![VALENCIA, 23/02/2024.- Los bomberos continúan trabajando este viernes tras el fulminante y devastador incendio en un edificio de viviendas de catorce plantas en València, que se ha propagado a otro anexo, y ha causado cuatro muertos y se busca a otras diecinueve personas que están desaparecidas y a quienes sus familiares no han logrado localizar desde que comenzó el fuego. EFE/Biel Aliño](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2024/02/23/cuatro-muertos-y-19-desaparecidos-en-el-incendio-de-dos-edificios-de-viviendas-en-valencia-7.jpeg)
El periodismo es regresar. En cambio, solemos concluir la información cuando sólo es el principio. El estado de emergencia en el que estamos sumidos en los medios de información y en su ventana a través de las redes sociales ha convertido al ciudadano en mero consumidor.
La caza al vuelo del clic viral por la necesidad de una audiencia inmediata ha priorizado vender a entender. Hasta los titulares se han ido transformando en cebos. El anzuelo para favorecer el pinchazo en la crónica es más relevante que aquello que ha ocurrido. O, de lo contrario, da la sensación de que nadie entra a leer el artículo en cuestión.
Lo que impacta ha adelantado a lo profundo. Lo vimos con el incendio del edificio residencial de Valencia. La poderosa imagen que emitían las televisiones en directo paralizó el país. Las viviendas se consumían a toda velocidad. Incluso asistimos en tiempo real al rescate de dos vecinos. Asistimos a la tragedia como si fuera una película de acción. ¿Qué ha pasado con aquellas familias tres meses después? Sin la morbosa épica en modo "cuenta atrás", ya no importa tanto. Hasta se considera un tema "viejo". Ya pasó. Ya da más "igual".
Lo último no puede ser siempre lo primero. No lo es siempre, de hecho. Pero el todopoderoso algoritmo de Google prioriza lo nuevo a lo esencial. La prisa gana. Con todos los peligros que conlleva, pues el seguimiento de las historias es la base del periodismo. La información es el ejercicio de recordar, volver y reemprender.
Para ello, hay que invertir en tiempo para el reporterismo que pisa el terreno, brega las fuentes y entrevista a los grandes protagonistas que no siempre son las llamadas "grandes personalidades". Hay que dar tiempo al periodismo que no abandona la noticia cuando pasan las horas.
Pero falta tiempo para el tiempo, sobra miedo a llegar tarde. Y, al final, aterrizamos demasiado pronto. Vivimos en un estado de premura constante que primero grita y, después, olvida. Está bien rugir si toca, aunque la información, con todas las emociones de la vida, debería nutrirse de todo lo contrario a las agitaciones de la inmediatez. Debería primero pensar y, después, comprender. Qué cosas pedimos a veces.
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