Superhéroes LGTBI: así ha neutralizado Hollywood a los héroes 'queer' del cómic

Las disidencias sexuales y de género han acompañado a los héroes de cómic desde el principio de los tiempos: ¿por qué apenas las hemos visto en el cine?
Margot Robbie como Harley Quinn y Tom Hiddleston como Loki.
Margot Robbie como Harley Quinn y Tom Hiddleston como Loki.
Cinemanía
Margot Robbie como Harley Quinn y Tom Hiddleston como Loki.

La culpa, cómo no, la tuvo Fredric Wertham. Y no porque este psicólogo alemán afincado en EE UU fuera un supervillano, sino todo lo contrario. Hablamos de un pionero en la atención a minorías discriminadas, de un participante en la lucha por los derechos civiles... y del autor que, confirmando aquello de las buenas intenciones como camino al infierno, publicó La seducción de los inocentes, volumen de 1954 que abordaba el auge de la delincuencia juvenil tras la II Guerra Mundial.

Partiendo de una metodología muy cuestionable, cuando no viciada, el estudio de Wertham encontraba la raíz de ese problema en el auge del cómic entre niños y adolescentes. Y, si bien llamaba la atención sobre problemas reales de las viñetas (el racismo, por ejemplo), también estaba lleno de juicios disparatados, sobre todo en lo tocante a las sexualidades no hetero. Por ejemplo, aquel análisis que condenaba a Batman y Robin como “la fantasía de dos homosexuales viviendo juntos”. 

Lanzado durante el apogeo de la Caza de Brujas y de su gemelo homófobo, el Pánico Lavanda, La seducción de los inocentes tuvo efectos nefastos para los tebeos como arte e industria. Y también presentó un error habitual en la mirada heteronormativa.

Porque, si bien algunos iconos de la viñeta venían de un contexto queer (Wonder Woman, descrita por Wertham como “una imagen terrorífica para los niños y morbosa para las niñas”, es el mejor ejemplo), la asociación de muchos otros con identidades LGTBI no partía de sus autores, sino de sus lectores. Es decir, de jóvenes que se descubrían condenados a la ocultación de forma no tan distinta a la de Bruce Wayne en sus salidas nocturnas o Clark Kent cuando se quitaba las gafas.

Fans con identidades secretas

Sumando a esto su condición de fantasía escapista repleta de glamour y faralaes, es natural que los superhéroes se ganaran seguidores LGTBI, y también que los artistas dedicasen guiños a esa parte del público durante las décadas posteriores, por mucho que jefazos como Jim Shooter (director editorial de Marvel entre 1979 y 1987) se las vieran negras para impedírselo.

Así, contradiciendo a quienes hablan hoy de una invasión woke en el género, un lector de superhéroes de mediados de los 80 podía encontrarse con un personaje de género fluido (Nube, creade por J. M. DeMatteis para Marvel en 1983), con el Capitán América defendiendo a su amigo gay Arnie Roth de la homofobia del Cráneo Rojo y, en los cómics de DC, con Halo, discípula de Batman cuyo periplo resultaba fácil de asociar con la experiencia trans.

Eso por no hablar de aquellos X-Men convertidos por Chris Claremont en una celebración de la diferencia o de esa Wonder Woman más helénica que nunca gracias a los lápices de George Pérez, entre otros ejemplos que siguen sorprendiendo hoy en día.

Con sus censuras, sus errores y sus salidas de tiesto, que han sido múltiples, esta tendencia ha ido creciendo con las décadas, y hoy en día las dos majors del cómic lanzan cada junio sendos especiales celebrando a sus personajes y creadores LGTBI. Pero, si todo esto te pilla de nuevas, no te culpamos: ahora, la plataforma estrella para los aventureros con disfraz no es el papel, sino la pantalla, un formato donde el elemento queer de los superhéroes se ha visto vergonzosamente neutralizado.

'Bat-pezones' y prohibiciones

En 2019, Vengadores: Endgame trajo consigo un tsunami de aplausos a Marvel, y también, para algunos, un justificable cabreo con el estudio de Kevin Feige. Puede que, para el productor, aquel pobre tipo (el codirector Joe Russo) que lamentaba la pérdida de su marido por aquello de Thanos y el guantelete fuese un motivo de orgullo, pero muchos espectadores interpretamos su aparición como una limosna hipócrita, especialmente cuando la casa podría haber elegido entre un elenco muy numeroso de héroes y heroínas LGTBI.

Aun así, el sector marvelita resultaba un oasis de diversidad comparado con aquella DC gobernada por la testosterona 'made in' Zack Snyder, donde incluso la Wonder Woman de Gal Gadot aparecía como una figura plenamente normativa. 

Esta heterosexualización de los superhéroes en el audiovisual puede explicarse por varias razones: la primera, el empeño de bañar de ‘seriedad’ un género asociado muchas veces (y por buenas razones) con el kitsch.

Recordemos el choteo a costa de la serie televisiva de Batman (1966-1968), con esos colorines y ese humor heredados de los cómics de la época, y sobre todo de Batman Forever (1995) y Batman y Robin (1997), películas donde Joel Schumacher, un director abiertamente gay, potenció el lado extravagante del personaje y su mundo hasta extremos como aquella coraza con pezones que tanto abochornó a George Clooney.

Para recuperar el aprecio de público y crítica, ‘Bats’ tuvo que pasar por las manos de Christopher Nolan, cineasta en cuyo vocabulario no hay hueco para el sexo o el afecto no normativos... y casi que tampoco para el sexo o el afecto, en general. Que el MCU naciese a partir de las aventuras de Iron Man también se ajusta a este razonamiento: por muy bien que nos caigan Tony Stark y Robert Downey Jr., ni el actor ni ‘Cabeza de Lata’ son figuras que evoquen un imaginario LGTBI, cualquiera que este sea.

La segunda razón para privar a los superhéroes de su lado queer reside, claro, en la panoja. Hoy en día, mostrar personajes no cishetero en una película supone cerrarse mercados como las monarquías del Golfo Pérsico o China, país con el que Marvel y Disney estuvieron a partir un piñon hasta 2021. 

Aquel año, Eternals se ganó un veto en la superpotencia asiática debido a unas declaraciones políticamente espinosas de la directora Chloé Zhao, mientras otros territorios como Arabia Saudí, Qatar, Líbano y Egipto optaban, bien por prohibir el filme, bien por eliminar las escenas donde el héroe Phaistos (Brian Tyree Henry) aparecía junto a su marido (interpretado por el libanés Haaz Sleiman).

Thor: Love and Thunder (2022) sufrió un destino similar, en este caso debido a la revelación de que Korg (el alien con la voz en VO de Taika Waititi) estaba casado con un varón y a esa escena donde Valkiria (Tessa Thompson) le tiraba los tejos a una canéfora de la corte de Zeus (Russell Crowe). Algo que sorprendió a algunos, pero no a quienes sabíamos, cómics mediante, que para las guerreras de Asgard no hay armarios que valgan.

Por último, recordemos las prohibiciones de Doctor Extraño y el multiverso de la locura (2022) y Spider-Man: Cruzando el multiverso (2023) en varios países de Oriente Medio. La primera, por la presencia de América Chávez (Xochitl Gomez), heroína lesbiana criada en una familia homoparental, y la segunda por incorporar guiños visuales al colectivo trans en algunas escenas: los regímenes autoritarios, parece ser, son tan sensibles al color como ciertos sectores especialmente cerriles del fandom.

¿Por qué Harley Quinn no tiene novia en el cine?

Así las cosas, no extraña que Margot Robbie se haya partido los cuernos para que Warner y DC incluyan en las películas el romance entre su Harley Quinn y Poison Ivy: tras múltiples indicios por parte de dibujantes y guionistas (empezando por Paul Dini, creador de la mortífera payasita) y shippeos del fandom, la pareja entró en el canon de los cómics en 2017, e incluso ha hecho de las suyas en TV (Harley Quinn, serie animada para adultos estrenada en 2019), pero en pantalla grande, ni flores.

“Llevo años intentándolo”, confesaba la australiana, frustrada, en 2022. Aquel mismo año, veíamos a The Batman omitir los aspectos más incómodos de Catwoman: bisexual, delincuente y exprostituta, Selina Kyle sigue siendo demasiado para un blockbuster. Y, tras la compra de Fox por Disney, más de un marvel zombie perdió horas de sueño preguntándose si Marvel Studios iba a respetar tanto el humor cafre de Deadpool como su sexualidad polimorfa.

En espera de que Deadpool y Lobezno desmienta (o no) los temores sobre un saneamiento del mercenario bocazas, toca rezar para que Negasónica (Brianna Hildebrand) y Yukio (Shioli Kutsuna) sigan unidas en un romance que Deadpool 2 despachaba con un chiste tan meta como de costumbre (“Echa el freno, Fox News: lo que me sorprende es que alguien quiera salir contigo”, traduciendo del original) y una escena de acción donde ambas le ponían las peras al cuarto al mismísimo Juggernaut, sin llantos ni tragedias que valieran.

Pantalla pequeña, miras más amplias

Hablando de héroes y villanos que debutaron en la gran pantalla, viene a cuento el caso de Loki: si bien conocemos al personaje de Tom Hiddleston desde 2011, tuvimos que esperar a su serie de Disney+ para que una conversación con Sylvie (Sophia Di Martino), su álter ego femenino, expusiera el hecho de que este no es hetero, ni tampoco cisgénero.

Un detalle reciente en lo que a cómics se refiere (el guionista Kieron Gillen, bisexual fuera del armario, ha tenido mucho que ver), pero coherente con el carácter imprevisible del personaje en la mitología nórdica... Y también con un panorama televisivo cuyas peculiaridades (los menores presupuestos y una dependencia menos férrea de las licencias de estreno) le permiten ser más diverso.

Bajo la dirección de Greg Berlanti, el ‘Arrowverso’ de DC y The CW incorporó figuras abiertamente queer como el inefable John Constantine (Matt Ryan), Canario Blanco (Caity Lotz), Alex Danvers (Chyler Leigh) o la mismísima Poison Ivy (Bridget Regan), por citar solo algunas de las más importantes. 

Sin embargo, cuando uno de estos personajes (Kate ‘Batwoman’ Kane) tuvo serie propia en 2019, la cosa acabó como el rosario de la aurora, con la protagonista Ruby Rose (lesbiana y de género fluido) abandonando tras la primera temporada entre acusaciones varias y lesiones en el plató. Tras un reemplazo de emergencia en la persona de Wallis Day, la serie aguantó otras dos etapas en antena.

Asimismo, Marvel y Netflix se habían permitido mostrar a la abogada Jeri Hogarth (Carrie Anne-Moss) en Jessica Jones y otras series: tras los alardes de rigor por incorporar una lesbiana a su elenco de personajes, el estudio ha ido añadiendo otras figuras bastante más efímeras en Ojo de Halcón y She-Hulk: Abogada Hulka. Menos da una piedra, dirán algunos.

Por otra parte, en Bruja Escarlata y Visión (2021), la guionista Jac Schaeffer incluyó versiones infantiles de Wiccan y Veloz, hijos de Wanda Maximoff y futuros iconos LGTBI de la Casa de las Ideas: ambos podrían reaparecer en esa serie o película sobre los Jóvenes Vengadores con la que el estudio lleva años tentándonos. Crucemos los dedos para que, en dicho título u otro parecido, Viv Visión se incorpore al MCU, por muchos tembleques que pueda causar la aparición de una sintezoide lesbiana adolescente.

Mejores cuanto más raros

En realidad, los ejemplos más interesantes de identidades no normativas en las series de superhéroes vienen de shows que, a su vez, caen fuera de lo normativo. Es decir, que se encuentran apartados de las dos majors y sus continuidades. Así, aunque Doom Patrol (2019-2023) llevara el sello de DC, tuvo libertad suficiente como para presentarnos a Danny, esa calle ambulante, inteligente y drag queen creada por Grant Morrison como santuario contra la homofobia y la transfobia.

The Umbrella Academy, por su parte, ha dado ejemplo incorporando la identidad de género de Elliott Page con el mínimo revuelo posible, aunque sin esquivar los momentos incómodos para Viktor Hargreaves, el personaje al que interpreta el actor. 

Y The Boys, siempre dispuesta a meter el dedo en el ojo, emplea las desventuras de Reina Maeve (Dominique McElligott) para satirizar las actitudes más lamentables de la industria ante la cuestión LGTBI, desde los subterfugios para heterosexualizar a sus personajes hasta el pinkwashing con el que esta aspira a ganarse los favores del colectivo tras haberle dado la espalda durante décadas.

¿Dónde nos llevará esta evolución, tanto en cine como en TV? Vete a saber: el estado actual del mundo no invita a hacerse ilusiones. Aun así, hay una enseñanza que podemos sacar de todo esto, y es que la diversidad en los superhéroes (sea cual sea su formato) tiene su origen en la voluntad del público y los artistas, nunca en un entramado empresarial. 

Como siempre, serán los cambios en la sociedad quienes determinen si nos dirigimos a un futuro libre y sin prejuicios o a uno donde el único colorido se halle en los uniformes. Y, contando con esto, es preciso recordar que incluso el individuo más corriente de nuestra realidad posee superpoderes como la capacidad de amar y resistir. Fuera de la pantalla, y fuera de las viñetas, nosotros somos los héroes.

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Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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