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Escapadas fin de semana: lo mejor de Marrakech en 48 horas

Mezquita de Koutoubia por la mañana.
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Hablar de Marrakech es aprender a pronunciar el nombre de su plaza más conocida, Jemma el Fna, una plaza que no es especialmente bonita ni acogedora y que suele decepcionar en la primera mirada. Igual que la ciudad, cuya magia va mostrando al viajero poco a poco, haciendo que este sea merecedor de la misma y no al contrario.

Junto a Mequinez, Fez y Rabat, esta es una de las cuatro ciudades impreriales de Marruecos y, por lo tanto, es una urbe orgullosa, con esa dignidad tan propia del mundo árabe y que tan claramente se percibe durante el regateo, el arte de la compraventa por excelencia. Para descubrirla al máximo en una escapada corta de fin de semana, de 48 horas, este es un recorrido orientativo.

Su plaza más conocida, Jemma el Fna, no es especialmente bonita ni acogedora y suele decepcionar en la primera mirada
Puerta de Bab Agnaou.
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Día 1. Mañana

09:00. La puerta Bab Agnaou es un buen punto de arranque. Aparte de ser una de las más bellas entradas de la medina, permite adentrarse en Marraquech desde su historia, que habla de los almorávides y de los almohades, y cómo estos fortificaron aún más el área que se abre tras Bab Agnaou y que se conoce como kasbah o ciudadela. La puerta también hace alusión a los gnaoua, los esclavos que llegaban del África subsahariana y cuya música aún se sigue escuchando en Jemma el Fna. Tras pasar la puerta, se tuerce a la derecha para tomar la rue de la Kasbah, que conduce a la mezquita homónima (la hermana menor de la Koutoubia), y a las Tumbas Saaedíes. A estas horas aún no hay invasión de grupos organizados, por lo que se puede disfrutar con calma de la belleza del arte islámico y la tranquilidad de este oasis.

10:00. Aunque quizás sea pronto para empezar a sacar el monedero, enfrente de las tumbas espera la amplia oferta de especias y cosméticos naturales de Aux 100.000 Épices. Los marroquíes son expertos en relatar todas las virtudes medicinales de plantas, raíces y aceites. La herboristería sigue siendo utilizada para curar males de salud, aunque la efectividad de algunos de los ungüentos o infusiones tiene más de leyenda que de realidad. Si no hay excesivo interés, mejor no entrar porque la parada durará en torno a la media hora como mínimo.

Los interesados en las ruinas pueden acercarse al palacio El Badii o dirigirse hacia la Place des Ferblantiers para ver a los artesanos del estaño

10:30. Los interesados en las ruinas pueden acercarse al palacio El Badii a través de los callejones que parten a la izquierda de la Rue de la Kasbah (un poco más allá de las tumbas) o dirigirse hacia la Place des Ferblantiers, desde donde se llega con más facilidad. En la plaza se puede ver el trabajo de artesanos del estaño. Es también un buen lugar para sentarse a observar la vida del barrio mientras se toma un refresco, ya que uno de sus lados cuenta con unos cuantos restaurantes de ambiente popular.

Mercado de Jemaa el Fna.
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11:30. Antes de perderse por la mellah, el mercado cubierto de la kasbah espera con sus puestos de utensilios de cocina, ropa y alimentación, todo un guirigay de cacareos de gallinas, tenderos gritando sus ofertas y mujeres llamando a sus hijos. Más refinado es el de los joyeros, un pequeño zoco llamado Sagha que pone en evidencia el pasado judío del barrio que se abre a pocos metros de allí. Cerca de la plaza Souikha, en derb Manshoura, se encuentra una de las tres sinagogas que han sobrevivido al tiempo y, un poco más allá, el cementerio judío.

12:30. El estómago debería empezar a moverse, y como los museos y demás visitas culturales cierran en torno a esta hora, lo suyo es sentarse a la mesa. A un breve paseo y en un callejón cercano a la rue Riad Zitoun el Jedid se encuentra Le Tanjia (14, derb Jdid). En el frescor del patio de este antiguo riad se puede almorzar platos ligeros o degustar tradicionales platos marroquíes como el cordero a la brasa.

Musico ambulante en Marrakech.
Bartosz Hadyniak

Día 1. Tarde

15:00. Tras el té con menta que finaliza cualquier comida marroquí, es hora de continuar el paseo por la medina. A pocos metros, en la misma rue Riad Zitoun Jdid se encuentra Dar Si Säid, un bello palacio ricamente decorado. La visita no sólo permite conocer todos los elementos que caracterizan al estilo tradicional marroquí, como los estucos y los azulejos, sino también una interesante colección de artesanía: caftanes antiguos, cofres, alfombras, joyas bereberes, armas…

16:00. Continuando por la rue Riad Zitoun el Jdid se llega a rue Dabachi, en los aledaños de los zocos. Se gira a la izquierda y ya se está en la plaza Jemma el Fna. Conviene sentarse en algunas de sus terrazas para ver el ambiente de la plaza cuando aún es de día. La terraza del Café de France es un buen palco. Si después de observar durante un largo rato aún quedan dudas de por qué la Unesco ha protegido este espacio como Patrimonio Inmaterial, basta con levantarse de la mesa y dar una vuelta alrededor de ella.

Conviene sentarse a tomar un café  en alguna de las terrazas de Jemma el Fna para ver el ambiente de la plaza cuando aún es de día

17:30. El espectáculo nunca falta en Jemma el Fna. Pero tampoco en los zocos, a los que se accede desde el área norte de la plaza. Los actores cambian y la luz del sol desaparece tras los caños y los techos de uralita, pero el viajero siente que sigue en un teatro. Si uno no se empeña en lo contrario, el divertimento está asegurado en uno de los mercados cubiertos más atractivos del mundo árabe y donde todo tipo de mercancías van desfilando ante la mirada excitada por tanto estímulo. Se puede seguir el itinerario propuesto en el capítulo de los paseos urbanos, que parte de la place Bab Fteuh, junto al café Argana, o seguir su propio instinto.

Bar Majorelle del hotel La Mamounia.
Alan Keohane

Día 1. Noche

21:00. Tras volver al hotel o riad para soltar las compras, darse una ducha y descansar un poco, de nuevo hay que poner rumbo a Jemma el Fna. El paisaje y el paisanaje habrán cambiado. La mayoría de los cuentacuentos, dentistas y demás personajes que habitan la plaza durante las horas de sol habrán desaparecido para dar lugar al bullicio de decenas de puestos de comida, con su mercancía fresca recién colocada en los mostradores. A la hora de elegir chiringuito, conviene decantarse por aquel que esté más frecuentado por locales.

22:30. Si no dio tiempo de ver la mezquita Koutoubia por la tarde, ahora no es mal momento de acercarse hasta ella, ya que la iluminación resalta su belleza y permite ver con más claridad los detalles decorativos de sus cuatro caras. Las murallas también estarán iluminadas y acompañarán durante una parte del camino que lleva de nuevo a la Bab Agnaou. En la plaza des Ferblantiers espera la cerveza y las actuaciones en directo del Kosybar. Si hace buena noche, su terraza estará muy codiciada.

Para quien apueste que verá el amanecer, mejor ir directamente a la discoteca Theatro

00:30. Si aún se tienen energías y se quiere seguir explorando la noche de Marrakech, es hora de cambiar de escenario. Los sonidos ochenteros suenan en el Palais Jad Mahal, próximo al cercano Hotel La Mamounia y animado ya a partir de esta hora, mientras que por Le Comptoir Darna, también en Le Hivernage, el ambiente es más moderno. Para quien apueste que verá el amanecer, mejor ir directamente a la discoteca Theatro, también en la misma zona.

Mezquita de Koutoubia.
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Día 2. Mañana

09:00. Si no se ha trasnochado demasiado, podrá verse cómo va desperezándose Jemma el Fna. Los puestos de zumo de naranja son a estas horas los protagonistas, al igual que el rico café con leche del Café Argana. Junto a éste, una calle con algunas tiendas de souvenirs conduce a la Place Bab Fteuh. Tras meterse en la oscuridad del zoco y dejar tras de sí los puestos de los huevos, se sigue hacia la place Mouassine. A estas horas, las compradoras son en su mayoría marraquechíes en busca de encurtidos, ropa o utensilios del hogar.  Cuando se deje a la izquierda el santuario de Sidi Abdel Aziz, se tuerce hacia la derecha por Zaouiat Lakhadar hasta que se vea la mezquita Ben Youssef y la plaza homónima.

10:30. En torno a la plaza Ben Youssef hay tres importantes visitas. Lo interesante sería ir de menos a más, así que la Koubba Ba’adiyin daría comienzo a este trío de paradas culturales. Tras ver los restos de lo que fueran los antiguos baños de una mezquita, a unos pocos pasos espera el Museo de Marraquech. Su colección no es muy extensa, pero merece la pena entrar aunque sólo sea para admirar la impresionante lámpara que cuelga en el patio y ver los elementos decorativos tradicionales de la arquitectura marroquí. Se puede tomar un té en su cafetería o dirigirse a la vecina madraza Ben Youssef. El tiempo pasará rápido en el interior de esta antigua escuela coránica bellamente decorada. Además del patio, se pueden visitar los antiguos dormitorios de los estudiantes, unos espacios realmente austeros y pequeños donde apenas cabía un camastro. No hay que irse de la madraza sin visitar los baños.

El color azul majorelle viste las fachadas de los edificios dispersos por este jardín del mismo nombre

12:00. Al salir de la madraza se tuerce a mano derecha para tomar la rue Bin Lafnadek, que acaba en rue de Bab Debbagh. En este punto, conviene ir preguntando por las tanneries, es decir, las curtidurías. Mejor dirigirse a algún comerciante o a un niño, quien por unas pocos dirhams llevará hasta ellas y conseguirá un poco de menta. Las hojas ayudarán a aromatizar la nariz y así evitar la bofetada del olor nauseabundo que flota sobre las curtidurías. Si no hace mucho calor ni sopla viento, el aroma a heces y amoniaco puede que no ascienda hasta la azotea desde la cual el viajero observa el proceso que lleva a la piel a ser preparada para trabajar con ella y transformarla en pufs, bolsos, chaquetas…

13:00. En la cercana puerta Bab Debbagh se puede coger un taxi hacia el Jardín Majorelle. En menos de diez minutos, el frescor de este pequeño vergel limpiará de la nariz cualquier rastro de las curtidurías. Aunque el color sí que seguirá siendo protagonista. Sobre todo el verde, el rojo y el azul majorelle, un azul cobalto que viste las fachadas de los edificios dispersos por este jardín diseñado como una obra de arte por el pintor francés que le da nombre. Pagando otro ticket se puede visitar la colección de arte islámico que reunió su último propietario, el modisto Yves Saint Laurent. El jardín cuenta también con un café y una tienda con propuestas muy interesantes, pero si se quiere llegar a tiempo a la próxima parada, conviene no entretenerse demasiado.

Jardín Majorelle.
Getty Images

Día 2. Tarde

14:00. Un taxi lleva en menos de cinco minutos hasta el restaurante Al Fassia (55, boulevard Mohammed Zerktouni), un local muy famoso en la ciudad por su cuidada cocina tradicional. Hay que llegar antes de las 14:30, que es cuando se pasan las últimas órdenes a la cocina. Todo el personal es femenino y los platos se preparan y presentan con esmero y mimo. La pastilla o bastila de pichón o cualquiera de sus tajines y cuscús están deliciosos.

16:00. A pocos metros del restaurante se encuentra una de las calles más interesantes de Guéliz, la rue de la Liberté, llena de tiendas chic, cafés y alguna que otra galería. También habrá que recorrer la callejuela rue du Vieux Marrakchi, que parte desde la misma rue de la Liberté. Si se quiere descansar entre compra y compra, a escasos metros, en la vecina avenida Mohammed V, esperan los dulces de la famosa pastelería Al Jawda, que ha abierto aquí un salón de té.

La rue de la Liberté está, llena de tiendas chic, cafés y alguna que otra galería

18:00. Para rematar un día pleno de estímulos olfativos, sonoros, visuales y gustativos, nada mejor que dedicar la última hora de la tarde al quinto sentido: el tacto. Para ello debemos haber reservado antes en alguno de los hammans que hay por la ciudad o incluso puede que lo haya en el propio hotel. Hay un amplio menú de tratamientos y masajes relajantes. Lo más apetecible son lo que llaman “Les formules”, propuestas de una hora u hora y media de duración que incluyen un tratamiento completo.

Plaza Jemaa el Fna por la noche.
Nowak Lukasz

Día 2. Noche

21:00. Con el cuerpo y los sentidos relajados, se llega a Dar Moha, un antiguo riad que en su día fuera residencia del modisto Pierre Balmain y que hoy alberga uno de los restaurantes más famosos de Marraquech. Si el alojamiento está en Guéliz o al sur de la medina, será más práctico coger un taxi hasta la puerta Bab Doukkala. La calle homónima conduce hasta la rue Dar El Bacha, en cuyo número 81 se encuentra este restaurante, donde se cenará mientras se disfruta de actuaciones de músicos gnaoua. El menú es cerrado y consta de catorce pequeños entrantes que preceden al cuscús, tajin o pastila elegida. Entre las propuestas, destaca el cuscús de foie gras al aceite de argán y sal de Guérande.

23:00. Si aún queda un ápice de energía para continuar alejado del riad o el hotel, habrá que parar un taxi para ir a Bô-Zin, situado en la carretera de Ourika. Se puede negociar con el taxista un precio para que espere a la vuelta o pedir uno más tarde desde el mismo local. En verano es una dirección muy recomendable para escapar del calor de la medina. Además, su ambiente elegante y chic está garantizado.

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