OPINIÓN

Se acuerda, no se acuerda

Marilyn Monroe en 'Niágara'
Marilyn Monroe en 'Niágara'
Cinemanía
Marilyn Monroe en 'Niágara'

No se acuerda de comprar pechugas de pollo antes de llegar a casa, pero sí de que Alfred Hitchcock, siendo niño, se quedó una noche solo en casa mientras sus padres asistían a una fiesta. Cuando volvieron, lo encontraron rumiando su angustia de niño neurótico, masticando un filete crudo en un rincón de la cocina. 

A veces no recuerda los nombres de los hijos de sus amigas, pero sabe perfectamente que la hija de Judy Garland se llama Cheryl Crane. No se acuerda de las intolerancias alimentarias de cada uno de sus amigos, y a veces mete la pata ofreciéndoles algo que no pueden comer, pero sabe perfectamente que la dieta que la Metro Goldwyn Mayer puso a Judy Garland estaba basada en cigarrillos, sopa de pollo y café. Se olvida de ir a ver a una de sus amigas más queridas, que está enferma. 

Ayer vio una película de Winona Ryder, y su amiga se parece tanto a Winona, que tenía la sensación de haberla visitado. A veces no sabe si ama a Marilyn Monroe porque tenía endometriosis, la misma enfermedad que aqueja a su amiga, o es al revés; es en ese gesto de sufrimiento de la amiga revolcándose en las sábanas en el peor día de la regla, lamentándose por la posibilidad de esterilidad que se cierne sobre ella, donde ella puede sentir que por un momento está junto a la Norma Jean sufriente a la que desea cuidar y bañar y alimentar, sin dejar que muera joven. 

El día que operan a su amiga, le agarra la mano mientras el calmante hace efecto. Después, cuando ya se ha dormido, garabatea, copiando la letra puntiaguda y agitada de Marilyn, la misma nota que Monroe puso sobre su vientre antes de ser operada: “Por favor, doctor, se lo ruego: no me extirpe los ovarios”. Levanta la sábana y la coloca delicadamente sobre el vientre de su amiga.

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