Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El éxito de 'El Hormiguero': así Pablo Motos retiene la atención de una audiencia cada vez más distraída

El show de Pablo Motos es una coreografía muy ensayada.
Aitana visita 'El Hormiguero' y estrena nuevo look
 'El Hormiguero' con Pablo Motos y Aitana
Carlos Lopez Alvarez / El Hormiguero
Aitana visita 'El Hormiguero' y estrena nuevo look

'El Hormiguero' baila. Y no sólo en su pegadizo bailecito del inicio con el que se despierta al espectador de la monotonía con la energía de la celebración. Porque, en realidad, todo el show de Antena 3 es una coreografía muy ensayada. Desde el minuto uno hasta la despedida. Ni las hormigas de trapo, Trancas y Barrancas, descansan de ser expresivas (moviéndose mucho) cuando ya ha dicho Pablo Motos 'hasta mañana'.

Tantos años después de su estreno en una tarde de domingo de 2006 en Cuatro, 'El Hormiguero' se ha consolidado como uno de los programas más vistos de la televisión diaria por su capacidad de ser el lugar de promoción de las grandes estrellas de la actualidad y, también, porque siempre ha tenido claro lo que es. Su fórmula puede transmitir el caos de una fiesta. Aunque, sobre todo, es el triunfo de la organización.

La estructura del espacio bebe del infalible género del late night norteamericano que siempre repite una contrastada mecánica. Primero una introducción estelar con mucho aplauso efervescente, después una entrevista con tiempo para descubrir vicisitudes nuevas del invitado y, como apoteosis, una idea loca para dejar un recuerdo único a un espectador que, así, vuelve al día siguiente.

No obstante, El Hormiguero se distingue de los norteamericanos en su pretensión de dejar boquiabierto al invitado. Aquí, la sorpresa es triple: al público conociendo a la celebrity, la celebrity descubriendo el delirio del show y, de nuevo, al propio público viendo cómo vibra la celebrity con las imprevisibilidades del espectáculo de Trancas y Barrancas.

Pero no sólo basta con dejarse fluir durante la entrevista. El centro del programa es una conversación que tiene su margen para que pueda desarrollarse, aunque sin perder de vista otros actores que no siempre se cuidan. Como las músicas, fanfarrias y soniquetes que van remarcando el compás del programa. Sin medias tintas. Hay canciones para cada momento del show: golpes de emoción, guiños de ironía o giros épicos. La banda sonora no baja la guardia, como una película de Steven Spielberg. Y rellena cualquier silencio incómodo. Aunque no tengas la mirada puesta en la tele, el programa es reconocible por su textura sonora que acentúa los estados de ánimo de cada instante de la emisión.

Porque la tele entra también por el oído. Aunque, especialmente, la tele es saber captar la emoción en primer plano. Eso sí, en 'El Hormiguero' apenas existen planos estáticos. Hasta en el apartado de la charla, cuando Motos y su invitado están sentados, la imagen cuenta con una pequeña oscilación para inyectar ese ritmo que, también, es sello identificable de este formato. Un balanceo de las cámaras que encuentra el equilibrio para que ese movimiento de la imagen no estrese, pero sí incentive la fiesta que supone el show. La realización se mueve para captar nuestra curiosidad en la era de tantas armas de despiste masivo en nuestra manos, mientras vemos la tele (WhatsApp, redes sociales...)

La otra arista decisiva en la tele (y que la diferencia de los vídeos que devoramos en el móvil) es la iluminación. Porque la tele es la fantasía de la luz. 'El Hormiguero' es muy luminoso, por los focos que alumbran y, también, por los tintineos de los fondos escénicos que también hablan sin decir nada. 

Al final, la tele es trabajo en equipo. Música, realización, luz, guion... 'El Hormiguero' no cuenta con el plató más grande, pero el programa sabe que la mejor improvisación es la que está muy ensayada. Se nota hasta en cómo entran los colaboradores y las secciones. Nada se demora. La entrada de los personajes no dura más de tres o cuatro segundos. Esto es clave, pues en cada cambio de sección se pierden espectadores. Cuanto más rápido entren a escena los personajes del programa, menos tiempo se pierde de crear contenido con el invitado. No hay tiempo que perder.

Los 50 y tantos minutos de emisión de 'El Hormiguero' dependen de muchos factores, que van desde el carisma del invitado del día a la resolución de las pruebas, pero siempre se mantiene esa estructura de elementos tejidos para que exista la base que ayuda a que el espectador se quede en el programa. O tenga ganas de ir a vivir el show en directo. Otro detalle del triunfo del programa: el público que acude lo disfruta, está entusiasmado, no transmite ser figuración que aplaude obligada.

Porque la tele, como la vida, es un baile entre particularidades. Y la popularidad constante de 'El Hormiguero' es que todo está bien coreografiado. Todo, menos las respuestas a las preguntas de Motos. 

Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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