'LaSexta Noche', el relato político convertido en serie de televisión

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
Iñaki López, presentador de 'LaSexta Noche', le hace un regalo a Marhuenda.
Iñaki López, presentador de 'LaSexta Noche', le hace un regalo a Marhuenda.
LaSexta
Iñaki López, presentador de 'LaSexta Noche', le hace un regalo a Marhuenda.

Si hace una década me hubieran preguntado qué iban a echar un sábado por la noche de 2019 en la tele, habría respondido que una peli de Harrison Ford de esas en las que le persiguen por un crimen que no ha cometido. Al cambiar de canal me habría encontrado con un programa de cotilleos en el que debaten a gritos los dramas del corazón de los famosos.

Vamos, que habría acertado, aunque reconozco que nunca habría adivinado que lo petaría un programa como LaSexta Noche. Tampoco habría apostado por el éxito de El Objetivo o Salvados. Los tres son formatos para el prime time y alrededores que giran en torno a la actualidad política y le dan a la cadena de Atresmedia sus mejores datos de audiencia. Política, la que siempre ha sido un ladrillo, triunfando en televisión. ¿Cómo leches ha pasado?

Para empezar, el imperio del corazón, ese en torno al cual se construyó la programación de casi todas las cadenas en la primera década del siglo, ha caído. La "beautiful people" se hizo mayor (algunos en la cárcel) y el relevo lo tomaron una serie de personajes cercanos a lo trash que provocan más risa que inspiración. El modelo de lujo y vida aspiracional ahora se busca en los influencers que han sabido cambiar las discusiones en la tele por stories con filtros. Y ha sido entonces cuando se ha hecho un hueco en la franja más preciada de la televisión la política, aunque en su versión pop.

La vida parlamentaria siempre ha sonado aburrida y sesuda. Vamos, que era de lo más corriente escuchar al ciudadano de a pie eso de "yo es que de política no entiendo". Ahora lo raro es encontrar a alguien que se siente delante de la tele sin tener una idea de lo que suelta cada uno en el Congreso. Puede que sea porque nos hemos vuelto todos más listos, aunque también puede ser que lo que ha ocurrido es que el mensaje, el canal de transmisión y el emisor se han adaptado para que todos seamos partícipes.

La clave está en eso del famoso "relato" que dicen que Sánchez y todos los cabezas de cartel tratan de controlar todo el rato. Así, muy resumido y en una interpretación mía sin validez científica, el relato consiste en hacer que la política parezca una serie de televisión que enganche.

Toda ficción seriada arranca con un detonante que lo que hace es servir el arranque de la trama en bandeja. Por ejemplo, en Perdidos, el detonante es el accidente de avión. En la política española podría decirse que el vuelo que cayó e hizo que la serie arrancara fue el 15-M de 2011. La indignación general consiguió que todos abriéramos mucho más las orejas para saber qué hacían con nuestro dinero los políticos.

También hizo que nos quedáramos en casa el fin de semana a ver la tele porque en copas había que recortar. LaSexta Noche (en emisión desde 2013) y formatos coetáneos nos presentaron a los personajes de la serie que arrancaba en su primera temporada. Por un lado, los tertulianos, que habían aprendido de las series del corazón que triunfaron en el pasado a gritar y enzarzarse siempre que fuera necesario. También a ser personajes con tanto peso como los verdaderos protagonistas: los políticos

Por el programa de Iñaki empezaron a pasarse políticos de vieja y nueva generación, aunque, con el tiempo, ambos grupos han demostrado que sabían de video-política, esa corriente que descubrieron Kennedy y Nixon en los 90 y considera la televisión como una arena pública en la que ofrecer polémica, emoción, giros sorprendentes...

Consiguen engancharnos de la misma manera que una serie llena de cliffhangers de final de capítulo, de esos en los que no sabes si el protagonista sobrevivirá. Manejan tramas principales vivas que se van escribiendo capítulo a capítulo, como la de la investidura de la presidencia, en paralelo a subtramas que van y vienen, como la Púnica o el chalet de Espinosa de los Monteros. Personajes que llegan con las secuencias dialogadas, más desde que los políticos han seguido la estela de Obama incluyendo en sus equipos a guionistas como speech writers (aprovecho para comentarles a nuestros candidatos que tengo varios créditos como guionistas de series y que se me dan genial las secuencias de discursos). Y luego está la guinda del pastel que lo convierte en un manjar del cielo: la interacción con el público.

Al mismo tiempo que la política pop entraba en el prime time también se asentaba la televisión social, esa que pone en contacto a los espectadores con los formatos a través de tuits y hashtags. Como votantes en democracia ya nos sentíamos pequeños creadores de tramas políticas, pero con una arroba delante podemos llegar a vernos como showrunners. Algo de razón tenemos.

Esto de la incidencia de la televisión en la política funciona en las dos direcciones. El discurso político, al entrar en la dramaturgia, la puesta en escena y la sobredimensión, corre el peligro de acabar devorado por el espectáculo y sus espectadores. La imagen y el tuit, sumados a la inmediatez y el aplauso o abucheo, sustituyen a las ideas y el verdadero discurso. Vamos, que igual no es casualidad que los que nos parecen más listos luego no resulten ganadores.

Aunque el verdadero problema está en lo de que en una ficción seriada hay un planteamiento, un nudo y un desenlace, con varios giros para pasar de una parte a otra, pero en la vida real las tramas son mucho más lineales y el presupuesto te llega para hacer una temporada como mucho. La política no puede escribirles un guion seriado a los problemas de Estado, por mucho que se emita en prime time, sino uno que cierre de verdad los conflictos abiertos a lo largo del capítulo. Que luego llega el lunes, se enciende la tele de nuevo y vuelven a repetirse las mismas noticias en el Telediario.

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