Borja Terán Periodista
OPINIÓN

​Atrapados en WhatsApp: la sociedad hiperpendiente, la sociedad agotada

  • Empieza a ser demasiado común escuchar: "me siento agotado". Mentalmente no descansamos.
  • Los gajes de cuando recibes un mensaje por WhatsApp de tu jefe a las 11 de la noche.
  • ​La edad de oro de los cuentistas.
El nuevo requisito de WhatsApp que deberás aceptar para seguir usando la app a partir del 11 de abril
Un mensajito de WhatsApp
El nuevo requisito de WhatsApp que deberás aceptar para seguir usando la app a partir del 11 de abril

Las aplicaciones de mensajería móvil como WhatsApp han facilitado la comunicación personal y, también, la profesional. Ya no hace falta la liturgia de llamar y esperar a que te descuelgue el teléfono la persona que buscas. Sólo basta con un mensaje o un audio, del que se puede saber hasta cuándo se lee. Incluso cuándo y cuánto esa persona está "en línea".

Esta maravillosa sencillez a la hora de encontrarnos tiene una contraindicación colateral: a veces, cuesta diferenciar qué es profesional y qué es personal. Estamos hiperconectados, y eso conlleva una cada vez mayor dificultad de desligarnos de los entornos laborales. Situación que favorece un cansancio mental: estamos atentos a nuestro oficio hasta cuando estamos disfrutando de nuestro valioso tiempo libre, que debería ser la celebración de la ruptura con la monotonía y sus usanzas.

Pero empieza a ser demasiado común escuchar: "me siento agotado". Quizá ayuda que mentalmente no descansamos. Llevamos nuestras cargas vitales y gremiales en el bolsillo, en el teléfono móvil. Y nos cuesta entender que el tener el guasap de una persona no supone disponer de barra libre para escribirla a cualquier hora si eres compañero de trabajo. Mucho menos si eres jefe. ¿Quién no ha recibido un guasap profesional y, aunque no contestes, sigue insistiendo?

"Un mundo superconectado jamás es un sinónimo de una sociedad bien comunicada".

Dejar el mensaje "en leído" puede ser una opción. Un indirecta, muy directa. A las 11 de la noche no era el momento. A la hora de la siesta de un sábado, tampoco. "Perdona que te moleste", pero te molesto. Las redes sociales nos han habituado a una impaciencia constante. Nos animan a opinar ya mismo de cada cosa que pase, nos insisten en ver ya mismo la temporada de la serie al completo. Resultado: también queremos ya mismito que nos contesten un mensaje de texto. Por irrelevante que sea. Sea la hora que sea, sea el día que sea. 

Todos alguna vez hemos escrito a alguien a una hora que jamás le hubiéramos llamado por teléfono hace años. En cierto sentido, las aplicaciones móviles han desmontado la frontera entre profesionalidad y privacidad. Pero que nuestro aburrimiento no parasite los oxígenos de los espacios personales. Nos falta aprender a entender cuando ni es el momento ni el lugar. Y Whatsapp no siempre es el lugar, Whatsapp es una puerta a la intimidad.

Hallarse exhaustos es normal si hasta cuando se presupone que estamos desconectando deambulamos conectados. La vida sana demanda válvulas de escape a la rutina y, para ello, debemos advertir que un mundo superconectado jamás es un sinónimo de una sociedad bien comunicada. La comunicación requiere sus pausas, sus silencios, sus paciencias, sus complicidades. O, de lo contrario, la comunicación se transforma en un persistente ruido ambiente que primero nos impacta, luego nos consume. Ya somos seres hiperpendientes, en donde asimilamos que perderse unos simples segundos acarrea quedarse atrás. Incluso defraudar expectativas. De otros, claro.

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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