Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El show mediático del caso de Daniel Sancho: cuando la emoción arrasa con la información

El padre de Daniel Sancho, Rodolfo Sancho, tras la sesión de este jueves del juicio contra su hijo
El padre de Daniel Sancho, Rodolfo Sancho, tras la sesión de este jueves del juicio contra su hijo
Sitthipong Charoenjai / EFE
El padre de Daniel Sancho, Rodolfo Sancho, tras la sesión de este jueves del juicio contra su hijo

Qué distinto hubiera sido el enfoque informativo del caso de Daniel Sancho si la asesinada hubiera sido una mujer. Qué diferente hubiera sido el tratamiento mediático del caso de Daniel Sancho si la víctima no hubiera sido una persona homosexual, hispanoamericana y con unos cánones físicos que no entran en el cliché que la sociedad aplaude.

No todos somos iguales. Menos aún si el acusado pertenece a una familia "de bien" encabezada por dos queridos actores. Encima la percha del presunto asesino continúa con la saga de galanes. Sus posados sin camiseta y con el pelo al viento son dignos de póster central de la revista SuperPop. De hecho, las publicaciones aprovechan las bronceadas imágenes como reclamo.

Músculos, Tailandia, calor y sexo. Con estos soleados mimbres, las crónicas de una importante parte de los espacios que están cubriendo el juicio no remiten al rigor que demanda un asesinato. Su lenguaje recuerda más a una telenovela en la que la cruda realidad se frivoliza con tintes de romanticismo de folletín, recordándonos que las malas prácticas periodísticas siempre vuelven en sucesos con los ingredientes para alcanzar el estatus de morbo nacional. Sobre todo si entremezclan tragedia, fama y belleza.

Algunos reporteros desplazados hasta Tailandia se acercan más a Jessica Fletcher que a periodistas. Su actitud en las ruedas de prensa recuerdan más a presentaciones de folclóricas en terrazas floreadas para el ensueño que a un juicio por un descuartizado. La emoción siempre en el centro, la cautela noticiosa es lo de menos. Hasta se toma partido por la familia del acusado, entrevistando al padre como si estuviera de promoción de una nueva serie. Incluso se otorgan valor a testimonios arrebatados que intentan demonizar sin ninguna prueba a la persona descuartizada. Así se borra a las víctimas reales, regresando a la sensiblería de aquella perversa terminología del crimen pasional.

El show apisona el rigor. Porque no importa el asesinado y el dolor de sus seres queridos. Se nos coloca en el lado del popular, pues vende la identificación con una estirpe de actores que aparentemente tenía todo. Y se justifica al acusado constantemente: qué pena que le haya "pasado" en Tailanda, qué pena coincidir con ese hombre, qué pena... El acusado toma el papel de galán y el foco del crimen da paso a la conspiración del culebrón que necesita entender la motivación del hijo guapo como un pobrecito que es tan mono que no le debió quedar más remedio. Los medios vuelven a caer en la trampa de una sensiblería arrevistada que arrasa con la precisión y, al final, también delata cómo tomamos partido desde la creencia de nuestros racismos, clasismos y LGTBIfobias.

Borja Terán
Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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