![TikTok debe parte de su éxito a sus filtros y, para algunos virales, hay que usar otra app llamada CapCut.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/10/20/tiktok.jpeg)
Los filtros de las redes sociales nacieron para dar un aire más bucólico a las fotos de Instagram. Así la aplicación de fotografías mandaba al ostracismo a Fotolog. A las publicaciones, hasta se podía plantar un marco vintage y una máscara convertía tu selfie guerrillero en un fotograma digno de una peli de cine independiente.
Y llegaron los vídeos cortos, y con ellos la siguiente revolución. Las redes sociales querían que no sólo entráramos una vez al día a cotillear los álbumes de fotos de nuestros amigos. Había que crearnos una nueva necesidad: compartir la vida en riguroso directo a través de stories que desaparecen a las 24 horas. Si no entras constantemente a la aplicación, perderás la oportunidad de saber lo último de la gente.
Para engancharnos todavía más, también nacieron los filtros que nos invitaban a jugar, ya fuera riéndonos de nosotros mismos sintiéndonos Mickey Mouse o poniéndonos una nariz y orejas de conejo. La tecnología lo permite con sólo un adictivo clic. Incluso durante una retransmisión en directo ante multitud de followers.
Pero la travesura compartida se fue sofisticando hasta aparecer los filtros de belleza, que apuran nuestro rostro hasta acercarse a cánones de belleza utópicos. Qué lejos ha quedado el PhotoShop, que utilizaban las revistas de moda. Ahora todos podemos protagonizar nuestro propio trampantojo físico y desvirtuar la relación que tenemos con nuestro aspecto.
"Los filtros de las redes sociales que modifican el físico alimentan la frustración al corporeizar tangiblemente ideales de belleza arquetípicos e imposibles, que antes sólo albergábamos como representación mental", explica Eduardo Fernández Jiménez, especialista en Psicología Clínica en el Hospital Universitario La Paz de Madrid. Al mirarnos en el móvil, las redes sociales permiten que cánones imposibles "parezcan alcanzables, cuando son quiméricos", subraya.
Esta circunstancia va aún más allá con la popularización de la Inteligencia Artificial, que permite redefinir el cuerpo al completo de una persona. Y nos la cuelan. Aunque sea pura ficción.
Quizá este tipo de aplicaciones deberían obligar a colocar un aviso en cada publicación que utilice filtros. Instagram ya anima a ello si creas una imagen con Inteligencia Artificial. Aunque no es suficiente y sería más útil que fuera enfatizado también en el caso del uso de rudimentarios filtros de belleza. De esta forma, el usuario ya se enfrenta a la imagen limada con cierto espíritu crítico. El público ya conoce que hay truco.
De hecho, siempre hay una perspectiva favorecedora en todo lo que publicamos en las redes sociales. Es la clave del éxito de este tipo de plataformas: permiten encuadrar y contar sólo aquello que quieres. Lo que hay fuera de plano no importa, no aporta si no es cool. Así que asistimos casi exclusivamente a una felicidad inflada, que puede generarnos el agobio de sentir que nuestra vida está a medio gas porque no puedes escaparte a lugares paradisiacos, no estás de fiesta en fiesta y no protagonizas un posado con cuerpo de póster desplegable.
Nos olvidamos que tal vez todo sea un decorado, un decorado que se puede maquillar como nunca antes gracias a una tecnología muy sencilla. Toca aprender a mirar las redes sociales con más duda que envidia para frenar esa asfixia de asistir a vidas de ensueño mientras tú estás atrapado en casa. ¿Cómo lograrlo? Quizá deberíamos recordar que cuando estás feliz contigo mismo y pasándotelo genial de verdad no surge la necesidad de compartir ostentación de perfección en Instagram y TikTok para que los demás vean lo bien que te lo estás pasando.
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