![Fran Garrigós muestra su medalla de bronce, lograda en judo.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2024/07/29/fran-garrigos-medalla-de-bronce.jpeg)
Los Juegos Olímpicos triunfan en audiencias, aupando a La 1 de TVE a su mejor verano de los últimos tiempos. La cita deportiva, que también emite la plataforma MAX, despierta la sensación de acontecimiento gigante que no debes dejar pasar o te perderás un hecho irrepetible. Y ahí está la relevancia de que se emita en abierto a través de Televisión Española: desde la tele clásica se transmite la percepción de carrusel deportivo en directo en el que siempre están sucediendo cosas. El público se contagia de la emoción de saber que en cualquier momento se van a conseguir medallas y, rápidamente, entrará otro deporte sin interrupciones. No hay que realizar el ejercicio de buscar una u otra competición puntual, basta con encender el canal y directamente dejar fluir la curiosidad del descubrimiento, valor clave de la televisión clásica.
En ese trepidante ir y venir de conexiones, asistimos a competiciones que de otra forma tal vez no veríamos nunca, como el judo, bádminton, remo o la natación sincronizada. Pero ahí estamos, animando a los nuestros con el entusiasmo de los mayores expertos.
Porque los Juegos Olímpicos nos hacen partícipes de la liturgia de la celebración colectiva que, encima, entra por los ojos a través de la belleza física y mental de unos deportistas que representan la constancia de la alta competición entrelazada con la fuerza de la diversidad que construye el mundo. Lo que nos permite encontrarnos diferentes culturas.
Pero, además, este año el interés se ha multiplicado en España con relación a ediciones anteriores porque venimos empoderados por la ilusión compartida de ganar la Eurocopa. Los Juegos Olímpicos son una especie de continuación que olemos muy cerca al ser organizados en París, ciudad que sentimos conocer aunque no hayamos estado nunca.
La mitificación de París en el imaginario social ayuda como primera oportunidad, aunque sobre todo es la luz de la pasión del deporte la que termina uniéndonos frente a la pantalla. Más allá de disciplinas, los Juegos Olímpicos nos conectan con la tensión, épica y sensibilidad de unos deportistas que se están disputando años de trabajo ante nuestra mirada. Empatizamos, intentamos comprender cada uno de sus movimientos aunque no tengamos ni idea de si lo están haciendo bien o mal. La expresividad corporal nos impide parpadear. El gran espectáculo del deporte nos atrapa porque representa una destreza real. No hay truco, no hay tregua a nuestro interés.
En tiempos de entretenimiento de usar y tirar, demasiadas veces sustentado en conflictos forzados inexistentes en las calles, los Juegos Olímpicos nos hacen identificarnos con personas que no son un decorado. Son deportistas que se equivocan como todos pero que se han currado una excelencia al alcance de pocos.
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