Cincuenta sombras de Grey

Durante la mayor parte de esta película, Christian Grey (Jamie Dornan) presiona a Anastasia Steele (Dakota Johnson) para que firme un contrato y así puedan finalmente tener sexo. Y mientras eso sucede, mientras ella se piensa si debería firmar, copulan con asiduidad. ¿Es eso lógico? No, pero de haberse alguien preocupado por la lógica en esta película no habría sexo, y de eso ni hablar. Las escenas de sexo son el único motivo por el que millones de personas irán a verla, a pesar de que, son breves y repetitivas y nada eróticas y en general, para cualquier que espere de ellas más que lo que ya ve gracias a la HBO, una engañifa. Y es curioso que en una película dirigida sobre todo a las mujeres haya mucha más desnudez femenina que masculina. A Grey no debe de resultarle cómodo seguir su tabla de ejercicios de bondage sin quitarse los vaqueros.

De bondage, en todo caso, poco. La película se esfuerza en dejar claro que el deseo de dominio de Christian es algo terrible, y el horror que siente Anastasia al darse cuenta de lo monstruosos que son los vicios de él. Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De una sala llena de látigos y esposas claramente sin estrenar? ¿De media docena de azotes para los que la prepara cuidadosa y hasta afectuosamente? ¿A esto le llaman ahora sadomaso?

Cincuenta sombras de Grey demoniza cualquier práctica sexual que incluya cachetes y, por tanto, retrata a Grey como un hombre enfermo que necesita ser reformado y, sobre todo, un abrazo urgente. Y para eso está ella, para convertirlo en un novio normal al que poder someterse. Que le compre flores y la lleve al cine y le haga cosquillas en la espalda tras hacer el coito. Y, ya que la cartera del muchacho rebosa panoja, que le compre un coche y la lleve de viaje. Es decir, quiere ser dominada aunque sin azotes. Y esta película la han escrito y dirigido mujeres, y los libros en los que se basa también. Y, por cierto, lo han hecho ignorando todo sentido del drama, y de la progresión, y de la resolución. Y de la tensión. Y de la emoción. Y cuanto nos queda son algunos de los diálogos más risibles puestos en pantalla en años. Y después de esta película habrá dos más. Nos hemos vuelto todos locos.