Madonna era el plato fuerte de la gala final de Eurovisión. La cantante estadounidense se hizo esperar, pero decepcionó a la audiencia millonaria del festival con unos desafines impropios de una artista de su talla.
Arrancó su actuación con la mítica Like A Prayer, que destrozó totalmente, desprovista de voz, con problemas para respirar y con una coreografía rodeada de monjes.
Posteriormente, salvó los muebles con una de sus nuevas canciones, Future, pero gracias al autotune y a la presencia del rapero Quavo.
Con un parche en el ojo y media armadura, la reina del pop decepcionó totalmente.
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