[IFFR 2021] 'Destello bravío' llena de extrañamiento sensual la España vacía

La ópera prima de Ainhoa Rodríguez, rodada con las vecinas de la extremeña Tierra de Barros, compite la 50ª edición del Festival Internacional de Cine de Rotterdam.
Destello bravío
Destello bravío
Cinemanía
Destello bravío

Había un momento muy sobresaliente en El cielo gira (2005), donde una de las habitantes de Aldeaseñor, el pueblo de Soria cuyo despoblamiento registraba el documental de Mercedes Álvarez, mostraba unas huellas de dinosaurio fosilizadas que se hallaron en la región. Era tan inevitable admirar el doble ejercicio de conservación (la huella en piedra, la anciana que la explica en celuloide) como fantasear con una fuga fantástica en la realidad que registraba la cámara de la cineasta. Con Destello bravío, Ainhoa Rodríguez ahonda en esa posibilidad de buscar grietas en la tierra para escapar de una realidad opresora.

Es ya prácticamente una tradición que el Festival Internacional de Cine de Rotterdam programe cada año los títulos más atrevidos y singulares del cine español. Por ejemplo, en los últimos años aquí se han visto Esa sensación (Juan Cavestany, Julián Génisson & Pablo Hernando), Demonios tus ojos (Pedro Aguilera), Los días que vendrán (Carlos Marques-Marcet) o El año del descubrimiento (Luis López Carrasco). En esta ocasión, el primer largometraje de Ainhoa Rodríguez compite por el Tiger Award con un proyecto que ha tenido a su autora sumergida durante varios años en la llamada España vacía, empapándose de las experiencias y sentires de los habitantes de la comarca extremeña de Tierra de Barros para construir este proyecto protagonizado por ellos mismos.

Concretamente son las vecinas y vecinos de Puebla de la Reina (724 habitantes en 2020) quienes protagonizan la película interpretando versiones de sí mismas alteradas por narraciones, sueños, anhelos o el mero dispositivo cinematográfico. Destello bravío camina en todo momento por el filo entre la ficción y el documental, tomando la naturalidad de los escenarios campestres y de su reparto no profesional como una arcilla que moldear de manera muy expresiva en una sucesión de viñetas donde reinan el extrañamiento, cierto misterio y, sobre todo, la sensualidad.

Isa, Cita, María y las demás protagonistas de la película se ven envueltas en situaciones de insatisfacción, soledad o rechazo, pero con una semilla de descontento activo y capacidad para tomar las riendas de la existencia a través del placer sensorial, de la confianza en un destello lumínico que cambie su realidad para siempre.

Por encima de cualquier intención antropológica, incluso archivista al registrar los cuerpos, timbres de voz y expresiones de estas mujeres, en Destello bravío llama la atención el despliegue sensorial de cada imagen. Los paisajes en plano general y las personas en plano medio aparecen retratados con la misma monumentalidad, bañadas por un manto de sintetizadores que crean atmósferas sonoras densas y una mezcla con los sonidos del campo que hace digno de mención especial el crédito de creación sonora de Eva Valiño y Alejandro Castillo.

Un par de canciones del grupo de flamenco psicodélico Quentin Gas & los Zíngaros también contribuye a esa peculiar identidad sonora, donde los cánticos populares pueden confundirse con el mantra que repetían los leñadores espectrales de la tercera temporada de Twin Peaks. En ese espacio indeterminado e inasible, de hiperrealismo estilizado con fluorescentes –como si Nicolas Winding Refn rodara una ficción de Ulrich Seidl–, es donde se dan las condiciones necesarias para la aparición de un destello bravío.

Coordinador web 'Cinemanía'

Crítico de cine que ve demasiadas series, licenciado en Periodismo y posgraduado en Semiótica en la Universidad Complutense de Madrid; cayó en una marmita de Nouvelle Vague cuando era pequeño y lleva mucho tiempo acostándose tarde en festivales de cine.

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