Basta de agresiones a periodistas en Cataluña

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
La periodista Ángela García Romero, atacada durante la Diada 2019.
La periodista Ángela García Romero, atacada durante la Diada 2019.
RTVE
La periodista Ángela García Romero, atacada durante la Diada 2019.

Ángela García Romero, así se llama la periodista de TVE insultada y agredida en la Diada 2019 por estar haciendo su trabajo: informar. Mientras retransmitía desde las inmediaciones del Parlament de Cataluña, en donde estaban concentrados los CDR, le lanzaron una piedra, agua sobre la cámara y tiraron el trípode al suelo.

Diana Mata, de Antena 3, y su operador de cámara también fueron increpados al hacer una conexión en directo; un grupo de manifestantes, de esos valientes que van con la cara tapada, boicotearon su trabajo gritando "puta España". Resalto los nombres de las periodistas porque los de los agresores, verdaderos protagonistas de la noticia, no los tenemos y tampoco parece que las autoridades catalanas tengan prisa en conseguirlos.

Desde el inicio del conflicto independentista, el acoso y la persecución a los periodistas que trabajan en Cataluña se ha convertido en un problema de seguridad. A los que se ponen a pegar saltos delante de las cámaras les ha llegado la cantinela de que los medios que no cuentan con la simpatía del Govern están ahí para manipular, cuando la realidad es que la mayoría de los periodistas no siguen más consignas que la de informar. A los que están para otra cosa los conocemos todos y su credibilidad está acorralada, pero la que no debería estarlo es la de los trabajadores de informativos de la pública. Han demostrado su profesionalidad vistiéndose de negro cuando les quieren obligar a recitar cantinelas, tanto los de un lado como los del otro.

Los que les agreden se dejan llevar por consignas generales lanzadas desde los intereses políticos, sin pararse a pensar en que, por encima de todo, los que están informando delante de una cámara son personas. La experiencia del directo para un periodista es de las más difíciles de la profesión. Nadie alejado de ella imagina lo que puede llegar a suponer para alguien, cuyo trabajo consiste en enfrentarse a esa conexión a diario, sufrir un boicot y una agresión. Las secuelas pueden llevar a que sus capacidades mermen y que su puesto de trabajo esté en juego.

El periodismo tiene una función social de exposición de información con datos, como el de que esta Diada ha sido la menos secundada desde 2012, con una evidente falta de sintonía entre los partidos independentistas. Las agresiones suponen un ataque frontal a la libertad de prensa que asegura el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz, un pilar constitucional de la democracia como lo es el de la manifestación.

Los riesgos al ejercer el periodismo son más latentes en países subdesarrollados en los que los políticos tienen un control férreo de las televisiones con las que controlar a la ciudadanía. También es peligroso en lugares en los que hay una falta de protección de la libertad de prensa por parte del propio Estado. Parece que algunos en Cataluña se han empeñado en parecerse a esos países más cercanos al autoritarismo cada vez que hay una Diada o un Consejo de Ministros, fechas en los que nunca faltan las agresiones a periodistas, sobre todo a los que vienen de Madrid, como si la capital fuera sinónimo de gobierno central.

También se acercan al funcionamiento de esos países cuando desde las instituciones no se condenan los ataques violentos a la prensa. Alimentar desde las políticas independentistas la confrontación partidista solo aumenta el peligro para los profesionales de los medios. No puede ser que las protestas solo vengan desde las asociaciones, colegios de medios o profesionales de la prensa a través de las redes sociales. Los políticos que no dejan de condenar la violencia del 1 de octubre deben pronunciarse ante las agresiones a los medios. Frente a la agresión al periodismo se responde siempre con más periodismo. Uno en el que los nombres de los protagonistas de la noticia nunca son los de los periodistas.

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