¿Qué fue de Carmelo Gómez? La estrella de los 90 que decidió romper con el cine

Recordamos los años dorados del protagonista de 'Días contados' con motivo de su nueva obra de teatro.
Carmelo Gómez en el rodaje de 'Tierra' (Julio Medem, 1996)
Carmelo Gómez en el rodaje de 'Tierra' (Julio Medem, 1996)
Matias Nieto / Getty Images
Carmelo Gómez en el rodaje de 'Tierra' (Julio Medem, 1996)

Carmelo Gómez —leonés de Sahagún, de Salamanca, de Madrid, de vino y pincho—, durante los años 90 tuvo tiempo de ser muchas cosas: alto ejecutivo “chivato”, secretario, exterminador de cochinillas, policía, ex jugador de fútbol, etarra...

Incluso le sobró hueco para aprender esgrima, flamenco, hacer un curso de toreo, dar clases de canto y de ponerse las pilas con el inglés para poder entender los piropos que le soltaban en los festivales de cine internacionales. Que no fueron pocos (tampoco los premios). Sin embargo, él dice que solo sabe ser una cosa: actor.

Ya su puesta de largo en el cine, aunque de manera discreta y muy breve, llegó resonando a bombo y platillo gracias a sus intervenciones en El viaje a ninguna parte (1986), bajo el mando de Fernando Fernán Gómez, y Bajarse al moro (1989), con Fernando Colomo

El de León comenzó a caer en gracia y comenzamos a oír su voz en todas partes. Durante un tiempo fue complicado no ver el nombre de Carmelo Gómez en los créditos de una película buena. Desde Días contados (1995), El perro del hortelano (1996) o Secretos del corazón (1997) hasta las que hizo con Julio MedemVacas (1992), La ardilla roja (1993), Tierra (1996)—.

Qué fue del cine

Lo que Sinatra a la música, Gómez lo fue al cine español. Conocido por unos pocos como ‘El Actor’, e identificado por otros muchos como el rostro de moda en el cine, Carmelo Gómez se convirtió en los 90 en el hombre que lo ganó todo. 

Su talento innato para la interpretación, versátil y disciplinado —que lo mismo te hacía un drama que una comedia irreverente que una historia de amor imposible que otras tantas inclasificables—, le valieron un Premio Nacional de Cinematografía en 1995 y dos premios Goya, como mejor actor protagonista en Días contados y como mejor actor de reparto en El Método (2005), y su carisma e inconfundible voz grave, castellana, lo convirtieron en el galán de la década y en la apuesta segura de cualquier película a estrenar.

Fotograma de 'Días contados'
Fotograma de 'Días contados'
Cinemanía

Durante algunos años, el actor de El viaje de Carol (2002) estuvo en todo, en todas las revistas del corazón, en todas las polémicas. Pero no con todos. Carmelo Gómez estuvo, verdaderamente, con muy pocos, que fueron Pilar Miró, Imanol Uribe y Julio Medem. Y cierto es que lo ganó todo, y pudo seguir ganando, pero las ideas y las palabras pesaron —y también cierta gala de los Goya— y decidió oficiar una ruptura a tiempo para salvar una relación, la de él y el cine, que ya no iba a ninguna parte.

"El cine es un mercado o un mercadillo y yo era un producto que dejó de tener una valía. Y también que, si hablas mucho, ya estás declarando la guerra y esa no la quiere nadie, mejor ser buen chico, estar calladito", contaba hace unos días en una entrevista para 20minutos. “Me fui antes de que me dijeran eso de 'qué fue de', pues no pueden decirme eso porque sigo dando leña". Y sigue dando leña, pero muy alejado de todo aquello.

Fotograma de 'El método'
Fotograma de 'El método'
Cinemanía

El teatro, su gran amante

En 2014, ‘el Actor’ dio el portazo al cine, aunque el pasado año pudimos verle de nuevo en Llegaron de noche (Imanol Uribe), y se volcó por completo en el calor del teatro, en un permanente Oviedo Express (2007) que sigue. Confesaba en Late Motiv que, a pesar de que el cine también lo fue en su día, verdaderamente es el teatro quien ha sido y es su amante más fiel. 

Y es que, en todos los rincones del país, Gómez ha logrado encarnar en directo —y, cómo no, a las mil maravillas— a multitud de personajes, vivos y muertos, en una vorágine de diálogos, monólogos, improvisaciones, versos y lágrimas que para él son su casa desde que en 1988 se subiera por vez primera a las tablas con La Malquerida (Miguel Narros).

Ahora, con 61 años, se encuentra feliz, “sólido”, presentando su nuevo trabajo —y su nuevo refugio— Las guerras de nuestros antepasados, dirigida por el dramaturgo argentino Claudio Tolcachir y basada en la obra que Miguel Delibes escribió en 1975, que se representa hasta el 2 de abril en el Teatro Bellas Artes de Madrid

Aquí, Gómez da vida a Pacífico, un hombre internado en un sanatorio que, junto al personaje interpretado por Miguel Hermoso, reflexionará sobre todos los conflictos y guerras que le llevan hasta allí. O hasta aquí, 30 años después de que todo comenzara para Carmelo Gómez. Un regreso a los orígenes, a esos inicios como actor en Salamanca, o en Sahagún, aún más al inicio, cuando no sabía que después de tanto recolectar cereal y alfalfa acabaría cosechando nominaciones y fama a raudales.

Pero dicen que el teatro lo salvó. Un íntimo y particular oasis ese teatro, frente a una industria cinematográfica cada vez más sumisa a la televisión y en la que, para él, los años dorados, esos que lo catapultaron a la cúspide, ya se han perdido. Atrás quedaron, y con ellos, las pocas ganas (o ninguna) que tiene de participar en eso. Aunque recientemente el actor se ha pronunciado al respecto, y ante los rumores y dudas, es claro: “Hasta el día en que me muera, yo no dejaré el cine”. Ni el cine dejará nunca a Carmelo Gómez.

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