![Una de las coloristas pruebas de El Grand Prix.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2024/07/23/una-de-las-coloristas-pruebas-de-el-grand-prix.png)
La televisión, como el cine, como el teatro, es también la coreografía de las músicas. Como maestro de estas tres artes, de la tele, el cine y el teatro, Chicho Ibáñez Serrador tejía una banda sonora para cada uno de sus programas como en las películas clásicas, con el objetivo de graduar emoción del espectador. Tenía canciones para cada sensibilidad que demandaba el Un, dos, tres... responda otra vez. De la travesura cómica a la perversidad del suspense, pasando por la barrabasada sonora de las pruebas físicas de la eliminatoria.
Esta diversidad de músicas iba armando la atmósfera del espectáculo y, por tanto, nos sugestionaba como espectadores, también buscaba dar unidad al concurso. Los cortes de edición se disimulaban con estas músicas que sonaban exclusivamente a Un, dos, tres.... responda otra vez. Daban ese tono especial de creación singular y, a la vez, homogeneizaba la entonación del show al completo.
Con las prisas a las que ha ido sucumbiendo la elaboración del sector audiovisual, las músicas exclusivamente compuestas para el ADN de los programas se han ido perdiendo. Las cadenas saben de la relevancia de la ambientación musical de sus formatos, pero se tira de éxitos del momento o de canciones que inciden en un estado de ánimo. Muchas veces son las mismas en todas las cadenas. Y casi siempre de un manido género: de tensión, para intentar dejar atrapado al público, despertando en su cabeza el sentimiento de estar ante un momento trascendente que no se puede perder.
Como consecuencia, quedan pocos programas que reconozcamos con sólo escuchar la banda sonora que remata su contenido. El Grand Prix es uno de ellos. El concurso del verano de Ramón García podía haberse actualizado tirando de las músicas épicas que usan los formatos de hoy, pero ha mantenido la esencia de las sintonías clásicas de ayer que favorece en nuestra memoria la idea de estar ante un parque de atracciones genuino. Ese lado pícaro de las músicas de Danilo Vaona, que compuso tantos himnos de la tele que seguimos recordando (de Raffaella Carrà a Qué apostamos, pasando por Día a Día de María Teresa Campos), impulsa en la audiencia la percepción de asistir a una fiesta que no es otra franquicia de tantas. Este programa es nuestro, es artesanal, es la verbena orgullosa de nuestros pueblos.
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