OPINIÓN

Días 7 y 8: Monstruos S. A.

Días 7 y 8: Monstruos S. A.
Días 7 y 8: Monstruos S. A.
Días 7 y 8: Monstruos S. A.

Con el paso de los años, la serie B se ha visto sometida a tantas interpretaciones que ocurren cosas raras en el mundo del género. Por ejemplo: lo que tú pensabas que era una peli con monstruo cutre resulta que en realidad hablaba de la falta de solidaridad obrera en el Tercer Mundo. Los directores son de por sí vanidosos, y nunca negarán una interpretación, por peregrina que esta sea, y créanme cuando les digo que hay gente dispuesta a hacer interpretaciones más que peregrinas sobre lo que ve en una pantalla.

Ése es el principal mérito de Monsters, de Gareth Edwards, director criado realizando efectos especiales para documentales de catástrofes del tipo Tornado: la inversión de los términos. Es la suya una película barata y pequeña, con factura de serie B, que habla sobre cosas muy preciadas y grandiosas y pone por excusa un argumento fantástico: la invasión de parte de Centroamérica por parte de unos alienígenas. Cruzar del Sur de la raya al sacrosanto Norte, la Tierra de la Libertad estadounidense, es la tarea de la pareja protagonista. La del espectador consiste en esperar a que aparezcan los aliens. No vamos a contar como acaba, pero muchos se han quedado con el molde cuando han aparecido los títulos de crédito. A mí se me han puesto los ojos vidriosos. Sensible que está uno.

Monsters

Saben lo de aquel capricho goyesco: “el sueño de la razón produce monstruos”. El de los dólares, también. Me pegué tremendo madrugón para ver la nueva película de Joel Schumacher, uno de los directores de alquiler más interesantes de Hollywood. Imprevisible, tan pronto hunde una franquicia (Batman y Robin, 1995), como retrata la decadencia definitiva del capitalismo (siempre he preferido Un día de furia a Wall Street). Esta vez toca la de cal: el dinero lo ha puesto Chace Crawford, pimpollito que busca desmarcarse del papel que le ha dado dinero con Gossip Girl haciendo de malote sin afeitar en Twelve. Schumacher lo tenía fácil para hacerlo mal: la novela de Nick McDonell en la que está inspirada la película es una versión aguada y prepúber del Menos que cero de Bret Easton Ellis. Si Marek Kanievska capturaba el ambiente de pijismo decadente de Ellis con maestría en Golpe al sueño americano (1985); Schumacher hace lo propio con la nadería acneíca de McDonell. Un bluff sólo recomendable para fans de 50 Cent, que en arriesgadísima apuesta hace de él antes de ser rapero (camello, vamos).

Chace Crawford Twelve

Aquí os dejamos el momento Mac de Un día de furía, para que recordéis al Schumi de los buenos tiempos.

El resto de la jornada dio para ver que el cine europeo está mal tirando a muy mal y que, además, se piensa que el cinéfilo es tonto o carece de memoria. My Joy, del ucranio Sergei Loznitsa tiene la virtud, bastante habitual en esta edición del festival, de confundir el cine de género (cómo ha conseguido la producción) con el cine de autor (lo que le pide el cuerpo), así que este remedo del gran Balabanov queda en tedio; Easy Money, del brasileñosueco Daniel Espinosa es un intento de buscar el viejo éxito de la trilogía Pusher (Winding Refn) y tiene pinta de haber venido al festival por un intercambio de esos en plan “tú a Río y yo a Sitges”. No todo está perdido, sin embargo…

Hoy día, tal y como están las cosas, de los únicos que te puedes fiar en el mundo del cine es de los orientales. Si en otra entrada hablábamos de la sobriedad monástica de Miike (sigo convencido de que no ha sido él, sino su primo el que ha debido dirigir 13 Assassins), hoy nos maravillamos con Outrage, regreso al cine de yakuzas del Takashi más conocido, Kitano. Un nuevo y saludable baño de sangre del hombre de rostro inexpresivo. Como todos los japoneses son iguales, al principio uno intenta seguir el hilo del filme. Al rato lo ha dado por imposible, se relaja, y disfruta de la acción sin importarle la trama. Cuando saca el Beat que lleva dentro y pasa de la crítica occidental, es cuando nos gusta más. ¡Arigato, maestro!

Outrage Kitano

Desde Sitges, la crónica de Rubén Romero.

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