OPINIÓN

Gracias, de nada

Gracias, de nada
Gracias, de nada
Gracias, de nada

Debe de ser cosa de la edad. No de la que ya voy teniendo, sino de una involución que me aleja de la madurez cuando más debería acercarme a ella. Una aplastante ley no escrita dice que según cumples décadas es bueno abandonar ímpetus propios de la adolescencia como las juergas, la vagancia, los vicios, la dispersión, las gominolas o la nocturnidad alevosa. Además de los antinaturales madrugones (¿de verdad las ocho horas diarias de sueño tienen que dormirse del tirón?), nuestro perverso sistema ha convertido la venganza de dios al expulsarnos del Paraíso en necesaria bendición para ganarnos la vida. Incluso existe un diagnóstico popular (no incluido en los manuales de trastornos mentales) llamado “Síndrome de Peter Pan” que señala el natural impulso de resistirse a la obligación. Yo siento alivio al librarme de las responsabilidades, incluso antes de adquirirlas.

Algo así impide que me involucre emocionalmente con muchas de las recientes películas que tratan de forma épica la superación personal, los achaques éticos de la edad, la asimilación del fracaso o el vacío cotidiano. Cuanto más ambiciosa es su trascendencia, más me alejo del mensaje porque el contenido me resulta pretencioso, inabarcable y patético (tanto como las últimas medias horas de moralina en las supuestas comedias comerciales). Así me irrita, por ejemplo, la egocéntrica vacuidad de Birdman (se ha pasado muy por alto que se subtitule “o la inesperada virtud de la ignorancia”). O veo Whiplash y cada vez que el magnífico J. K. Simmons agita su puño en el aire para que sus alumnos dejen de tocar, me viene a la cabeza el viejo chiste de: “¿En qué mano está el saltamontes?”. Es mi problema: me puede la tontuna. No soy un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Soy un viejuno boborolo que se ríe como Pulgoso, sin ton ni son, fuera de lugar. Y cada vez me gusta más el cine.

Pepe Colubi

Parte de la comuna ILUSTRES IGNORANTES y ha escrito un par de novelas esperando un inmerecido golpe de suerte que le aleje del esfuerzo. Espectador de todo.

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