Cansados de debates

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
Imagen de los atriles que ocuparán los candidatos del debate electoral de este lunes.
Imagen de los atriles que ocuparán los candidatos del debate electoral de este lunes.
EFE
Imagen de los atriles que ocuparán los candidatos del debate electoral de este lunes.

Llegó el día del debate, el primero y el último de estos comicios con los líderes de los cinco principales partidos de pie tras los atriles. La Academia de Televisión los va a reunir en el Palacio de Cristal de la Casa de Campo, aunque vamos a poder verlo en directo por todas las cadenas menos las de Mediaset, que sin exclusiva no ha visto el negocio. Al frente, Ana Blanco y Vicente Valles que, a pesar de que a los candidatos les sonaba bien que presentasen y poco más, podrán intervenir y preguntar. Más que nada, por eso de que sin periodismo no hay democracia; sobre todo, del crítico.

Según la escaleta, el guion arranca con una intervención de cada candidato de un minuto, cinco bloques temáticos, de veinticinco minutos cada uno, y sesenta segundos de oro finales. Tiene pinta de que, como siempre, habrá exposición de programas seguidos de ataques y contrataques difíciles de rebatir en directo, también como siempre. La mayoría de lo que digan nos sonará porque estamos ya hartos de debates, aunque esta vez vamos a tener algo nuevo: el líder de un partido de ultraderecha.

A Abascal le toca inaugurar desde el atril del medio el bloque de política internacional. Da un poco igual lo que le hubiera tocado porque sí o sí se lo iba a llevar a sus mensajes xenófobos, machistas y “nostálgicos” de siempre que buscan alboroto y titulares. La fórmula le funciona porque los sondeos le sitúan cerca del tercer puesto político del país. Es entre alarmante y triste que bajo el lema “España ha despertado” se promulguen políticas populistas de ultraderecha que se acercan peligrosamente a las de los cuarenta años en los que el país estuvo dormido a la fuerza. ¿De veras la sociedad aún no ha aprendido que obtener privilegios a costa de recortar las libertades de otros nos encierra a todos?

A la derecha del líder de Vox va a estar Pablo Iglesias, que abrirá el bloque de economía. Está más que demostrado que los números no son lo suyo, y menos los de los sondeos; le auguran una bajada de diez escaños (a cambio, suben la CUP, el partido radical catalán, y Más País). Llegado este punto, de Iglesias lo único que se puede esperar es que no hable en femenino, por mucho que su partido ahora se llame Unidas Podemos. Como si en estos comicios se pudiera elegir algo que no fuera un hombre en torno a los cuarenta, blanco, heterosexual y CIS.

Al otro lado de Iglesias se sitúa Rivera, al que le toca el bloque de políticas sociales e igualdad (no se puede decir que hayan tenido mucha suerte en el sorteo ninguno, la verdad). En principio, vendrá sin su perro Lucas, aunque a saber porque, tropecientos debates después, empieza a sonar acertado eso de que Albert ha perdido el rumbo. Mira que lo tenía fácil... ¡Solo debía ser un partido de derechas joven y moderno! Supongo que lo de ir con el liberal por delante da algo de reparo. De lo contrario, no se entiende que haya jugado tanto a la carta de la ambigüedad (y sique con ella, que puede ser la llave de un lado y otro), tanto que igual pasa de 57 a 14 diputados.

El gran beneficiario, Pablo Casado, va a estar en el extremo izquierdo del plató. Sube de 66 a 91 escaños gracias a las albricias del tema que inaugurará, calidad democrática, de la que seguro que hace alarde alejándose del pasado de su partido. Y es que han pasado tantas cosas que ya nadie se acuerda de que el PP desfalcó hasta el infinito y más allá. También parece que fue hace eones cuando Casado se volvió tan radical como Abascal, pero la realidad es que fue hace solo unos meses...

Al lado de Casado va a estar Sánchez, al que le toca inaugurar las preguntas favoritas de los independentistas: la cohesión de España. El presidente en funciones ya sabe que esa no puede ser a costa de otorgar privilegios, aunque siempre es difícil hacer pronósticos con sus mensajes. Lo que tiene pinta que llevará encima la seguridad de las encuestas que le señalan como ganador. El dice que porque tiene un manual de resistencia, pero a veces parece que lo suyo es más llegar por carambola...

No sé si es por el hastío por la parálisis nacional en la que nos tiene la política, pero cada vez se hace más difícil encontrar puntos a favor de los candidatos. El caso es que sí que los tienen, aunque nada apunta a que alguno de ellos vaya a ser capaz de responder durante los 125 minutos de debate a la verdadera pregunta: ¿cómo vamos a salir del bloqueo político? Las encuestas dicen que ni los bloques de la derecha ni los de la izquierda van a alcanzar los 176 diputados que marcan la mayoría absoluta.

Por mucho que tengamos unos líderes a los que les cueste entenderlo, lo que también dicen las encuestas es que, para lo bueno y para lo malo, ahora somos un país más plural. Esta cadena infinita de elecciones no es la consecuencia de que los españoles “votemos mal”, sino la de que los partidos no entienden que las combinaciones para gobernar ya no pueden ser las de siempre. Si no hay cambios de líderes, tendrá que haber brazos a torcer hasta que se acaben las peleas por los sillones. Queremos ver menos debates y más sesiones de Gobierno en las que se aportan soluciones.

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