El pasado 29 de octubre la directora de fotografía Halyna Hutchins falleció en el set de Rust, situado en el rancho Bonanza Creek de Nuevo México. Este western estaba siendo dirigido por Joel Souza, que resultó herido mientras Hutchins moría a causa del disparo de Alec Baldwin con un arma que supuestamente no estaba cargada con munición real. Las investigaciones no han cesado desde entonces, erigiendo como focos principales al propio Baldwin (por ser quien disparó y por ejercer de productor de Rust además de actor), al director de fotografía Dave Halls y a la armera Hannah Gutierrez-Reed. Todo mientras se dibujaba una producción enormemente irregular, cuyos responsables habían recurrido a todo tipo de estrategias para ahorrar costes.
En esta línea hay que destacar tanto el historial de negligencias de Halls como el hecho de que horas antes del tiroteo buena parte del equipo técnico había abandonado el set en protesta a las escasas medidas de seguridad, pero no es el único detalle inquietante que ha sobrevalorado las pesquisas del Departamento del Sheriff del condado de Santa Fe, encargado de la investigación. Hace pocos días supimos que en el ensayo que encabezaba Baldwin no estaba previsto que efectuara disparos con su arma, mientras el proceso iba fijando como objetivo primordial averiguar de dónde había salido la munición real que mató a Hutchins, y que previamente había terminado en una pistola de atrezo.
Este martes ha sido presentada una declaración que podría arrojar algo de luz sobre el misterio. En ella, un detective de Santa Fe vincula lo sucedido con Seth Kenney, responsable de PQD Arms & Prop LLC, y con Thell Reed, padre de la citada Gutierrez-Reed que también resulta ser armero. Según se puede leer, tiempo antes de la tragedia de Rust Kenney obtuvo “munición recargada”: es decir, un cartucho nuevo montado a partir de un casquillo previamente disparado. Dicho cartucho, según recoge The Hollywood Reporter, tenía el mismo logotipo que las balas de fogueo: el de la empresa Starline Brass. “La empresa solo vende componentes de munición y munición de verdad, por lo que debía ser un cartucho recargado”.
El caso es que Kenney, a lo largo de agosto y septiembre, trabajó con Thell Reed en el rodaje de otra película. Dicha producción requería la presencia de fuego real en campos de tiro, por lo que, en caso de que las balas escasearan, Kenney pidió unas pocas más. Las cuales nunca llegaron a ser devueltas (según Reed, Kenney le dijo que “las diera por perdidas”), y ahora el padre de Gutierrez-Reed sugiere que estas balas recargadas con aspecto de proyectiles de fogueo podrían ser las mismas que acabaron en el rodaje de Rust, al ser Kenney quien le vendió la munición a la propia Gutierrez-Reed. El responsable de PQD Arms & Prop LLC aún no ha hecho declaraciones sobre el asunto.
En torno a los actos de Gutierrez-Reed el día del tiroteo, los investigadores han contactado recientemente con Sarah Zachry, maestra de utilería que trabajó con la armera. Según ha declarado Zachry, el 21 de octubre ambas “amontonaron armas con balas de fogueo antes del almuerzo”; solo cinco balas porque la sexta no parecía caber. Después de comer Gutierrez-Reed cargó el último cartucho “sin comprobarlo demasiado”, pasándole la pistola a Halls. El ayudante de dirección gritó entonces “pistola fría” en referencia a que no contenía munición real, y pasó a manos de Baldwin.
Al no quedar claro cómo esos cartuchos recargados llegaron al plató de Rust, la policía sigue sin descartar que haya habido sabotaje. “Quién introdujo los cartuchos en el plató y por qué son las cuestiones centrales del caso. Esto es un paso importante para responderlas”, ha declarado el abogado de Gutierrez-Reed, que al igual que Baldwin y Hall afronta varias demandas por la muerte de Hutchins.
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