OPINIÓN

Iowa Police Log

Iowa Police Log, la columna de Sabina Urraca
Iowa Police Log, la columna de Sabina Urraca
Cinemanía
Iowa Police Log, la columna de Sabina Urraca

No es lo mismo bajar al cuarto de contadores de tu edificio en Madrid que bajar a lavar la ropa al sótano en Iowa City. Habrá oscuridad en el cuarto de contadores, pero ni pizca de esa aura que nos transporta a una película en la que una sombra brota en un rincón y se traga a la protagonista para siempre. No es lo mismo un columpio vacío que se balancea suavemente en un parque español que un neumático que se balancea solo, antes de la tormenta, en un árbol de las afueras de Cedar Rapids

El primero es imagen cotidiana. El segundo es niños muertos viniendo a por ti. Cuántos trigales he acariciado en los campos de Logroño. Qué miedo me da internarme en los campos de maíz de aquí. Pero lo cierto es que tras los primeros meses los terrores cinematográficos quedan a un lado y el escenario del terror es hogar. Los habitantes originarios, sin embargo, parecen vivir más envenenados que nadie de la ficción que han exportado. Así lo atestigua el Iowa Police Log, página en la que se van posteando los avisos que los ciudadanos reportan a la policía. El objetivo, supongo, es mantener a la población informada de cualquier peligro. Informada hasta la extenuación. Espantada por nada. 

Cada noche antes de dormir, me regocijo con el terror de los iowenses. Puedo comprender el miedo al leer: “Hombre disfrazado de esqueleto abriendo buzones”. Empatizo con el susto del que afirma que “hay una serpiente en un lado de la carretera; parece una pitón”. Pero me lleno de ternura ante ese “ciudadano que afirma que ayer bebió agua en un bar y le sentó mal”. Quiero abrazar a ese que “reporta haber escuchado una vaca muy cerca de su casa”. En un momento, los reportes dejan de ser tales, y se transforman en síntomas de una patología mental: “Ardillas actuando de forma sospechosa junto a los cubos de basura”. 

Otros días, el Police Log me hace llorar. Es poesía. La vida sucede ante los ojos de los espíritus sensibles, y ellos reportan estos pellizcos de su alma a la policía: “Dos niños jugando en la calle”. Anoche tuve que abrir la ventana y lanzar un beso volado a la ciudad. A las 12 de la noche, alguien reportó: “Hay un zorro sentado en la esquina mirándolo todo”.

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