Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'El cuerpo en llamas': por qué Netflix esconde Barcelona

Si sólo imitas lo que crees que esperan de ti, dejarás escapar aquello que te hace singular.
Las fotos de Úrsula Corberó en el rodaje de 'El cuerpo en llamas'
Las fotos de Úrsula Corberó en el rodaje de 'El cuerpo en llamas'
Instagram de Úrsula Corberó | @aralereartesv
Las fotos de Úrsula Corberó en el rodaje de 'El cuerpo en llamas'

'El Cuerpo en Llamas' de Netflix ficciona el crimen de la Guardia Urbana de Barcelona. Sin embargo, apenas se ve Barcelona. La ciudad queda reducida a un fondo anecdótico. Se esconde la idiosincrasia regional con el objetivo de que la ficción sea global. Es un miedo que asoma en las series de las multinacionales del bajo demanda: están interiorizando que el espectador siempre se debe identificar con el lugar, así todas las producciones intentan mostrar ciudades intercambiables y despojadas de sus grandes singularidades para que puedan representar a cualquier capital del mundo. Y que nadie se sienta extraño. Y cuando se subraya algún localismo, como un idioma, se hace desde el tono del adorno, romanticismo u oscurantismo de lo exótico, no desde el enriquecimiento de aprender de culturas y empatías distintas.  No se desprende ninguna esencia social.

De seguir por ese camino, asalta el peligro de encomendarse a las plataformas bajo demanda extranjeras como solución para asentar en nuestro país una industria de ficción más fuerte. Netflix, HBO, Disney o Amazon amplían el mercado y también abren una segunda vida de negocio para las series autóctonas, pero no son la salvación.

Tradicionalmente, y a diferencia de otros países, España ha resistido a la colonización televisiva en ficción. Excepto casos aislados, como la longeva CSI como vieja arma con la que Telecinco rompía audiencias en sus lunes de antaño, las audiencias masivas del público español han elegido con contundencia ficciones 'made in Spain': desde los rudimentarios Estudio 1 de cuando los medios eran escasos y se optaba por teatro retransmitido, pasando por las grandes producciones de los setenta como Curro Jiménez y los dorados años ochenta con Anillos de Oro o Brigada Central antes del punto de inflexión que supuso la llegada de las cadenas privadas, con Farmacia de Guardia y Médico de Familia. Los creadores españoles han demostrado una cultura de ficción aplastante, que incluso se ha ido adaptando a los cambios de producción y consumo en cada década. Pasamos de la televisión de autor de Armiñán, Mercero, Masó o Molina a la televisión en cadena de productoras hábiles a la hora de retratar la idiosincrasia nacional de la cotidianidad desde una ingeniosa universalidad.

La era de Netflix está empujando a que se empequeñezca la identidad y la pluralidad de nuestra ficción mientras sentimos que tenemos más ficción que nunca. Contradicción retorcida, pero es evidente que si casi todas las historias deben pasar por el filtro de lo que se entiende por globalidad, nos estaremos perdiendo todas las historias que hablen de nosotros.

Por eso mismo, es crucial la función de las cadenas tradicionales, que deben apostar más por explorar nuestras particularidades. Lo hace TVE, lo hace Atresmedia, lo hace Movistar Plus. Lo hacen invirtiendo en plataformas bajo demanda flexibles a tono con los nuevos tiempos. Pero Televisión Española debe tener una responsabilidad extra como servicio público que llegue allá donde está la sociedad y otros no llegan, abriéndose al riesgo creativo y dando voz a los autores. No sólo como productora de ficción propia, también como visualizadora de la cultura que se realiza y que muchas veces no vemos a través de programas de entretenimiento inclusivos, aptos para los grandes públicos. Lo sufre también el cine independiente, que no existe si no cuenta con una buena artillería de marketing. Ahí son claves los medios públicos: descubrir. No quedarse sólo en los tópicos de las celebridades ya reconocidas.

TVE es el sostén de nuestra cultura y no puede caer en la trampa de las tendencias imperantes de solo contar con aquellos que tienen muchos followers o emular a medio gas tendencias de éxito de otros. Incluso dejándose fagocitar por empresas privadas bajo demanda. Tampoco toda la ficción española debe obsesionarse con ser llamativa internacionalmente para que interese a Netflix, Amazon o HBO. También se deben seguir produciendo series españolas que sólo aspiren a interesar y entenderse en España, que cuenten historias que nos definan a nosotros. Y que, por tanto, se consuman principalmente aquí. O dejaremos de ser nosotros mismos. Y también dejaremos de interesar fuera. Si sólo imitas lo que crees que esperan de ti, dejarás escapar aquello que te hace singular. 

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento