No parecía un debate electoral, parecía la parodia del propio debate electoral. Biden con mirada extraviada, Trump con mueca exacerbada. Ya no sirve casi nada de lo que aprendimos de la oratoria desde el primer choque televisado de la historia, entre Kennedy y Nixon. Como mucho, lo único que continúa vigente es que un candidato está más bronceado que el otro. Y qué bronceado, en Technicolor con T de Trump.
La hipérbole de la comunicación política que vivimos ha tocado una de sus cimas con este enfrentamiento. Si este cara a cara hubiera sido escrito por un guionista, le hubieran pedido que rebajara la exageración de las características más paródicas de cada uno de los candidatos o la película no sería creíble.
Pero como la emoción ha arrasado con la razón, Trump logra construir la empatía en el ojo de sus fieles gracias a una incesante expresividad ególatra que anula a su contrincante sin necesidad de hablar. Porque mientras Biden contesta, la pantalla partida de CNN muestra el plano de reacción de un Trump con tal índice de gesticulación que roba el foco a la necesidad de concentración que requiere la voz del actual presidente.
Un presidente que le cuesta terminar las frases. A veces, hasta parece que no sabe dónde está su rival en el plató de la CNN. Su comunicación no verbal es la otra épica de la emisión. Por momentos, parece que su vida está colgando de un hilo en riguroso directo.
Trump lo aprovecha. Es el muppet mentiroso que faltó a Barrio Sésamo. Esa expresividad de moñeco despierta en el público el magnetismo de la entrañabilidad. Aunque sus monerías faciales sólo demuestren el narcisismo que es capaz de todo con tal de llevarse el gato al agua.
La CNN refutó casi 40 mentiras que dijo Trump. Pero tarde, pues Trump ya dejó los mensajes listos para que corran a través de la exageración de los vídeos de TikTok. En cambio, la argumentación más parlamentaria y menos populista de Biden necesita un contexto que las redes sociales no le van a dar. En la era de la viralidad, nos quedamos con su cara provecta.
Al final, esta cosa ha parecido más un encuentro entre dos ex presidentes resignados que un debate entre líderes de futuro para Estados Unidos. Trump con sed de venganza, Biden con sed de un vaso de leche para irse a descansar a la cama.
Comentarios