Sexo en televisión frente al porno de internet

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
Imagen del programa 'Mónica y el sexo'.
Imagen del programa 'Mónica y el sexo'.
CUATRO
Imagen del programa 'Mónica y el sexo'.

Mónica y el sexo (viernes a las 00 en Cuatro) es una docuserie en la que la cantante recorre el mundo para recuperar la libido tras su separación. La acompañan Miguel Bosch y Anita Joven, dos catalanes conocidos por sus webseries autobiográficas que, en realidad, son tan protagonistas como la que cede su nombre al título. El programa funciona como el de Alaska y Mario, con más naturalidad que guion; la cámara en mano aporta cercanía y la voz en off despierta complicidad. Mónica y el sexo tiene ese punto divulgativo que tanta falta hace en la televisión, aunque, en lo que a sexo se refiere, la mal llamada caja tonta fue toda una fuente de educación para los españoles.

Los programas que hablaban abiertamente de sexo tardaron en llegar (Franco igual había enviado al Valle de los Caídos al que se hubiera atrevido a proponerlo). No fue hasta 1990 cuando el gran genio de la televisión, Chicho Ibañez Serrador, puso frente a las cámaras a la doctora Elena Ochoa a decir en voz alta tabús como orgasmo o eyaculación precoz. Al carro se subió después Isabel Gemio con Esta noche, sexo (Antena 3) y luego llegó Lorena Berdún con la versión más joven en Dos Rombos (TVE) o Me lo dices y me lo cuentas (Telemadrid y ETB) por el que llegó a estar nominada a los Premios Emmy. La cama funcionaba en televisión, daba audiencias y titulares, sin embargo, hace ya más de una década que prácticamente han desaparecido los formatos con información sexual. Sí, algún intento se ha hecho en laSexta y Cuatro, pero despertando poco interés. ¿Por qué un tema que era sinónimo de audiencia ha dejado de generar interés? ¿Ya no son necesarios los programas de sexo en televisión?

No tiene pinta de que la respuesta sea que de sexo ya lo sabemos todo. La realidad es que, generación tras generación, se repiten las mismas preguntas, dudas y tabús. Hay muchas carencias en información sexual y si echas un ojo al programa de Ochoa y el de Mónica, los agujeros están lo mismo. Lo único que ha cambiado es la manera de informar, restándole solemnidad y aportando más naturalidad; ya no es una doctora la que habla, sino una mujer con la que cualquiera puede identificarse como usuaria del sexo y no experta. Y lo otro que ha cambiado es el medio desde el que se cuenta, pasando de la televisión (menos por este de ahora) a internet.

Ya no hace falta estar viendo sexo a escondidas en el salón con el mando de la tele en la mano por si te pilla la abuela. Ahora hay móviles en los que el sexo y todo lo que le rodea está a golpe de dedo. La información se consigue sin necesidad de tener que hacer las preguntas cara a cara. La parte buena de eso es que hasta los más tímidos pueden encontrar respuestas. La parte mala se puede resumir en que no todas las respuestas que se encuentran en internet son las correctas. Para algunos, eso se resume aún más en que el problema es el porno.

Son muchos los que dicen en redes que se debería prohibir porque hace apología del machismo y de la cultura de la violación. La otra tuitea que eso es como soltar que los videojuegos fabrican asesinos porque el porno es una ficción que escenifica fantasías cuyos límites están en cada persona. La realidad es que el problema del porno llega cuando se equipara a sexo real. La propia industria lo considera solo un pasatiempo adulto, pero, según datos del INE, a los 10 años el 25% de los niños tienen móvil y a los 12 un 75%. ¿Pueden los menores comprender que esas representaciones no son el ejemplo del comportamiento sexual más común?

En cualquier caso, prohibir, en un tiempo en el que las libertades vuelven a estar cuestionadas, suena a paso atrás. Lo que suena mucho mejor es educar. Los padres tienen la obligación moral de contarle a sus hijos de qué va la cosa. La información sexual está infravalorada, y ahí están las deficiencias en su educación para demostrarlo. Acudir al porno a buscar respuestas tiene una parte de curiosidad natural, pero la manera en la que se hace puede dejar entrever que algo no se está compartiendo de manera orgánica en el entorno familiar.

La educación sexual de las generaciones venideras debe pasar por la revisión de las anteriores, esas que no siempre tuvieron internet para buscar respuestas. La televisión quizás aún tenga cosas que hacer y sí sean necesarios programas como el de Mónica, igual que quizás también pueda ser necesario el porno según para cada quien. La información sobre el sexo nunca está de más. Otra cosa es la información del placer de cada uno, que parece más difícil encontrarla en una pantalla. Eso sí, cuando se da con ella, siempre es la mejor de todas.

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