[D’A Film Festival] ‘France’, o el ‘No mires arriba’ de Bruno Dumont con Léa Seydoux

El cineasta francés y Léa Seydoux unen fuerzas para cargar contra los medios de comunicación en el país de Macron
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A Bruno Dumont no le ha hecho falta un amenazante cometa como MacGuffin para llevar a cabo su extremadamente cruel sátira de los medios en el país que acaba de celebrar elecciones para decidir entre la derecha de Emmanuel Macron y la extrema derecha de Marine Lepen, ambas maquilladas con amplias sonrisas. 

De hecho, el actual presidente protagoniza una de las primeras escenas de la película, de manera aparentemente involuntaria, con un montaje en el que comparte planos/contraplanos con Léa Seydoux, aquí bajo la pálida piel de la periodista televisiva más famosa de Francia, para más inri llamada France de Meurs, durante una conferencia de prensa en l’Élysée. La metáfora es poco menos que evidente.

Junto a Seydoux, en funciones de ayudante, está la extraordinaria comediante Blanche Gardin, vista recientemente en la muy recomendable Borrar el historial, de Benoît Delépine y Gustave Kervern, con cuyo ácido y desconcertante humor Dumont parece estar tendiendo puentes. Y luego ya, unos cuantos secundarios sin importancia, encabezados por Benjamin Biolay, que cualquiera diría que repite el mismo papel de marido utilitario que en la infravalorada Habitación 212, de Christophe Honoré. 

El show, está claro, es para Seydoux, y en segundo término, para Gardin. El resto apenas cuenta, aunque con estas dos vamos ya muy sobrados.

Blanche Gardin y Léa Seydoux en 'France'
Blanche Gardin y Léa Seydoux en 'France'
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La sátira que propone Dumont es tan estridente, descarnada y pasada de vueltas como la de Adam McKay, aunque no resulta tan extenuante, y aguanta mucho mejor el tipo hasta el final del metraje. La personalidad de France no se diferencia muchísimo de la irreconocible Cate Blanchett de No mires arriba, y el director de fotografía David Chambille, que ya había trabajado con Dumont en la magnífica Jeanne (2019), también lleva la saturación de colores al paroxismo, aunque no valiéndose de la demasiado reconocible paleta Netflix (pero sí con un par de chistes visuales a vuelo de dron). Si bien hay un solo plano de Jeanne que ya es mejor que la France entera, no se trata de una película en absoluto desdeñable. Para nada.

El inesperado humor de Bruno Dumont

El francés se dio a conocer con dos películas, La vie de Jésus (1997) y L’Humanité (1999), que todavía se consideran como los pilares de su filmografía. Ahí cogía a gente corriente, basurilla blanca del norte de Francia, en las antípodas de lo entonces normativo, y buscaba lo bello en lo feo, lo sublime en lo grotesco. 

Pero no había rastro de humor, al menos que se tratara de posthumor avant la lettre. No se le veía como un tipo especialmente divertido. Irse de copas con él era un plan que no estaba en la mente de nadie. Al contrario, tenía fama de hueso, aunque con este cronista siempre fue amable, incluso saludaba con arqueo de cejas cuando nos cruzábamos por los pasillos, quizás porque me dirigía a él en la lengua de Vercingétorix.

Bruno Dumont en el rodaje de 'Hors Satan'
Bruno Dumont en el rodaje de 'Hors Satan'
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Dumont descubrió su propio sentido del humor después de filmar a Juliette Binoche sin maquillaje en la gravísima Camille Claudel 1915 (2013). Binoche fue la primera cara conocida de su filmografía, y eso de trabajar con una estrella le debió hacer mucha gracia, ya que repitieron con La alta sociedad (2016), que era una comedia pura y dura, construida como un homenaje al silente de Laurel y Hardy (aunque sin caer en el pastiche). El cineasta que muchos consideraban como de los más puros, casi un Dreyer del siglo XXI, incluso se entregó a un par de series completamente disparatadas, que eran como sus primeras películas, pero de broma.

Y he aquí que, después del insuperable (e incomprendido) díptico dedicado a Juana de Arco, sorprende con un No mires arriba a la francesa, que incluso tiene algún momento a lo Wes Anderson, durante el tramo en el que la protagonista se refugia en un balneario con vistas a las cimas de los Alpes, cita de Thomas Mann incluida. En la primera película que este cineasta periférico rueda en la capital, aprieta a fondo el acelerador del kitsch más agresivo y desagradable, retoza en el humor más cruel, y arroja conclusiones quizás no demasiado penetrantes, que nos recuerdan que los medios son sensacionalistas.

El autorretrato de Léa Seydoux

Después de rodar dos veces con la Binoche, a este cineasta que antes rechazaba al star-system, ya sólo le quedaba hacerlo con la estrella más rutilante de su generación –ni Cotillard, ni nada, Léa–, una actriz muy proclive al sacrificio exhibicionista, cosa de la que solo podemos congratularnos. Desde sus inicios, Seydoux ha sufrido por arrastrar el apellido del todopoderoso Jérôme Seydoux, su abuelo, que lo ha producido casi todo, de Bienvenidos al Norte a Coda, de Cuscús a Mektoub: Canto Uno y Dos, las tres del controvertido genio Abdellatif Kechiche.

Léa Seydoux en 'France'
Léa Seydoux en 'France'
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¿Recuerdan La vida de Adèle? Palma de Oro para Kechiche, compartida, entre llantos emocionados, con Léa y Adèle Exarchopoulos. Léa fue la que se quejó de las excesivas exigencias del director a la hora de rodar sus coreografías sexuales con Adèle. Y mientras la hoy reflotada carrera de Exarchopoulos se hundió, hasta el punto de volver a servir bocadillos junto a su padre cuando se quedó embarazada, la de Seydoux, que también ha sido madre, fue viento en popa. Wes Anderson, Lanthimos, saga Bond nada menos que como la proustiana Madeleine Swann, etcétera.

Como la quisieron encasillar como la pija del cine francés, Léa Seydoux, actualmente imagen de Louis Vuitton, se ha empeñado siempre en demostrar que porque yo lo valgo. Y France es un paso más en esa dirección, porque al retratar la futilidad del estrellato, también se retrata a sí misma, desde su posición de máximo esplendor. Y ya se sabe que el destino recompensa a aquellos que saben reírse de sí mismos, y más si es en la película de un autor tan reconocido, por Cannes, que no puede parar de redescubrir el humor. Léa ha encontrado otra forma de desnudarse, distinta a las que venía practicando hasta el momento. Y eso es un acontecimiento.

Una película acontecimiento

Tan inesperado como el humor de Dumont es su extraña alianza con Seydoux, y el encuentro sólo puede recibirse como un gran acontecimiento, visualmente impactante, esquinadamente divertido, y quizás ingenuamente incorrecto, si lo comparamos con la brutal realidad de nuestro país vecino. En ese sentido también es como No mires arriba, que se quedaba en caricatura de una realidad mucho más grotesca. Sólo que France es, como decíamos, bastante mejor que la película de McKay. Por lo menos tiene planos (montañeros) que hielan el aliento, y a lo mejor también es la primera película en la que nuestra querida Léa se desnuda sin quitarse la ropa.

El dueto con la Gardin es gracioso, y luego está que el cine francés, tercera industria del mundo, necesitaba su propio Network (Sidney Lumet, 1976), que no lo tenía. Aunque ha llegado un poco tarde, lo hace también en el momento justo, cuando la dictadura del click ya lo domina todo, y nada importa si no hace ruido en la Red, redes mediante, cuando más necesitamos que se nos recuerde que estamos perdiendo uno de los pilares fundamentales de la democracia. Lo que renace de ahí no es más que un vacuo espectáculo que nada tiene que ver con la libertad de expresión. Es más el vacío. Es un descalabro.

El panorama es desolador, sobre todo porque los medios han decidido ser esclavos de lo que les pide el público, cuando debería ser a la inversa. Pero Dumont todavía encuentra fuerzas de reírse cuando la superestrella de la televisión lanza la primera pregunta, y le dice al auténtico Macron: “Podemos interrogarnos sobre la situación crítica, casi insurreccional que atraviesa la sociedad francesa…”.

Eso vale para 2019, como para ahora mismo, justo después de las elecciones, cuando el presidente, que acaba de encarar la victoria más amarga, hace tiempo que perdió el sentido del ridículo. Y además rima con Borrar el historial, una comedia incluso más retorcida sobre la gran resaca de los chalecos amarillos. Si les gustó France, recuperen Borrar el historial.

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