A las puertas de su casa, Ana Rosa Quintana atiende a los reporteros. Habla de que Alejandra Rubio, hija de Terelu Campos, no encaja en los programas de su productora (Unicorn Content), pues están apostando por fichajes más disruptivos.
El vídeo del momento lo ven en Ni que fuéramos Shhh, la secuela de Sálvame en redes sociales y el canal Ten. Surge un silencio. Se quedan atónitos con la palabra "disruptivo". Qué ha querido decir AR. Vuelven a ver el vídeo, otra vez. "No me entero", exclama María Patiño. Tampoco Belén Esteban, Victor Sandoval y Marta Riesco comprenden tal cosa.
"¿Qué significa 'disbrutidos'?", pregunta Belén Esteban a su móvil en voz alta. Todos a buscar el significado. Cada uno a su manera. No conocen la definición, pero están escenificando la definición. Valgan las redundancias.
En una televisión de sabelotodas apariencias, la transgresión empieza en la sinceridad hasta para compartir tu desconocimiento. O lo que no entiendes.
Franqueza en zapatillas de andar por casa. Algunos espectadores lo ven como naturalidad, que favorece una poderosa identificación. Otros lo ven como ignorancia, que despierta ese sentimiento de superioridad de 'soy más listo que esta panda'. Aunque, la mayoría, sonríen. Han creado un gag de la nada. De hecho, ellos sobreviven cuando se ríen de sí mismos y sus circunstancias. Ahí aparece el escudo que salva a los de Sálvame: su vis cómica. Que la tienen, y mucha. Es su broquel protector. Y les permite ejercer la disrupción en directo sin ni siquiera saber lo que es eso.
Ana Rosa Quintana abriendo un mundo a @CanalQuickie pic.twitter.com/XCnmRnDnr3
— Borja Terán (@borjateran) June 28, 2024
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