La trayectoria de Chris Hemsworth quedará siempre ligada a Thor. No obstante, su última etapa se define también por su sintonía con Netflix, vinculación iniciada con la exitosa Tyler Rake, la secuela en camino y Spiderhead, sin olvidarse de que ha producido Interceptor, protagonizada por Elsa Pataky.
La película de ciencia ficción ahora estrenada llama la atención por el tipo de personaje encarnado por el australiano así como por la implicación de Joseph Kosinski, uno de los directores del momento por la estupenda Top Gun. Maverick, y de Miles Teller. Aunque generaba ciertas dudas, su planteamiento y su dinámica despliegan interés, al igual que su modo de abordar el género, un tratamiento en cierta manera minimalista por el que se convierte en uno de esos filmes que convencen o directamente no gustan.
Basada en un relato corto de George Saunders publicado en The New Yorker (publicación involucrada en el proyecto), Spiderhead acontece en una prisión atípica por sus protocolos suavizados y las comodidades y por su condición de centro de investigación. Los reclusos aceptan que el científico responsable de las instalaciones (Hemsworth) les inyecte drogas experimentales para las pruebas que realiza.
La evocación minimalista se debe a que la exposición reposa especialmente en lo que ocurre a uno y otro lado del cristal, en la sala de pruebas y en la de observación y control, y en las interacciones en esa situación además de por supuesto en las reacciones que las sustancias provocan en los sujetos. La administración de las drogas se ejecuta mediante el móvil-mando que activa el aparato con distintas cápsulas que los reclusos llevan fijado en la zona lumbar, aspecto futurista desde la plasmación sencilla y la base real.
De primeras, por aquello de que con llevar gafas Hemsworth ya está caracterizado como científico, su registro sugiere lo postizo. Sin embargo, ofrece un papel curioso. Su rol remite al experto guay, molón, amable y cercano que esconde lo oscuro y lo desaprensivo y encaja bastante bien con su estilo interpretativo (se le nota cómodo), lado distendido incluido, y con el tono buscado por el filme, con apuntes de peculiaridad y humor en el marco del thriller y del drama a partir de la premisa de ciencia ficción.
La mirada del espectador tiende de modo natural a atender a su presencia, aunque el peso narrativo reposa en el personaje de Miles Teller, un preso sumido en la culpa y el trauma por lo que hizo (de ahí el señalado lado dramático, unido al emocional por su relación con la reclusa interpretada por Jurnee Smollett).
La historia exhibe un sustrato y una estructura reconocibles: la colaboración inicial del reo con el científico, el conflicto moral que surge y que empieza a alterar al protagonista, el accidente que lleva a que este despierte del todo y descubra lo que hay detrás, el factor de que el antagonista ‘se venga arriba’ y acelere en sus intenciones y el consiguiente intento de huida.
El fondo convencional no importuna por el interés que ejerce la forma de aplicarlo, con un Kosinski que deja buenos detalles y denota oficio. Lo suscitado prevalece, pero cuando el desarrollo avanza se hace patente la sensación de que a Spiderhead se le podría haber sacado más partido y de que no está bien rematada, como evidencia el tramo final, con la acción envuelta en el mencionado punto de singularidad.
Estos aspectos enlazan con que durante el visionado uno no puede abstraerse del doble hecho de que la película ha costado 100 millones de dólares y de que a pesar de ello Netflix apenas ha puesto empeño en promocionarla (algo bastante habitual).
No luce mal, pero uno se pregunta dónde está ese considerable presupuesto, ya que priman las escenas en interiores y las exteriores se limitan a localizaciones costeras. Estas cuestiones hacen pensar en las peculiaridades de la burbuja de las plataformas y en cómo estas han modificado la industria cinematográfica.
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