![Los hermanos Scott, los gemelos (guapos) de las reformas de la tele](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/07/27/los-hermanos-scott-los-gemelos-guapos-de-las-reformas-de-la-tele.png)
Los programas de reformas son como comer pipas. Empiezas con uno y ya no puedes parar. Por eso, las cadenas temáticas como DKISS nunca emiten este tipo de docushows en dosis de una sola entrega. Son más eficaces si se ubican en formato maratón, ocupando una franja completa, que el espectador se encuentra casualmente zapeando y, de repente, no puede dejar de ver. Incluso La 2 ha sucumbido a este género de la curiosidad por el ladrillo. Aunque en formato más culto, claro, mostrando hazañas de la arquitectura.
Pero el guion siempre es parecido. Y pronosticable. Primero toca enganchar al espectador con una reforma que va a mutar un lugar decadente en un moderno hogar a envidiar. Ya no hay escapatoria. Toca ver el programa hasta el final o te perderás el resultado.
No obstante, la televisión comercial ha incorporado otros ingredientes telenovelescos a la rehabilitación de hogares. Los maestros, son los gemelos Jonathan y Drew Scott. Dos galanes con percha de teleserie de los noventa que hacen reformas bastante simples. Entraron por los ojos como guapos de póster desplegable, pero su astucia fue que incorporaron a sus docushows sensiblerías varias para amasar un pequeño conflicto que, también, identificara al público con la familia que se lanza a la obra. Se busca que la audiencia se sienta reflejada con cómo se encarece la reforma y con dónde meter a los hijos cuando pegan el estirón. Aunque habiten casas de 400 metros cuadrados.
Y a los gemelos siempre se les ocurre quitar un tabique inesperado, que invita a pensar que el espacio (aún) es más grande. Mientras tanto, el espectador coge ideas, ya viva en Jaén o en un pueblo de Australia, pues el programa se emite una y otra vez en 150 países. Lo que les ha servido a los gemelos para hacerse millonarios.
Empezaron reformando chaletes en sus tierras nativas en Toronto, en Canadá. Antes de que su éxito apremiara y dieran el salto a Estados Unidos, ya como celebrities. Y como estrellas de la tele su programa tiene trampa. Los participantes sólo les suelen ver en unas 8 contadas veces, no reforman la casa al completo y, sorpresa, la obra no la paga la tele. Aunque la están rentabilizando convirtiéndola en un espectáculo que se exporta a nivel internacional. La reforma corre de cuenta de los ilusos propietarios del inmueble. De hecho, deben demostrar a la productora tener ahorrados un mínimo de 90.000 dólares para lo que los guionistas propongan. Negocio muy rentable. Para los gemelos, claro.
Siempre hay alguna familia norteamericana dispuesta a permitir que los famosos Scott hagan lo que quieran con su casa, seducidas por su guiño de ojo a cámara a lo estrellas trasnochadas de Hollywood. Así han conquistado la tele mundial. Algunos incluso se inspiran en sus interiorismos, plagados de clichés sexistas enquistados allá donde graban el programa. Es el poder de la ensoñación de la tele proponiéndonos colarnos en hogares de personas con otra cultura a la nuestra. Y, por cierto, hogares mucho más anodinos que los españoles. Que es la conclusión más sensata que se puede extraer cuando llevas un empacho de programas de los Scott vistos: después de cada reforma les queda siempre la misma casa, tan funcional como fría, tan tópica como falsa. Pero, da igual, necesitas deglutir otro episodio más después. Para ver qué hacen. Aunque hagan siempre lo mismo.
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