El público aplaude. Manuela Carmena, también. Ella es la protagonista a la que va dirigida tal ovación. Sin embargo, se pone a aplaudir con los demás. ¿Timidez? ¿Humildad? Quizá, simplemente, sea la necesidad de rebajar las pompas del show y unirse al grupo para convertir la celebración en colectiva. Para ser una más. Aunque seas la persona que va a ser entrevistada por Jorge Javier Vázquez en Cuentos Chinos. No lo saben, pero será la última emisión del programa apunto de ser cancelado por Telecinco.

Unirse al aplauso, al estilo de Amaia al acabar sus actuaciones en OT, tiene mucho de cuando Carmena retiró a un lado el bastón de mando del Ayuntamiento de Madrid el día en el que fue nombrada alcaldesa. No posó con él, huyó de la liturgia de fardar de poder y autoridad.

"Pienso que no tiene que haber políticos profesionales, cuando un político se convierte en político profesional pierde la perspectiva de lo que debe ser la política. Para mí la política es una responsabilidad durante un tiempo para gestionar y, luego, vuelves a lo tuyo. No veo que uno pueda ser de profesión político. Porque, entonces, lo que no quieres es que te echen". Jorge Javier Vázquez escucha a través de unos ojos bien abiertos. Es fácil quedarse atendiendo a Manuela Carmena, conectes con su idología o no. Porque contesta a todas las preguntas sin eufemismos, sin rodeos y, especialmente, siendo generosa al compartir vivencias propias que se pueden adaptar de forma práctica en el día a día del espectador. Hace pensar. 

Y no estamos acostumbrados en la tele de hoy a gente que habla con una sinceridad útil, pues no se queda en la proclama tópica y aporta curtida experiencia. Tampoco estamos habituados a personalidades que miran más a la gente que a su ego reflejado en la cámara. Porque Carmena mientras es entrevistada por Vázquez no para de observar su entorno, de devolver la mirada al público en plató.

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"¿Cuándo la vida se acaba dónde vamos?", pregunta Jorge Javier. "A ningún sitio. Nos acabamos", responde Carmena. Concreta. Directa. Sin edulcorante, pero transmitiendo la emoción de una vida exprimida en presente. Tal vez porque, a sus 79 años, ya tiene meridianamente claro que el tiempo está para explorarlo, no para perderlo entres ruidos. Minutos antes, de hecho, ya ha recalcado: "No tengo tiempo de reuniones inútiles, de discusiones absurdas". La antítesis de la tele y la política teatralizada que nos envuelve. Estamos perdidos entre indignaciones aireadas que en realidad son sólo entretenidas distracciones. Y quizá, por eso mismo, apunta a por qué cree que perdió la alcaldía de Madrid en sus segundas elecciones: "Tenemos un sistema en el que no se analiza mucho lo que se hace, si no mucho más lo que es el marketing de la política".

"Creía que no iba a perder, la verdad. Porque me parecía que lo habíamos hecho bien", añadió Manuela Carmena. "Te ha pasado igual que a mí, pensaba que no iba a perder", replicó Jorge Javier Vázquez. Y las risas comunales se despertaron en el silencioso plató. Risas cómplices en una tele en la que se habla mucho y no se cuenta demasiado en la búsqueda constante del rostro polarizado que el espectador reconoce, en vez de descubrir personas con ideas conscientes de su tiempo. Con la prisa que desconfía de la inteligencia del espectador no se hacen los éxitos en televisión. Así no se creó Un, dos, tres ni La Clave ni El Hormiguero.

No es el caso de Jorge Javier Vázquez y Manuela Carmena, ellos sí habitan en la realidad, incluso saben que, en ocasiones, rendirse puede ser el triunfo. La propia jueza y ex alcaldesa de Madrid dijo que el consejo que hubiera dado a la Reina Sofía cuando coincidió con ella es que "en la vida hay que tomar decisiones y, a veces, esas decisiones son cortar, cambiar". Aunque los cambios no sean un trajín cómodo y, de primeras, te dejen un buen rato extraviado. Y Jorge Javier seguía escuchando, atentamente, disfrutando. Era como una crónica de un adiós anunciado, era como una calma reflexiva ante la ruptura que asomaba.

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