10 años sin Esther Williams, la estrella de cine que nadó en más piscinas y desengaños que nadie

En el aniversario de su muerte, recordamos a la sirena de un millón de dólares a la que Hollywood utilizó y abandonó.
Esther Williams en 'Escuela de sirenas'
Esther Williams en 'Escuela de sirenas'
Cinemanía
Esther Williams en 'Escuela de sirenas'

Si hay una actriz que lució su encanto y su cuerpo atlético en piscinas, lagunas y océanos en technicolor, esa fue Esther Williams. Después de haber sido campeona nacional de natación y de pasar ciertas penurias trabajando como dependienta, la estadounidense fichó por la Metro-Goldwyn-Mayer y en algún momento se convirtió en una de las estrellas más rentables de la meca del cine. 

Cuando el público perdió interés en los musicales acuáticos y su estudio le dio la espalda, la sirena de Hollywood se alejó de la industria cinematográfica para dedicarse a la familia y emprender otro tipo de proyectos.

Esther Williams, nadadora olímpica

Esther Jane Williams aprendió a nadar cuando tenía ocho años. Una vez comentó que de niña se dedicaba a contar toallas mojadas en la piscina de su barrio para así ganarse los cinco centavos que costaba nadar allí cada día. 

Los socorristas masculinos le enseñaron el estilo mariposa, que entonces solo practicaban los hombres, y en los campeonatos nacionales de natación de 1939, con solo diecisiete años, obtuvo tres medallas de oro y se ganó un puesto en el equipo olímpico de Estados Unidos.

Sus planes se fueron al traste cuando los Juegos Olímpicos de 1940 tuvieron que cancelarse debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó entonces a aparecer en espectáculos acuáticos como la Aquacade de Billy Rose, donde la vio un cazatalentos de la MGM que decidió contratarla para de algún modo competir con la 20th Century Fox (que había convertido a la patinadora sobre hielo noruega Sonja Henie en una estrella de la gran pantalla).

El salto al estrellato de Williams se produjo con Escuela de sirenas (1944), una exitosa película plagada de escenas de ballet acuático. A partir de entonces, apareció en una serie de entrañables musicales donde a menudo formó pareja con actores como Red Skelton, Van Heflin o el mexicano Ricardo Montalbán.

Hasta nadó con los míticos personajes de animación Tom & Jerry en una comedia titulada Mojada y peligrosa (1953). “MGM ganó dinero a mi costa, pero nunca entendió este arte", apuntó años después. "Hasta la quinta película no conseguí siquiera un coreógrafo".

Del agua a tierra firme

En una época en que la mayoría de las películas costaban menos de dos millones de dólares, MGM invirtió 250.000 dólares en construir una piscina para Williams en sus estudios. 

Actuando en aquella alberca de siete metros de profundidad y equipos de efectos especiales (para crear fuentes submarinas, géiseres y fuegos artificiales), la actriz se rompió los tímpanos siete veces. En otra ocasión, durante una zambullida en la piscina, se destrozó tres vértebras del cuello. Y otro día estuvo a punto de ahogarse al no ser capaz de encontrar la trampilla de salida.

Llegó un momento en que Williams suplicó a MGM que le dieran papeles serios que no fueran de nadadora. La respuesta del estudio fue: "Si no está roto, no lo arregles". De las pocas películas que la actriz rodó principalmente en tierra firme, la única que tuvo éxito de taquilla fue Llévame a ver el partido (1949), en la que interpretaba a la propietaria de un equipo de béisbol entre cuyos jugadores se encontraban Frank Sinatra y Gene Kelly.

Tras el fracaso comercial de La amada de Júpiter (1955), una costosa película ambientada en la Antigua Roma, la MGM optó por despedir a la actriz sin tan siquiera darle las gracias por los más de 80 millones de dólares que habían recaudado los filmes que rodó para ellos. 

Varios años después, la californiana les demandaría por un millón de dólares alegando que el estudio no tenía derecho a usar secuencias de sus películas en su documental Érase una vez en Hollywood (1974) —el asunto acabó resolviéndose extrajudicialmente—.

Sus hijos y Fernando Lamas

Antes de apartarse del cine, Williams probó suerte en Universal, con algunos papeles dramáticos en filmes como Sombras en la noche (1956), de Harry Keller. Su última aparición en la gran pantalla fue La fuente mágica (1963), dirigida por el actor y director argentino Fernando Lamas, con quien se casó en 1969. 

Después de la boda, el productor Irwin Allen le ofreció papeles en La aventura del Poseidón (1972) y El coloso en llamas (1974), pero ella rechazó ambos. Posiblemente en esa decisión tuvo bastante que ver el hecho de que Lamas fuese un hombre de carácter muy autoritario.

Por lo visto, el actor argentino la convenció para que abandonara su profesión, dedicara su tiempo a velar por la suya y hasta cortara los lazos con sus hijos.

Williams sostuvo luego que, para el padre de Lorenzo Lamas, sus tres retoños (a los que pasaría años viendo a escondidas) eran un incómodo recordatorio de que ella no era virgen cuando se conocieron. “El matrimonio con Fernando me ofrecía cobijo y seguridad, pero el grillete era el precio que debía pagar", apuntó al respecto.

Matrimonios fallidos

Antes de contraer matrimonio con Lamas, la actriz había vivido ya dos fracasos matrimoniales. A los diecisiete se casó con Leonard Kovner, un estudiante de medicina al que mantenía trabajando como reponedora en unos grandes almacenes (él le exigió 1.500 dólares antes de aceptar el divorcio). 

Del segundo, el locutor radiofónico Ben Gage, padre de sus tres hijos, llegó a decir que había malgastado diez millones de dólares de su dinero en alcohol, juego y negocios fallidos, además de dejarle una importante deuda con la Hacienda norteamericana cuando se divorciaron en 1959.

En 1988, seis años después de enviudar de Lamas, Williams se casó con un profesor de literatura francesa llamado Edward Bell. Estando con él, prestó su nombre a una conocida marca de piscinas (Esther Williams Pools) y puso en marcha una colección de trajes de baño, lo que engrosaría la cuenta corriente familiar. 

Además, la actriz ayudó a impulsar la natación competitiva y la sincronizada, y ejerció de comentarista en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984, año en el que esa última disciplina debutó como deporte olímpico.

La sirena de un millón de dólares

Su autobiografía The Million Dollar Mermaid, publicada en 1999, causó cierto revuelo al desvelar cosas como el romance de la actriz con el tosco actor Jeff Chandler, con quien salió durante un par de años. 

Según Williams, pensó incluso en casarse con él, hasta que el neoyorquino se presentó una noche en la puerta de su habitación con “una peluca roja, un vestido vaporoso de gasa, zapatos caros de tacón alto y mucho maquillaje”, lo que la llevó a quedar horrorizada.

En sus últimos años de vida, su salud se fue resintiendo bastante. En 2007, durante una entrevista con la periodista Diane Sawyer, la actriz admitió que había sufrido un derrame cerebral. "Abrí los ojos y podía ver, pero no recordaba nada del pasado", le dijo. "Normalmente no sobrevives, pero yo sí lo hice. He tenido un milagro". 

Fue el 6 de junio de 2013 cuando Williams murió por causas naturales, en su casa de Beverly Hills, a los 91 años. Su cadáver fue incinerado y sus cenizas se esparcieron en el Océano Pacífico.

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