![Varias personas atendiendo a sus móviles en una foto de archivo.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2024/03/27/varias-personas-atendiendo-a-sus-moviles-en-una-foto-de-archivo.jpeg)
Come sano. Bebe mucho agua. Haz deporte. No fumes. Estamos rodeados de consejos que intentan promocionar hábitos saludables. Mensajes didácticos que, cargados de buenas intenciones, buscan ser comprendidos de manera sencilla, clara y rápida. Vivimos en la sociedad del estribillo y hemos interiorizado que los eslóganes cambian el mundo. Aunque sea un poquito.
Pero no, la vida no es una frase de taza. Los mensajes son menos útiles si ni siquiera se plantean las causas de los malos hábitos de vida. La propia palabra "hábito" es sinónimo de la "costumbre" de la que venimos. La pobreza se hereda. Y con ella, la brecha que impide comer sano, tener tiempo y dinero para practicar deporte e incluso contar con herramientas para escapar de la nociva cultura del alcohol y el tabaco.
Las campañas de hábitos saludables también delatan el mundo individualista que hemos construido, en donde la responsabilidades colectivas que gestionan las instituciones públicas se traspasan al ámbito privado de cada persona. A veces, hasta culpabilizando a los ciudadanos de sus propias vulnerabilidades.
A menudo, ese "no saben cuidarse" define la condescendencia de aquellos que han tenido más oportunidades en la vida. Suelen ser los mismos que, desde su privilegio inconsciente, acuñan eslóganes buenistas sin pararse a pensar que para muchas personas comer alimentos procesados ni siquiera sienten que sea su problema, pues es la menor de sus preocupaciones. Bastante tienen con resistir en vidas precarias.
La responsabilidad recae en el individuo. Come responsable, bebe responsable, práctica sexo responsable. Sin embargo, la salud excede a lo individual. También sucede en otros ámbitos de convivencia, con las fake news. Si el presidente del Gobierno se toma cinco días de reflexión, en su discurso de reaparición lanza a la sociedad el debate sobre el dilema de los bulos. ¿No es el presidente? ¿No debería proponer él las medidas? Qué fácil es el camino de creer que la culpa es de los demás.
Chutar la pelota al otro constantemente es un trampantojo que parece que nos hace pensar que somos autosuficientes. Pero, en realidad, todos también somos fruto de nuestras circunstancias. O las instituciones van a los cimientos de las estructuras sociales o la evolución en la calidad de vida de todos irá más lenta. De hecho, hasta puede involucionar.
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