Los recuerdos cinematográficos de Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022

En casi todas las familias que vivieron las décadas de los años 60 y 70 hay una caja de cartón con películas caseras en Super-8. Aquel formato doméstico anterior a la llegada del vídeo permitía inmortalizar las vacaciones en familia, los pasteles de cumpleaños y los regalos de Navidades, para luego martirizar a las visitas con interminables sesiones de cine casero.

Annie Ernaux y su hijo Davis Ernaux-Briot bajaron la caja de cartón del altillo y le dieron forma de película, Les années super 8, presentada en el Atlántida Film Fest y que ahora inaugura el Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina, que se celebra en Valencia del 8 al 18 de noviembre. El filme podrá verse el 8 de noviembre a las 20 h. en el Teatro Talía y recuperarse el 15 de noviembre a las 19.30 h. en La Nau.

La diferencia fundamental entre Les années Super-8 y las numerosas obras de found footage que han proliferado en los últimos años, como por ejemplo las muy valiosas muestras de Carolina Astudillo o Núria Giménez Llorang, es que Ernaux es una de las más exquisitas escritoras que ha dado Francia, premiada sin ir más lejos hace dos años con el prestigioso Premio Formentor en esta misma isla (un saludo a Basilio Baltasar).

En el caso de Ernaux, la existencia de esa caja de cartón sólo podía ser una invitación a la escritura. Recordemos que no todas las familias se equiparon del aparatoso magnetófono que Kodak comercializó a mediados de los 70. La mayoría del metraje en Super-8 se llevó a cabo sin toma de sonido directo. Para Annie Ernaux la ausencia de esa pista de sonido era una página en blanco, más cuando, como es sabido, las novelas de la escritora suelen ser fragmentos de vida re manipulados con máxima precisión.

Cinemanía

Les années Super-8 se ve, y sobre todo se oye como otra novela autobiográfica de la francesa, narrada con su voz de anciana (ha cumplido 81 años) mientras aparece en pantalla joven y resplandeciente, ataviada con atuendos neo hippies en versión burguesa chic: “Les années Super 8 es, en efecto, otro texto autobiográfico que me permitía hablar de un periodo de mi vida que todavía no había explorado, el contexto familiar y social en el que había nacido mi escritura”.

Esa distancia entre las cuerdas vocales estropeadas por el uso y las imágenes gastadas por el tiempo, entre la senectud y la juventud, imprime inevitablemente una dimensión melancólica a la película. “El tiempo es en efecto lo más importante para mí. El tiempo que vivimos, el tiempo que pasamos, el tiempo del que nos arrepentimos. Por eso era importante que las imágenes desfilaran en orden cronológico, lo cual también me restaba cierta libertad respecto a la escritura. Normalmente, manda mi memoria, y aquí eran las imágenes las que suscitaban el trabajo de memoria. La forma venía impuesta por las imágenes. Aunque está claro que también tenía una gran libertad de interpretación”.

Es un lujo poder disfrutar de un texto inédito de Ernaux, en versión oral. Reconocemos su estilo conciso y certero, sin amaneramientos ni florituras pretenciosas, con el que desentraña aspectos reveladores tanto de su propia vida como del tiempo que le tocó vivir: “Si de algo me arrepiento es de no haber incluido en la película que, en aquel momento, participaba en los movimientos por el derecho al aborto y a los anticonceptivos”.

Quizás omitió el tema porque ya había escrito sobre el aborto, en El acontecimiento, sin ir más lejos: “Sí, es verdad. Por eso no pensé en ello. Pero, a la luz de lo que está ocurriendo en Estados Unidos…” Increíble, pero cierto: en pleno siglo XXI todavía quedan hombres a los que les parece normal decidir sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. “También es verdad que, en estos 50 años, han habido muchos avances en lo que respecta a la libertad de las mujeres, aunque hay que estar siempre vigilantes. Lo que ocurre en Estados Unidos nos obliga a ello. En Europa también hay países como Polonia o Hungría que no están por el derecho al aborto. Y en Francia es lo mismo. Se habla de incluirlo en la Constitución, y al mes ya todo el mundo se ha olvidado del tema. Son demasiados miles de años de sumisión al hombre, y siguen pesando en el presente”.

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Uno de los aspectos más turbadores de Les années Super-8, posiblemente el corazón mismo de la película, es que Ernaux escribió su primera novela, Los armarios vacíos (Cabaret Voltaire), a escondidas, sin decirle nada a su marido, ni a su propia madre, que vivía con ellos (una secundaria con mucho peso en la película), de lo que se traía entre manos. Luego hay lo que parece una elegante elipsis porque no comenta cual fue la reacción del marido cuando Gallimard publicó el manuscrito: “No podía ponerlo todo, pero sí hablo de que la relación empezó a congelarse cuando publiqué mi tercera novela, La mujer helada” (Cabaret Voltaire).

No es de extrañar, en La mujer helada habla de su matrimonio. A principios de los 80, los hombres eran todavía criaturas prehistóricas a las que había que servir y cocinar. Seguía sin estar bien visto que la mujer trabajara, y si lo hacía tenía que ser sin desatender sus quehaceres en la casa. Pero el mundo sigue avanzando, como lo ha hecho desde los albores de la Humanidad: tres pasitos hacia adelante, dos pasitos hacia atrás, y así.

Volviendo al estilo, que al fin y al cabo siempre es lo más importante, tanto en el cine como en la literatura, no podemos dejar de preguntarle a la venerable escritora qué sintió cuando vio dos adaptaciones tan sonadas como las recientes Passion simple (Daniele Arbid, 2020) y El acontecimiento (Audrey Diwan, 2021), en las que obviamente el estilo de las realizadoras se impone al de la escritora: “Está claro que no podía buscar mi escritura en esas películas, solo la historia, aunque creo que, particularmente en el caso de El acontecimiento, el espectador se reencuentra con algo que se desprende de mis novelas”.

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