eléctricos y otra ingeniería de consumo, como baterías, una cámara de transmisión en directo y hélices. El vehículo aéreo no tripulado pesa unos 490 gramos, es decir, la mitad que el dron del anterior récord, una ventaja que le ayudó a superarlo.

La cifra registrada como Récord Guinness es de 360 km/h, pero el XLR V3 llegó a volar a 380 km/h. El motivo por el que oficialmente no se reconoce la velocidad máxima es que, según las reglas de Guinness World Records, para que consideren esos datos como válidos, el dron tiene que moverse a esa rapidez en dos carreras voladas de un lado a otro en direcciones opuestas y la velocidad que se toma como válida es la media general.

A pesar de cumplir con el récord, la batería del XLR V3 duraba muy poco y los vuelos han sido de apenas 100 metros. Esto se debe a que, además de recorrer la distancia, el dron tenía que utilizar su energía para aterrizar sin caerse a mitad.

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