Yago García Redactor 'Cinemanía'
OPINIÓN

‘Mujeres desesperadas’: Estrógeno venenoso

La serie más denostada de su época supuso un contrapunto lleno de humor negro para otros shows 'de calidad'.
Las protagonistas de 'Mujeres desesperadas'.
Las protagonistas de 'Mujeres desesperadas'.
Las protagonistas de 'Mujeres desesperadas'.

No todo van a ser novedades en esta vida: CINEMANÍA rescata los shows que hicieron historia de la TV con esta colección de artículos. Bienvenidos a nuestros Clásicos en serie.

En el mundo televisivo hay series que, como Erich Von Stroheim en el Hollywood clásico, llevan la etiqueta de “el show al que adoras odiar”. Y, aunque la categoría es abundante, entre ellas destaca Mujeres desesperadas (disponible en Amazon Prime Video).

Durante sus ocho temporadas entre 2004 y 2012, la creación de Marc Cherry quedó como el epítome de todo lo inadmisible en TV: por zafio, por inverosímil, por exagerado y por suceder a Sexo en Nueva York como estandarte de ese subgénero que, según brillante expresión de las cuñadas de Homer Simpson, podemos describir como “mujeres comportándose como gays”.

Pues sí, Mujeres desesperadas era todas esas cosas, ¿y qué? Dejando aparte las dudas acerca de si su estigmatización hubiera sido tan carnicera de no haber coincidido con el auge de la TV ‘de calidad’, las comadres de Wisteria Lane no recibieron aquella mala prensa solo por el drástico bajón que las afectó desde su segunda temporada. 

Los vistazos por encima del hombro nacieron también, en muchos casos, por tratarse de un show que nos mostraba a actrices encarnando a personajes fallidos. Por no decir “a auténticas hijas de perra”. Regodeándose en la maldad intrínseca al género humano, como todo buen culebrón, esta serie supuso el reverso petardo de esas películas sobre el colapso de la pequeña burguesía que tanto proliferaron tras el éxito de American Beauty.

 Solo que las aventuras de la siempre atacá Lynette (Felicity Huffman) o de la indescriptible Bree (Marcia Cross) pasaban de formas arty para, en su lugar, convertirse en una vía de escape que permitiese a sus espectadoras (y, sí, también a sus espectadores no heterosexuales) constatar un hecho múltiples veces probado: la vida cotidiana es un espacio tan horrible que solo necesita un pequeño empujón para volverse descacharrante.

Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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