Televisión

Santiago Abascal sí debe ir a divertirse a 'El Hormiguero'

Santiago Abascal visitará 'El hormiguero' el próximo jueves 10 de octubre.
ATRESMEDIA

Este jueves viene a divertirse a El Hormiguero Santiago Abascal, el líder de Vox. Las alarmas han saltado al saber que en un programa con una audiencia familiar se ofrece espacio a un político con ideales asociados a la xenofobia, homofobia y franquismo. Lo cierto es que el discurso de ultraderecha de Abascal, desde su comunicación, está bien atado.

No dirá que está a favor de la violencia machista, sino de erradicar la violencia familiar. Tampoco declarará que promueve políticas racistas o xenófobas, sino unas que faciliten el bienestar de los españoles. Y no lo hará porque una cosa es el subtexto, que se puede leer o pasarse por alto, y otra la superficie en la que Vox navega en la legalidad.

A pesar de lo que declaran las voces discordantes, la realidad es que una entrevista a Abascal en un programa alejado del entorno político sí tiene interés mediático. Uno de los motivos que la justifican es el de que también van a ir a divertirse en El Hormiguero los líderes de las otras cuatro fuerzas políticas más votadas. Vetar a Vox sería hacer una televisión con filtro burbuja, ese que consigue que solo nos llegue el mensaje con el que nos identificamos, al estilo de los algoritmos de las redes sociales. Como cuando en la era PP de TVE no invitaban a Podemos a los Desayunos, solo que en una televisión privada que, no olvidemos, puede ponerse del lado que le venga en gana. Al menos, Pablo Motos invita a todos.

Hay quienes la comparan con la metedura de pata de Jimmy Fallon al entrevistar a Trump, al que blanqueó con chistes sobre su pelo cuando era candidato y terminó pidiendo perdón tras la victoria en las elecciones. La diferencia es que Vox ya ha ganado. En los últimos comicios obtuvo representación parlamentaria; hay más de dos millones de españoles que se identifican con el discurso de Abascal que ahora, por culpa de la indecisión de la izquierda, solo repite como candidato.

Estamos en otro punto en el que no podemos silenciar algo para hacer como que no existe porque sí existe. Vox está en nuestras instituciones, las mismas desde las que se educa a los niños que ven a las hormigas. Ocultar sus políticas a los menores sería un despropósito porque ese mensaje, guste o no, forma parte de su futuro. Además, que lo reciban no quiere decir que no lo cuestionen, por muy pequeños que sean. Ahí están los niños que en TeleMadrid fliparon cuando a Almeida saltó con que Notre Dame era más importante que el Amazonas.

No suena bien mostrarse intolerantes con la intolerancia. Lo que sí se puede hacer es confrontarla. La pelota ahora está en el tejado de Pablo Motos que, igual que se lo puso difícil a Pablo Iglesias en su primera visita al programa, cuando se despertaron alarmas por dar voz a la "ultraizquierda", sabrá encontrar la manera cuestionar a Abascal. Es fácil preguntarle por qué tiene vetada a la otra cadena de la casa, La Sexta, o de los problemas del chalet de los Espinosa de los Monteros. Hablar con él de las supuestas "torturas y violaciones" de las 13 Rosas que ha sacado a la palestra Ortega Smith, el mismo que se deshace en elogios hacia Primo de Rivera. O de las armas, esas que causan masacres en Estados Unidos, que según Vox igual deberían llevar los "españoles de bien". Es fácil preguntarle a Abascal por los millones de personas LGTBI o las víctimas de violencia machista que estarán viéndole en la tele en ese momento y que para su partido tienen demasiados derechos.

Pablo Motos, que igual no es Ignacio Escolar pero tampoco Bertín Osborne, tiene una oportunidad de oro para poner el discurso de Vox en evidencia. Dudo que vaya a dar más escaños a sus votantes, esos lo tienen claro desde que escucharon la primera frase de Abascal y no necesitan blanqueamientos, pero sí puede servir para despertar alarmas y votos en contra. Quizás ver que el líder de un partido que se acerca a la ultraderecha más radical se presenta como humano sirva para que todos esos que dicen que ya están cansados de votar (una fatiga que afecta tradicionalmente más al simpatizante de izquierdas) corran a las urnas para evitar una victoria.

En cualquier caso, insisto en que la comunicación de Vox está de lo más medida y es parte de la clave de su victoria. Ortega Smith es más impulsivo y, por suerte, se salta las directrices de vez en cuando para mostrar la verdadera cara del partido, pero Abascal tiene mayor templanza y es más que probable que suavice su discurso en El Hormiguero. También tiene que hacerlo porque, a pesar de que su subtexto sí es tan radical como aparenta, en la superficie no tiene permiso para destruir políticas sociales ni derechos que nos hacen a todos iguales. Eso es gracias a que vivimos en una democracia que no se defiende dejando de aplicarla con los que la cuestionan, sino permitiéndoles que participen y rebatiéndolos. En un mitin como el de Vistalegre no hay nadie cuestionando los discursos de Vox, pero en El Hormiguero esperemos que sí se encuentre con un punto crítico. Divertirse no tiene por qué ser incompatible con sudar la gota gorda.

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