Cuando tienes prisa y toca ordenar la casa, mejor no revolver aquellas habitaciones que ya están listas para ser vistas por las visitas. Uno se centra allí donde las camas están sin hacer. Pero Telecinco ha intentado sacar brillo a su programación con la táctica de redecorar todas sus estancias. Casi como queriendo empezar de cero. Con lo importante que es no perder las rutinas generadas en la audiencia. Pero, como la mañana estaba muy estable con Ana Rosa Quintana, incluso cuando ella no presentaba, debieron pensar que tampoco sufriría el canal demasiado si se trasladaba a la comunicadora a la tarde. Y, de esta manera, intentar duplicar su éxito. No es nada nuevo. Se ha hecho muchas veces. La propia Ana Rosa ya lo hizo cuando se independizó del exitoso Extra Rosa y Antena 3 creyó que tendría dos productos competitivos, pero el Extra Rosa original con Rosa Villacastín se cambió de horario y pinchó, mientras que Sabor a ti con Quintana se quedó en la sobremesa.
Ahora la situación es bien diferente. Telecinco quiere llegar a nuevos públicos, siendo más elegante. Aunque qué es ser elegante. ¿Qué es chabacano escarbar en sucesos o un baile chuminero de Lydia Lozano? Lo que está claro es que Mediaset ha tejido históricamente su liderazgo mezclando muchas maneras de ver la vida desde un prisma del reality show televisivo en trepidante directo. Todos los programas estaban unidos por la entonación del género de la tele-realidad, pero a la vez se lograba un equilibrio jugando a la diversidad de productoras con distintos enfoques en la manera de entender y afrontar la vida pasar. Así la programación se enriquecía. Aunque hablaran de lo mismo, las mañanas eran muy diferentes a las tardes. Hasta se respondían las discrepancias entre programas, lo que provocaba una peculiar competitividad dentro de la propia cadena. A veces, una rivalidad perversa.
Desde este septiembre, el grueso de la mañana y la tarde de Telecinco están producidas por la misma compañía audiovisual, Unicorn, muy marcada por la autoría de los espacios de Ana Rosa Quintana. Es lógico, los tres programas diarios que producen, La mirada crítica, Vamos a ver y TardeAR, surgen de la misma escuela. Como consecuencia, los tres observan la sociedad desde una muy parecida posición. En ocasiones, con un poco de entonación de yupis a los que les ha ido muy bien y se ponen a debatir de cuánto cuesta un ático olvidándose que su público potencial no está en esos problemas de la alta sociedad.
Este nuevo ecosistema de productoras de monótona tipología en la línea editorial puede terminar siendo un problema para Telecinco y su imagen de marca como lugar que reunía a todas las clases sociales. En Mediaset los raros se sentían representados. Ahora, en cambio, suenan risas cuando se verbaliza la palabra raro, en la mañana y en la tarde.
Pero el futuro es de los raros. Porque qué raros somos todos. Más aún las gentes de las teles con sus egolatrías, competitividades, avaricias e incluso arrebatos. La propia Ana Rosa Quintana va a sufrir no tener antagonistas fuertes en su propio canal, aquellos que le daban contenidos a los que contestar y rebatir. Más aún después de la desaparición de su productora antagónica, La fábrica de la tele. Tras perder Sálvame, a partir de enero tampoco estará detrás de Todo es mentira en Cuatro o Socialité de María Patiño y Nuria Marín.
Caer en mismos enfoques de la actualidad en nueve horas de programación (con las mismas dinámicas a la hora de crear contenidos) puede arrastrar a toda la cadena a una imagen de aburrida y monolítica, La complementariedad entre productoras abría las ventanas del canal a una ventolera de aires múltiples, incluso contradictorios, como es la propia vida. No es baladí, esa congregación es más fundamental de lo que parece para conectar con la empatía del público transversal de nuestro país, sostenido en la fuerza de la pluralidad, en la diversidad que es España.
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