Si La 2 de TVE emite por las tardes documentales sobre cómo viven los animales, La 1 de TVE emite la noche de los martes un docushow sobre cómo reforman sus casas los ricos. Todo un servicio público para entender otros universos que están en este. Aunque, a menudo, cueste comprender sus preocupaciones cuando versan sobre el estrés de decorar una mesa con una vajilla de un color determinado. Porque según la tonalidad que tenga pega para beber en verano o no.
Por suerte, la cualidad de servicio público de RTVE nos da la oportunidad de integrar en el mundo laboral a Chábeli y Julio José Iglesias y permitirles jugar a ser decoradores de hogar. Que la gente de bien atesora muy buen gusto para las artes decorativas. Es lo suyo.
Listo, cada semana, la producción de este espacio de TVE, que se llama en un alarde creativo Her-manos a la obra, paga una reforma a un famoso. Bueno, y su caché también. O no mostrará su intimidad. La celebrity se lleva un dos en uno. Todo pensando en el pueblo llano, que merece saciar la curiosidad y cotillear el hogar de personajes populares, a la vez que asiste a cómo mejoran un poquito más su modo de vida. La generosidad, lo primero.
Pero este martes el programa de Chábeli y Julio José Iglesias ha rizado el rizo de la meritocracia. Y directamente ha reformado la terraza a su madre, Isabel Preysler. Aunque la reforma sólo es una excusa para entrar a la mansión que se conoció como Villa Meona y entrevistar a la propia Preysler. No obstante, tampoco ha hablado mucho. Será porque estar siempre posando a cámara para no defraudar expectativas estéticas impide cierta expresividad.
Al menos, Chábeli y Julio José le ponen gracia. Hasta bromean con lo bien que reforman cuando a la vista está que no hacen nada ni necesitan hacerlo. Y mejor que no lo hagan. O no hubieran quedado tan hermosos unos sofás de bambú, que han remodelado a su mami y que han servido de excusa narrativa para tener una percha de conflicto a la que agarrarse durante el programa. Los muebles, de bambú y teca, estaban en mal estado. Se ve que la madera pudriéndose nos iguala a los humanos. En el caso de Preysler, este problema del primer-primer-primer mundo ya está solucionado gracias al prime time de La 1, no sin antes colarnos unas cuantas promociones subliminales de lugares a los que podemos ir a que nos redecoren la vida si el dinero te sobra para dos vidas.
Pero qué difícil es empatizar cuando se respira en el ambiente que la reforma da absolutamente igual a los protagonistas. Ni siquiera teatralizan un poco la alegría en modo apertura de boca ante la sorpresa de la transformación. No arriesgan, quizá saben que la ilusión boquiabierta es muy complicada de interpretar sin caer en la sobreactuación. Así un programa que debería ser familiarmente cálido transmite frialdad estirada. Imposible identificarse con ellos y su idioma. Lo interesante hubiera sido mezclar a Isabel Preysler con unos chapuzas de barrio. O directamente llevar a Isabel Preysler a una obra de una casa en Vallecas, donde sí se necesita una mano y una inversión económica. Bueno, vale, más fácil que esto será que aterricen los marcianos y desayunen con Isabel Preysler en su terraza recién reformada gracias a la solidaridad de la televisión pública. Igual con los extraterrestres hasta tiene más conversación que en la entrevista con sus queridos hijos.
Comentarios