OPINIÓN

Deténgase, Dave

Deténgase, Dave
Deténgase, Dave
Deténgase, Dave

Están tardando las máquinas en tomar la Tierra como Dios manda, a no ser que Dios sea un artilugio, lo cual, por cierto, tendría más sentido que todas las religiones juntas. Los artefactos ya han sometido a media Humanidad gracias a la dependencia que provoca el uso cotidiano: desde la tiranía de WhatsApp hasta la pleitesía rendida a la tablet, la consola y la Nespresso. Son obediencias edulcoradas con el argumento de lo “práctico”, pero aún estamos lejos de ese futuro desastroso que nos ha anunciado el cine catastrófico de ciencia-ficción (debería existir la catastroficción como género). En las películas no hay tiempo venidero que sea bueno; la industria del entretenimiento lleva años prediciendo grandes males en forma de simios habilidosos, cataclismos espaciales, replicantes inquietos, recuerdos implantados, robots viajeros o artefactos que simulan sociedades vivas.

Pero todo eso ya estaba en la indispensable 2001: Una odisea del espacio de Kubrick. No intentaremos explicar el famoso monolito en forma de iPhone, porque su verdadera esencia metafísica reside en la conciencia de la computadora que controla la nave espacial. La impactante (y terrorífica) escena en la que HAL 9000 va perdiendo lógica mientras Bowman le desconecta módulos de memoria, además de anticipar todo el género cinematográfico de máquinas rebeldes y malvadas, nos proporciona un debate con miga: ¿Impedirá la obsolescencia programada que seamos sometidos por la inteligencia artificial? Hay millones de baterías, chips, circuitos, resistencias o componentes electrónicos esperando la luz verde, y esa señal podría ser cualquier aparato puesto en funcionamiento. Cada vez que accionamos la tostadora nos jugamos la pervivencia de la raza humana. Tengo miedo. Y me doy cuenta.

Pepe Colubi

Parte de la comuna ILUSTRES IGNORANTES y ha escrito un par de novelas esperando un inmerecido golpe de suerte que le aleje del esfuerzo. Espectador de todo.

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