La era dorada del videoclub en España: cuando alquilar una película era una revolución social

Crónica del auge y caída del establecimiento comercial que cambió para siempre la industria cinematográfica.
Ben Affleck y Liv Tyler en 'Jersey Girl'
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El vídeo de la película Titanic empezó a comercializarse en España a mediados de octubre de 1998. Solo en el primer día, se adquirieron más de 600 mil copias en los cuatro mil puntos de venta distribuidos por todo el país en los que podía comprarse. 

Fue tal el boom que algunos establecimientos abrieron de madrugada para ser los primeros en venderlas. Con semejante demanda, no es de extrañar que Titanic se convirtiera en la película de vídeo más vendida de la historia en nuestro país (1,9 millones de copias). La edición de venta directa en VHS del filme de James Cameron, al precio de 2.995 pesetas, reactivó la vida de los videoclubs en España.

“Hasta principios de los noventa, los videoclubs no hacían venta directa. Titanic se vendió, principalmente, en videoclubs, y esto fue lo que hizo que la gente volviera a hacerse socia, y volviera a comprar y alquilar películas, porque los tenían un poco olvidados con Canal+ y todo lo demás”, comenta a CINEMANÍA el periodista Xavi Sánchez Pons, quien recientemente ha publicado El almanaque del vídeo. Historia gráfica y oral de la era del videoclub, editado por Males Herbes.

El almanaque del vídeo
El almanaque del vídeo
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El crítico de cine propone en el libro un recorrido histórico, visual y divertido por la era dorada de aquellos centros sociales donde se repartió cine de todo tipo. Lo hace rindiendo tributo al formato VHS (que en los noventa desbancó a Betamax como rey del vídeo doméstico), y ofreciendo un amplio muestrario de carátulas y anécdotas.

Como aquel escándalo que se produjo en 1990 porque en la portada americana de la edición en VHS de La sirenita se veía claramente un pene dorado que formaba parte de la estructura de un palacio marino. “Disney pide disculpas y retiró la edición de las tiendas”, señala el autor. “La leyenda urbana cuenta que un ilustrador descontento con Disney puso el pene como forma de protesta. Hoy en día, el VHS es una pieza de coleccionismo cotizada por la que se pueden llegar a pagar más de 300 dólares”.

Capitana Marvel
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La revolución del cine en casa

Aunque los hoy adolescentes puedan desconocerlo, la llegada de los videoclubs cambió para siempre la industria cinematográfica, y supuso una revolución social, dando lugar a una particular forma de consumir cine en casa. "Hasta ese momento, el hecho de ver cine en casa estaba muy limitado, a menos que fueras un Spielberg que tenía en casa su proyector de 16 o 35 milímetros”, explica Sánchez Pons. 

"Si tenías Super-8, las versiones en este formato de las películas eran versiones resumidas de diez o quince minutos. Cuando llegó el vídeo, podías tener acceso a películas enteras, en tu casa, y con precios populares a partir del primer o segundo año. Cualquier familia en España, y en el mundo occidental, podía comprarse un vídeo. Fue como el avance tecnológico más increíble. La gente quedaba y se reunía para ver películas y ver qué era eso del vídeo".

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Videoclub

Los dos primeros videoclubs españoles abrieron sus puertas en 1980. El primero de ellos, Video Club de España, estaba situado en la madrileña calle Fortuny y puso poco después en marcha la primera cadena de videoclubs del país. El otro, Video Instan, fue fundado por un matrimonio apasionado del cine y tuvo su origen en una cadena de copisterías. 

“Al principio, las películas se vendían desde casas particulares o ferias como Sonimag, en Barcelona, hasta que con la apertura de los primeros videoclubs fueron apareciendo decenas de distribuidoras. Aunque como es lógico, también los primeros problemas de derechos, piratería y demás. Fue toda una odisea increíblemente interesante”, apunta José Fernández Riveiro, que en 2017 dirigió el documental Rebobinando, donde se repasa la importancia de la explosión del vídeo doméstico en España.

El cineasta asturiano recuerda con cierta nostalgia aquella época dorada en la que algunos videoclubs debían tener al menos cinco o diez copias de ciertas películas porque siempre estaban alquiladas. “Hay que tener en cuenta que el precio de una cinta para alquiler era bastante elevado pero, a pesar de todo, los grandes títulos de acción, el cine de Pajares y Esteso o las películas de terror, han sido siempre los grandes pilares de los videoclubs", rememora.

"Aunque, en realidad, la gran demanda de títulos que había hacía que se alquilase cualquier cosa", puntualiza. "Y pequeños títulos que prácticamente se incluían en los lotes, como relleno, han sido, al menos para mí, la parte más importante de los videoclubs, ya que ahí era donde nos podíamos encontrar la esencia de lo que significaba aquella época, en lo que respecta a la manera de hacer y consumir cine”.

Escuela de cinefilia

La revolución que significó la llegada del cine en casa marcó también a varias generaciones de profesionales vinculados al mundo del séptimo arte. "En la era dorada de los videoclubs", señala en el libro el escritor y crítico de cine Ángel Sala, "el 70% del total de las películas que se alquilaban eran de terror, fantástico, cintas de acción de serie B o comedias adolescentes picantes como Los Albóndigas en remojo. Así es como se ganaban la vida. El cine clásico se veía en la tele, donde las solían pasar en el formato correcto, cosa que no respetaban los VHS al convertirlo todo a pan and scan".

Ya en los noventa, la aparición de Canal+ y Vía Digital, y el auge de la cadena Blockbuster (que acabó con los videoclubs familiares e independientes) contribuyeron al inicio del fin en el negocio de estos establecimientos comerciales. 

El último videoclub Blockbuster del mundo se ofrece en Airbnb
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“[Los Blockbuster] Abrían los domingos y sus precios de alquiler eran muy bajos porque tenían muchas copias. Nos tuvimos que adaptar a esa competencia”, apunta Aurora Depares, directora del legendario videoclub barcelonés Video Instan. 

A principios del nuevo milenio, las cintas VHS fueron reemplazadas definitivamente por el dvd (solo un 30% de las películas que existían en VHS llegaron a editarse en ese nuevo formato digital). Parecía que los videoclubs se salvarían de la quema gracias al disco óptico, pero la piratería en internet y la crisis de 2008 les dio la estocada final.

El ocaso de los videoclubs

En 2016, dejaron de fabricarse reproductores VHS, y hoy día apenas sobreviven 300 tiendas de alquiler de películas en nuestro país. “Creo que el principal problema fue el cambio del modelo de consumo de películas”, sostiene Fernández Riveiro. 

<p>Se interpretó a sí mismo en la divertida escena del videoclub de 'The Holiday' (2006). ¡Épico!</p>
Dustin Hoffman en 'The Holiday' (2006). 
UNIVERSAL PICTURES

“El cine dejaba de ser visto como algo para disfrutar en familia y la sociedad empezaba a cambiar en ciertos aspectos que hicieron que finalmente, tanto los videoclubs como el formato doméstico en general estuvieran prácticamente condenados a la desaparición en nuestro país", explica. 

"Al contrario que en muchos otros países, como Estados Unidos, donde sigue viviendo un momento bastante dulce y donde, además, poco a poco se van rescatando películas que no se han editado más que en VHS", prosigue. "En cambio, en España seguramente no podamos ver de nuevo muchas de esas películas que solamente nos podíamos encontrar en los videoclubs”.

Sánchez Pons se muestra optimista respecto al futuro del formato físico, y cree que el dvd sobrevivirá en la era del streaming. "Es un nicho que tiene unos miles de fieles muy fieles alrededor del mundo", opina. "Cada vez se va más al coleccionismo, a ediciones más curradas. Con el vinilo pasó algo parecido: en los dos mil iba a morir, y ahora está protagonizando los artículos sobre venta de música". 

"El streaming está muy bien, y yo lo uso, pero imagínate que un día Netflix o HBO hacen quiebra. ¿Qué pasaría con esas películas? Se perderían todas. En cambio, si tú tienes en casa una copia física de una película, esa película va a perdurar. El formato físico tiene que existir, para que los productos culturales no se pierdan", concluye.

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