40 años después, deberíamos asumir que ‘Grease 2’ es buena

La vilipendiada secuela del clásico no ha dejado de ganar adeptos en todo este tiempo.
Reparto de 'Grease 2'
Reparto de 'Grease 2'
Cinemanía
Reparto de 'Grease 2'

“Muchos objetos apreciados por el gusto camp están pasados de moda, fuera de época. Y no se trata de amor a lo viejo como tal. Se trata simplemente de que el proceso de envejecimiento proporciona la distancia necesaria o despierta la necesaria simpatía”, escribió Susan Sontag en 1964. “El tiempo reduce el ámbito de la banalidad, pues la banalidad es siempre en sentido estricto una categoría de la contemporaneidad. Lo que fue banal puede, con el paso del tiempo, ser fantástico”. Estas observaciones pertenecen, naturalmente, a su famosas Notas sobre lo camp, y obedecían a un interés pionero, abordando un fenómeno que entonces solo dejaba intuir sus líneas maestras.

Pero el camp, el gusto camp o la estética camp, evolucionaría, no le quedaba otra. A una gran velocidad. Apenas una década después de que Sontag escribiera aquellas líneas, era imprescindible recurrir a su categorización de lo camp para analizar una serie de obras y tendencias populares que desafiaban la crítica, conformándose como objetos tan extraños como seductores, cosechando una adulación que trascendía generaciones. De ahí, por ejemplo, que 44 años después del estreno de la película de Grease (y más de medio siglo de su llegada a Broadway) sigamos sin ponernos de acuerdo en si es una elaborada sátira, una oda nostálgica a los años 50, un panfleto machista, o una gozosa chorrada.

De ahí, también, que haya gente hoy día diciendo que Grease 2 es mejor que Grease. Muy posiblemente, diciéndolo en serio. 

Back to school again

La idea de hacer una secuela de Grease se remonta a la producción del primer film, que dirigía Randal Kleiser a partir de un hito del teatro musical. Hubo quien tanteó entonces una posible continuación con las inmediatas vacaciones de verano tras aquel curso en Rydell, donde siguiéramos las vivencias de las parejas formadas en la película: Rizzo y Kenickie, Danny y Sandy. La gente de Paramount no terminó de verlo y congelaron esa opción, dándose cuenta del gran error cometido cuando Grease se convirtió en la película más taquillera de 1978. Según quisieron rectificar, John Travolta y Olivia Newton-John eran estrellas consumadas, y las circunstancias obligaban a un enfoque distinto.

A Grease 2 le atropelló el tiempo. En 1981 MTV inició su emisión, cambiando drásticamente el panorama del audiovisual musical para toda la década. Tras la crisis del Hollywood tradicional a mediados de los 60, el género había experimentado una gran revitalización en tanto a su encaje en el pastiche referencial y la huida de los modos clásicos; en esta tendencia había despuntado el cine de Bob Fosse y fiebres contundentes como Grease o The Rocky Horror Picture Show. No obstante y de cara a los 80 el formato MTV, que preconizaba un estilo de música concreto y unas temáticas más apegadas a la contemporaneidad juvenil, se impuso con títulos como Footloose, Flashdance o Dirty Dancing.

Maxwell Caulfield y Michelle Pfeiffer en 'Grease 2'
Maxwell Caulfield y Michelle Pfeiffer en 'Grease 2'

Grease 2, aunque fuera a replicar forzosamente el talante irónico de la película anterior, no tenía nada que ver con estos títulos. Quizá un poco más con la postrera Tienda de los horrores, estrenada en 1986. Igualmente parte de su atractivo seguía radicando en lo nostálgico, tamizado a través de coreografías convencionales y canciones pegadizas con reminiscencias al rock and roll. Cuando empezó a rodarse por fin, en otoño de 1980, el panorama que aupó Grease estaba cambiando drásticamente, pero a la hora de conseguir apelar al público lidiaba con problemas aún más urgentes que la coyuntura sociocultural.

Para empezar, el proyecto de secuela había suscitado la desconfianza de buena parte de los responsables de la película original. Jim Jacobs y Warren Casey, cocreadores del musical, se negaron a hacerse cargo de la historia. Kleiser fue sustituido, por su parte, por Patricia Birch, en lo que no dejaba de ser una idea lógica: Birch era una reputadísima figura de Broadway. Luego de formar parte del elenco de West Side Story, se había responsabilizado de las coreografías de ambas versiones de Grease, para el cine y sobre las tablas, y su recuperación de cara a la secuela podía garantizar que el espectáculo mantuviera la eficacia.

Birch apenas volvería a ponerse tras las cámaras después de Grease 2 (como no contemos el videoclip de Cyndi Lauper correspondiente a True Colors, dirigido por ella), y pasó algo similar con el guionista que reclutó Paramount a la desesperada para suplir a Jacobs y a Casey. El elegido fue Ken Finkleman, cómico canadiense que a principios de los 80 no se había visto en otra: el encargo de Grease 2 le llegó cuando ya se había comprometido a escribir y dirigir Aterriza como puedas 2, debiendo alternar ambas producciones. Estos fichajes, por otra parte, ilustraban que sí había una idea clara de lo que se quería hacer con Grease 2. Incluso aunque, cuando empezó el rodaje, el guion aún no estuviera terminado.

Michael conoce a los T-Birds
Michael conoce a los T-Birds

En lo concerniente al reparto, Paramount eligió como pareja protagonista a la formada por dos intérpretes desconocidos pero de belleza arrebatadora. Michael, el primo de Sandy que se incorpora al alumnado de Rydell, sería Maxwell Caulfield, a quien los productores habían descubierto en el teatro. Y Stephanie sería una tal Michelle Pfeiffer, igualmente en su primer gran papel para la gran pantalla. En derredor regresaba Didi Cohn como Frenchy (único miembro de las Pink Ladies que estaba de vuelta) y Eddie Deezen como Eugene (todo un misterio que, en tanto al empollón de la clase, hubiera repetido curso), así como varios miembros del personal docente: Eve Arden, Sid Caesar, Dody Goodman.

La excusa argumental para este comeback era, forzosamente, anecdótica: Michael llegaba de Gran Bretaña a Rydell con Frenchy encargada de ayudarle en este nuevo ambiente (en un rol tan testimonial que hay quien piensa que el personaje en realidad es un fantasma), y conocía a Stephanie, líder de las Pink Ladies, enamorándose en el acto. Los distintos esfuerzos de Michael por conquistarla focalizaban el argumento, y se ambientaban estupendamente gracias a otra presencia común a la primera Grease: Louis St. Louis, que antes solo había compuesto Sandy pero aquí se hallaba al cargo de la totalidad de la banda sonora. 

Reproduction

Es, sin duda, la forma más sencilla y acaso honesta de amar Grease 2: la potencia de sus canciones. Por supuesto, no es que ninguna de las que propulsan la vilipendiada secuela le lleguen a la suela de los zapatos a las de la primera película, pero todas ellas tienen una energía envidiable, e incluso cierto arrojo estilístico. Supone toda una declaración de intenciones, en este sentido, que el primer número musical corresponda a una canción interpretada por los Four Tops: en efecto, las voces de Reach Out I’ll Be There están detrás de Back to School Again, donde conocemos a una nueva generación de estudiantes.

En dicha canción las guitarras eléctricas tienen una llamativa presencia, comunicando el imaginario Grease con unas evoluciones del pop más propias del año en que se ambienta la secuela: 1961. Y aún así Back to School Again es solo un prolegómeno light de lo que resulta ser más tarde el número más icónico de la película: el Cool Rider que se marca Michelle Pfeiffer, donde los riffs pesados y la distorsión rodean a un personaje en exultante soliloquio, que sobre el final se marca un baile tan amateur que solo pudo haber sido espontáneo (Pfeiffer no tenía experiencia alguna con el canto y el baile antes de aparecer en Grease 2).

Hay, sin duda, un avance compositivo entre Grease y Grease 2, que se extrapola al propio carácter de las letras. Todos los números de la primera Grease ya jugaban malévolamente con la ingenuidad de sus personajes o lo pasados de moda que estaban algunos de sus pensamientos, pero en el caso de la secuela nos topábamos con que la parodia de músicas superadas ya no era solo, por decirlo así, estética, sino que contagiaba la propia temática sostenida. En varias ocasiones, la música de Grease 2 parece buscar demoler los atractivos melódicos del film anterior, y Noel Ceballos da con un ejemplo brutal al hilo de Reproduction, número coral repleto de sobreentendidos y metáforas sexuales.

El periodista sostiene que Reproduction (enfrentando chicos y chicas en clase de educación sexual) sirve como contrapunto de Summer Nights. “Lo que allí era deseo sexual reprimido (o maquillado de tierno amor teenager) aquí es directamente desenfreno no domesticado”, escribe. Puede ser, finalmente, una de las razones fundamentales por las que Grease 2 fue absolutamente defenestrada en su estreno: es una película mucho más zafia, más burra, que convierte el refinado ejercicio de mímesis irónica del anterior film en una farsa grotesca. La música, al tener un sabor más moderno, enfatiza el distanciamiento, y complica que nos tomemos en serio los desvíos problemáticos de la trama.

Otro gran ejemplo de esto es Do It For Our Country, interpretada por un chaval que trata de convencer a su novia de que perder la virginidad con él es un deber patriótico. Esta manipulación encuentra arraigo en el marco temporal de Grease 2 (donde, a principios de los 60 y con Kennedy en la Casa Blanca, el ímpetu erótico se confundía con la ansiedad de la Guerra Fría, Eros y Tánatos mezclados en danza esquizofrénica), y blinda un musical que parece ser  “comentario” antes que “ficción”. La candidez en la ejecución de los números musicales pervive, aún así, llevando la acepción de lo camp a cargo de Sontag a un nivel más contradictorio.

La ridiculez que anega Grease 2 se debe sin duda al rol desempeñado por Fickelman, a quien no cuesta imaginar empleando las mismas herramientas retóricas con su guion que aquellas que empleó para Aterriza como puedas 2. Este esfuerzo no deja de ser, sin embargo, una prolongación/intensificación de los presupuestos de la primera Grease, dando la posibilidad de contextualizarla en función a ciertos cambios en la visión de lo juvenil con los que no había trabajado la versión de Kleiser. Cuando se acometió la adaptación de Grease, el referente más socorrido (al margen del propio cine de los 50 que representaba un tipo con el rostro de James Dean o Marlon Brando) era American Graffiti.

¿Es 'Desmadre a la americana' el gran referente de 'Grease 2'?
¿Es 'Desmadre a la americana' el gran referente de 'Grease 2'?

Es decir, una visión melancólica, romántica, afectada, aún contaminada por la visión de la adolescencia como paraíso perdido. Pero el mismo año de Grease se había estrenado Desmadre a la americana con la fundación de una nueva sensibilidad más anárquica, cínica y aún más rabiosamente misógina: la sensibilidad National Lampoon, de gran impacto cultural, y de la que es imposible distanciar a Grease 2. Grease 2 presenta a adolescentes impulsivos, sedientos de sexo, carentes de principios y absolutamente imbéciles. Algo que ocurría en la primera Grease, vale, pero al menos ahí se intuía cierto cariño por los personajes.

Imbuida como está Grease 2 en la sensibilidad National Lampoon (esa que siempre se la apaña para sobrevivir a cualquier mutación cultural, hablemos de American Pie, de Proyecto X o de la carrera al completo de Todd Phillips), quizá convendría poner en cuarentena uno de los argumentos más empleados hoy día para reivindicarla: que, aparentemente, es mucho más feminista que la primera Grease.

Fotograma de 'Grease 2'
Fotograma de 'Grease 2'

Charades

La jugada de Finkelman era sencilla. Grease narraba cómo dos jóvenes intentaban cambiar de forma que se ajustaran a las expectativas del otro y su romance prosperara. Que Sandy fuera, sin embargo, la única que consumaba el cambio (mientras Danny solo tenía un montaje a lo Goofy fracasando en diversos deportes), ha estimulado cantidad considerable de literatura en tanto a lo machista que es Grease, si bien en los últimos años se asiste a una reivindicación asegurando que no es así del todo. En el caso de Grease 2 es tan simple como que ahora es el chico al que no le queda otra que cambiar: como su prima Sandy, Michael es un empollón tremebundo, totalmente fuera de lo que atrae a Stephanie.

Stephanie milita en las Pink Ladies, que han acotado un código muy estricto en torno a con quién se pueden emparejar (básicamente, los T-Birds). El personaje de Pfeiffer lo desafía al alejarse de su eterno novio Johnny (Adrian Zmed), pero no necesariamente por caer enamorada al instante de Michael. De hecho, Michael tampoco se ajusta a sus expectativas, por lo que es inevitable asumir que Stephanie tiene una agencia de la que nunca pudo disfrutar Sandy. Una agencia, además, convertida en fetiche que predica a los cuatro vientos: adora las motos, las chupas de cuero… y a los motoristas. Lo que Stephanie quiere, más que nada en el mundo, es amarrarse a la espalda de un apuesto motorista.

Johnny se convierte en ese motorista, portando durante buena parte del film una indumentaria que oculta su aspecto, y que emparenta a Grease 2 con ciertas coordenadas sadomasoquistas. En lo que respecta a Stephanie, sin duda se guía constantemente por unos deseos intransferibles y no capitula en modo alguno, pero en retrospectiva es fácil vincularlo al clima de hedonismo que suscribe la película, y en el que como ella han navegado otros sistemas contraculturales: del movimiento hippie con el amor libre a… las propias publicaciones de National Lampoon.

Antes que por lo emancipadora o revulsiva que se pueda leer Grease 2, quizá sería más justo valorar el esfuerzo musical, de escritura y de puesta en escena. Todas las canciones son ingeniosas, vivaces, manejan un excelente equilibrio entre el melodramatismo afectado y el jolgorio (ojo al otro entramado de correspondencias que levanta We’ll Be Together frente al número de clausura de Grease, We Go Together). Por otra parte, el guion de Finkleman se apoya en un ingenioso intercambio de roles con respecto al film previo. Y la labor de Birch invoca un clasicismo mayor que el de Grease, donde nociones como el espacio o la diégesis eran constantemente trascendidas por el montaje y el diseño de producción.

Birch, por su parte, presta más atención a los bailarines mediante abundantes planos generales. No se acerca, en ningún caso, a la electricidad que Grease conseguía en la secuencia del concurso de baile (cumbre del género), pero defiende la propuesta con gran convicción, contradiciendo a quien defendiera entonces que Grease 2 era una explotación desganada y accidental. Es cierto que el rodaje fue un infierno de descontrol y cambios de planes, pero no lo es menos que cada planteamiento defendido partía de una inquietud específica, a la larga alineada con otros significantes que rodeaban el film.

Reparto de 'Grease 2'
Reparto de 'Grease 2'

A Girl for All Seasons

Es fácil pues, emparentar Grease 2 con el esfuerzo creativo que en 1981 había conducido a Shock Treatment, secuela de The Rocky Horror Show. O con la propia Rocky Horror Picture Show, de formas tan desaliñadas y exploit. Uniendo estos referentes al citado sello National Lampoon, resultaría que Grease 2 era más pertinente de lo esperado a su estreno, aunque la competencia destruyera cualquier opción de que el público la abrazara. Estrenada el 11 de junio de 1982, Grease 2 tuvo que competir durante semanas con E.T., Poltergeist, Tiburón 2, Star Trek 2 y Rocky III. Es probable que muchos espectadores ya estuvieran preventivamente hastiados de secuelas al toparse con el póster de Grease 2.

Así que sí, Grease 2 se hundió en taquilla, rodeada de críticas destructivas y el aura de desastre anunciado. Por suerte, Pfeiffer había firmado para rodar El precio del poder antes del estreno de Grease 2, de forma que su camino al estrellato no llegó a tambalearse… pero Maxwell Caulfield no puede decir lo mismo. La carrera de Caulfield, hasta hoy, ha transitado por series y telefilmes, destacando cómo Grease 2 le destruyó la carrera antes de que esta pudiera despegar y, sin embargo, exhibiendo cierto cambio de actitud a medida que ha ido viendo que generaciones posteriores reivindicaban la película. Prueba de esto es una reciente entrevista que le han hecho en SlashFilm.

En lo que respecta a Grease como franquicia, Paramount había planeado hasta dos continuaciones más allá de la segunda entrega (llevando al instituto Rydell a pleno corazón de la contracultura y el movimiento hippie), pero su fracaso congeló cualquier tentativa. Hoy, como no podría ser de otro modo, hay planes muy sólidos de expandir tardíamente Grease. Se habla de una precuela centrada en el verano de Danny y Sandy, titulada Summer Lovin. Ya está en producción una serie spin-off para Paramount+, The Rise of the Pink Ladies.

Y entretanto, seguimos sin saber exactamente cómo relacionarnos con Grease 2. Si nos hace gracia porque es mala, si nos gusta porque entendemos que todo es una parodia, o si hablar de camp a estas alturas sigue teniendo algún sentido. Lo único que queda más o menos claro es que Cool Rider es un temarral, y que fue todo un milagro cinematográfico que Michelle Pfeiffer lo interpretara.

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