Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El concurso más difícil ha vuelto: pros y contras del retorno de 'Cifras y Letras'

Cómo hemos cambiado: el regreso de un concurso cultural instalado en el recuerdo de varias generaciones.
Cifras y Letras ha vuelto a La 2 con Aitor Albizua
Cifras y Letras ha vuelto a La 2 con Aitor Albizua
RTVE
Cifras y Letras ha vuelto a La 2 con Aitor Albizua

Hace años se planteó un regreso de Cifras y Letras. Pero un directivo de televisión pensó que debería volver sin operaciones matemáticas, pues dicen que los cálculos matemáticos espantan a la audiencia. Entonces, no tenía mucho sentido recuperar un programa que su nombre es Cifras y Letras. A no ser que lo llamaran Letras sin cifras. Ha pasado mucho de aquella loca contradicción y, ahora, ha vuelto sin demasiados prejuicios aquel juego que conocimos con la pasión de Elisenda Roca en los años noventa. Lo ha hecho en su canal original, La 2, y a las 9.30 de la noche. Un horario en donde ya triunfaron concursos en la segunda cadena. ¿Recuerdan Lingo? Sí, con Ramoncín. Cuando menos nos lo esperemos también vuelve.

TVE tira de la infalible nostalgia para lograr otro eje vertebrador de la parrilla de la segunda cadena con el género televisivo del concurso que tan bien encaja la cultura desde el entretenimiento. Si el gran éxito de La 2 es Saber y Ganar con Jordi Hurtado en la sobremesa, Cifras y Letras puede ordenar la programación a la hora de cenar creando otra cita diaria reconocible en la noche. El formato cuenta, además, con el valor de que su dinámica es la antítesis de lo que emiten en esa franja el resto de canales llenos de jolgorio para retener la atención del espectador. En cambio, Cifras y Letras requiere el silencio como aliado. Un silencio que ya no estamos acostumbrados ni siquiera en los espacios culturales.

Pero, al final, en Cifras y Letras los concursantes tienen que acercarse a cifras a través de operaciones matemáticas o crear palabras con un batiburrillo de letras.  Y para ello requieren máxima concentración. El presentador no puede incordiar con palabrería mientras están pensando. Lo que provoca que, a priori, sea un concurso menos comercial que otros espacios en los que es muy fácil jugar en voz alta desde casa. Para paliar los vacíos del temeroso silencio, el Cifras y Letras clásico que conocimos hace 33 años con Elisenda Roca creó una puesta en escena muy artística. Aunque en plató estuvieran mudos durante minutos y minutos como en un examen en el colegio, el espectador se quedaba engatusado frente a la pantalla con una hipnótica estética sensitiva que favorecía la imaginación de grandes... y pequeños.

El programa no usaba cronómetros al uso. El tiempo se medía a través de figuras fantasiosas que se iban creando y completando en pantalla hasta remarcar que los segundos se habían consumido. También había público en el luminoso y colorista estudio, todos los asistentes con su carpeta llena de folios en los que realizar las cuentas. Así la realización podía dar más diversidad de imágenes mostrando planos de reacción de tanto personal, aplicado, atinando cálculos.

En el centro del decorado, el estudio era presidido por una pizarra con unos marcadores en su parte superior que iban sorteando de manera analógica los números para las cuentas matemáticas. Y, al lado, un atril donde los participantes elegían las piezas que escondían las letras para atinar palabras. Estos tótems físicos teatralizados potenciaban la liturgia del juego, como máquinas de azar contra las que debían pelear los concursantes. Elisenda como crupier repartiendo juego.

Pero los tiempos cambian. Y, en la actualidad, la técnica arrasa con lo artesanal. Cifras y Letras busca una mayor fluidez (y ahorro) sobreimpresionando digitalmente en pantalla las palabras y los números, al igual que el resto de los concursos. De hecho, su escenografía recuerda a una nave espacial a tono con la tendencia de utilitarios decorados de hoy, de leds y pantallas, que han dejado atrás la obsesión de la tele de antaño de diseñar universos propios para cada programa. Los concursantes de 2024 tampoco tienen papel y lápiz, claro, hoy juegan con unas tablets. Pero, eso sí, sin calculadoras.

La mecánica del juego también ha evolucionado como es lógico. Y con acierto se ha añadido una prueba rápida final para dar un objetivo épico al desenlace de cada emisión. Como sucede con El Rosco en Pasapalabra, vamos. 

Los programas deben ir con la emoción en crescendo. Aunque la fuerza de Cifras y Letras sigue intacta y está en poner a pensar a una inmensa minoría de público dispuesto a ello. Incluso descubriéndonos términos que creíamos que no existían o están en desuso. El formato mantiene esa esencia con un Aitor Albizua a los mandos, a pesar de la rareza de no poder hablar tanto como en otros concursos. O molestará. Porque en la televisión actual parece que si un presentador no verbaliza cosas todo el rato no está haciendo bien su trabajo. Pero, en realidad, los buenos presentadores para guiar no necesitan abusar ni de cifras ni de letras. Valgan las redundancias.

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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