Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué odiamos a quien odiamos: así nos crean 'malos' a los que detestar

La marcha partió de la glorieta de Atocha hasta la plaza de Colón.
Una imagen de archivo de la marcha del Orgullo LGTBI.
Santi Donaire / EFE
La marcha partió de la glorieta de Atocha hasta la plaza de Colón.

¿Se han parado a pensar por qué odian a quien odian? El odio es un sentimiento que suele ser más irracional de lo que parece. Puede surgir de experiencias negativas, claro, pero a menudo es sólo resultado de miedos adquiridos por desconocimiento más que otra cosa. 

Temores fruto de las pasiones encendidas, que permiten sentirte mejor que los demás. Más pulcros, más listos, más especiales. Incluso formar parte de un grupo de personas "exclusivas" que comparten odio y que lo convierten en su entretenimiento, gastando muchas energías en aquello que detestan. Hasta creando una peculiar dependencia: necesitan señalar al prójimo para socializar. Quizá porque la vida sin nada que reprobar es más aburrida.

Desde que nacemos, la sociedad nos enseña el camino de la crítica. Criticamos todo. Pero nadie nos insiste lo suficiente en que la crítica sin argumentos no sirve de mucho. Sólo de arma arrojadiza, que enfrenta y no convence. Así es fácil escuchar "¡Nosotros somos mejores!" en cualquier tipo de manifestación. Vacía expresión que, en realidad, representa cómo picamos el anzuelo de la necesidad de sentirnos más top que el resto. Aunque simplemente sea tirando de una mala frase de taza para quedarte reconfortado.

Los populismos se aprovechan de esta peculiaridad humana de precisar reafirmarse con la exclamación "¡Nosotros somos mejores!". No es nada nuevo, ya lo hizo el Nazismo hace cien años. Para arrasar con el poder, diseñaron artificialmente a unos enemigos que no lo eran. Cargaron el ambiente de estigma social. Porque había que crear malos. Son los que agitan a la sociedad: hacia un lado, hacia otro, o hacia el choque. 

Y para crear a los malos se intenta abstraer a las personas. Hay que hacer desaparecer la empatía con tu vecino, con tu compañero de trabajo, con tu familiar. ¿Cómo? Se borra su nombre de pila y se les dispersa en un ente, clan o lobby al que se le impregna de fines oscuros. Que retumbe a que esconden un plan maligno. Es la vieja fórmula de transformar a un colectivo inocente en un chivo expiatorio para dar sentido a revoluciones inexistentes, despistar de los desafíos reales e ir sumando poder a costa de señalar con el dedo a personas tradicionalmente vulnerables que sólo intentan vivir en igualdad de condiciones. 

Una manipulación social que ha encontrado un ideal caldo de cultivo en el modo de uso de las redes sociales, por donde corren sin filtros los bulos. No es de extrañar que en el Orgullo LGTBI hayan aumentado ciertos comentarios de odio. Especialmente con las personas trans, que en los últimos años han sido posicionadas en el centro de un debate en donde lo que menos importaba eran las personas trans. De nuevo, un ejemplo de cabezas de turco útiles para otros fines. Así es el odio con el que nos manipulan: anula la razón para quedarse en la emoción, atascada en animadversiones que ni siquiera afectan a nuestros derechos como ciudadanos. No perdamos la razón y, antes de irritarnos, preguntémonos a nosotros mismos por qué odiamos a otras personas sólo por existir. Personas que no conocemos. Quizá ese es el problema de fondo: no las queremos conocer.

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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