Las huelgas de Hollywood siempre han ido de lo mismo: cien años racaneando regalías

La meca del cine ha sido asaltada a cada tanto por movilizaciones con enemigos y objetivos comunes.
El sindicato de actores de Hollywood amenaza con sumarse a la huelga de los guionistas
El sindicato de actores de Hollywood amenaza con sumarse a la huelga de los guionistas
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El sindicato de actores de Hollywood amenaza con sumarse a la huelga de los guionistas

Es oficial: el SAG-AFTRA se ha unido al WGA en una huelga conjunta que va a congelar Hollywood indefinidamente. El Sindicato de Actores pasará a acompañar al Sindicato de Guionistas en las calles, unidos contra el poder de los grandes productores en una coyuntura extraordinaria, pero con predecentes fácilmente rastreables...

Una figura troncal de la huelga de guionistas de 2007 fue Craig Mazin, creador de Chernobyl y The Last of Us (entonces era más conocido por escribir películas de Scary Movie y Resacón en Las Vegas). Según se acercaba el acuerdo con la AMPTP (Alliance of Motion Picture and Television Producers) salieron a la luz sus diferencias con el líder sindical, Patric Verrone (Futurama). El acuerdo iba a dejar sin aclarar algo que preocupaba a Mazin: los Nuevos Medios. Los Nuevos Medios, según la asociación de productores, eran un «mercado no probado», que no debía tener una incidencia reseñable en las negociaciones.

Pero para Mazin eran «lo único que importaba». Y Howard Gould (Un chapuzas en casa) así lo percibía también, como dejó claro en un mitin frente a sus camaradas huelguistas. «Pronto, cuando tu ordenador y tu televisión estén conectados, veremos cómo acaba todo. Los residuales disminuirán a cero si no hacemos algo. Es algo tan importante que si ahora ven que no tomamos una postura, en pocos años nos saldrán con otra cosa». Con «residuales» Gould se refería a las también llamadas regalías: compensaciones por la reutilización de su material escrito. La reutilización, durante aquella huelga, apelaba a los DVD.

El DVD había superado las ventas del VHS tres años antes de que el Writers Guild of America (Sindicato de Guionistas de EE.UU.) convocara la huelga. Ya existía Netflix y había nociones de qué era el streaming, pero suponía un activo tan poco estudiado que la patronal lo denominó hábilmente «Nuevos Medios», recurriendo a una artimaña antigua para torear de nuevo al WGA. La huelga de 1985 había tenido una motivación análoga, con el floreciente VHS en lugar del DVD. Los resultados de la negociación fueron considerados más tarde una derrota histórica.

El sindicato no debía permitir que volviera a pasar algo así, pero en 2007 pasó. La huelga que estalló el 2 de mayo de 2023 (tras una paz in extremis impuesta cinco años antes) encuentra en su motor una serie de traiciones y humillaciones con casi un siglo de antigüedad. 

Más allá de los guiones

Entre las exigencias de los guionistas que se han echado a la calle (y que ya han visto suspendido su contrato, como David Simon con HBO) divisamos la reacción a cambios en la industria muy novedosos, como la necesidad de regular la Inteligencia Artificial o la mayor transparencia de los datos de audiencia del streaming. El resto, sin embargo, obedece a dinámicas conocidas que simplemente se han agravado con la consolidación de esos Nuevos Medios, y el anárquico modelo de producción al que han abocado de forma apresurada.

La experiencia pandémica, con las majors volcándose ansiosamente hacia las plataformas, fue determinante. El streaming alcanzó su punto más alto de consumo, sin que esto implicara un aumento proporcional de los beneficios para los guionistas: básicamente, porque el modelo seguido entonces era el que se había acordado en 2009 con el DVD. Hoy los guionistas piden que se recalculen los residuales y se aumente el salario mínimo ante la afloración de guionistas (estilo Ryan Murphy o Shonda Rhimes) con contratos millonarios de exclusividad con los streamers.

¿Pueden lograrlo? Tienen la historia de su parte, pues Hollywood es un lugar marcado desde siempre por la presión del movimiento obrero. Como en buena parte del país, fue hacia los años 20 y 30 cuando se materializó una efectiva coordinación de los trabajadores de distintos ámbitos, articulándose como un derecho que no se debía desafiar. No por casualidad las motivación principal de la huelga de animadores de Disney, en 1941, fue elegir sus propios representantes sindicales, sin regirse por aquellos que taimadamente hubiera elegido Walt para ellos.

Una instantánea deliciosa de la lucha de clases que siempre ha latido en Hollywood nos la dio entonces la Casa del Ratón: la huelga fue convocada por el legendario sindicalista Herbert Sorrell junto a Art Babbitt (creador de Goofy), coincidiendo con la inauguración de la actual sede de Disney en Burbank y el estreno de un film que, precisamente, quería vender las bondades de esta nueva instalación. El dragón chiflado nos ofrecía un paseo por los pasillos de Disney guiado por actores interpretando a empleados: los verdaderos empleados estaban en la calle, manifestándose como los sucios «bolcheviques» (así los llamaba Walt) que eran.

La huelga de dibujantes de Disney de 1941
La huelga de dibujantes de Disney de 1941

Lo ocurrido en Disney precedió una oleada de huelgas a lo largo del país: una que al coincidir con la incipiente psicosis anticomunista facilitó que el gobierno promulgara la Ley Taft-Hartley. Esta ley, aún en vigor, restringe el poder de los sindicatos y permite a las empresas llevarlos a juicio. Fue entonces, con la caza de brujas del Comité de Actividades Antiamericanas, el golpe más duro contra el sindicalismo en EE.UU. Pero retuvo fuerzas para rebelarse en décadas posteriores.

Fue más o menos en los años 50 cuando los residuales empezaron a ser un punto de fricción. El motivo radicó, claro, en el nacimiento de la televisión. La vida de las películas de pronto no terminaba en los cines, sino que se alargaba y seguía ganando dinero a través de otras pantallas, pretendiendo productores y distribuidores que los responsables originales no percibieran estos ingresos extra. El gremio que con mayor volumen hizo notar su enfado fue el actoral. En 1960 el SAG (Screen Actors Guild, Sindicato de Actores) llamó a la huelga.

Su líder era, paradójicamente, uno de los grandes responsables del mazazo al movimiento obrero que se dio en los 80 y volcó la economía global al neoliberalismo: Ronald Reagan. Antes de ser presidente de los EE.UU., Reagan lideró a sus compañeros intérpretes al frente del SAG, intimidando a unos productores muy preocupados y confusos con el modo en que la televisión podía reducir la preeminencia del cine. En este caso, además, tanto actores como guionistas se aliaron para la huelga.

El presidente republicano fue en su día un hábil sindicalista
El presidente republicano fue en su día un hábil sindicalista

El SAG triunfó. Y en 1987 así lo hizo también el DGA (Directors Guild of America, Sindicato de Directores). De una forma, en este último caso, apabullante: los directores se plantaron ante la intención de la AMPTP de desactivar definitivamente la cláusula de regalías que tantos dolores de cabeza les había causado, y su amenaza surtió un efecto rapidísimo. La huelga de los directores fue la más breve de la historia de Hollywood: duró tres horas en Nueva York, y cinco minutos en Los Ángeles.

Este historial ilustra la eterna jerarquía de poder en Hollywood. Los productores no pueden lidiar con estrellas en pie de guerra, y mucho menos con directores. Los guionistas nunca les han dado ese miedo.

Batalla de costa a costa

Uno de los grandes hándicaps con los que lidiaron los guionistas fue, originalmente, la dificultad para organizarse. Que en la actualidad haya dos divisiones distintas del WGA (Writers Guild of America East y Writers Guild of America West, según la Costa Este u Oeste, según Nueva York o Los Ángeles) es un remanente de lo mucho que costó su coordinación, en sintonía a los mareos que atravesó la profesión en sí. Antes de la llegada del cine sonoro, en tanto a «escritores de argumentos» a los guionistas no les quedaba otra que afiliarse a la Liga de Autores de EE.UU. Junto a dramaturgos, novelistas y poetas.

En 1927, con El cantor de jazz y la llegada del sonoro, fue evidente que se precisaba un organismo ubicado específicamente en Hollywood, y aunque llegados los 30 ya existía con una forma similar a la actual, su poder estaba limitado frente a otros sindicatos. Pat McGilligan, en su prólogo de Backstory (1993) pasa revista de otras dificultades, destacando el impacto que tuvo la caza de brujas de Joseph McCarthy y la «relativa impotencia en momentos clave históricamente, junto a la falta de habilidad para forjar alianzas significativas con otros elementos laborales de la industria cinematográfica y su política vacilante».

La caza de brujas fue un duro golpe para el movimiento sindical
La caza de brujas fue un duro golpe para el movimiento sindical

«El ala derecha del sindicato, que a menudo se alineaba con los productores, desdeñaba las cuestiones que no tuvieran relación directa con su profesión», continúa McGilligan, «y veía comunistas por todas partes. Consiguió empujar a liberales izquierdistas a la derecha y, sobre todo, al centro». Esta indefinición ideológica acaso explicaría que hasta los 60 (favorecido, curiosamente, por el aumento de trabajo que traía aparejado la televisión), no se dieran en su seno grandes movilizaciones.

Desde entonces el Sindicato de Guionistas, como el DGA y el SAG (fusionado en 2012 con la Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión como SAG-AFTRA) han tenido un problema común: la redifusión de su trabajo en medios desregularizados, y los residuales a percibir por esta. La televisión focalizó las huelgas del 73 y el 81, hasta que en 1985 los guionistas prestaron atención a un nuevo agente, el VHS.

El mercado del vídeo, sin embargo, no desencadenó la gran huelga de esta década, y aún hoy la más larga que nunca haya experimentado Hollywood. El 7 de marzo de 1988 los sindicatos de ambas costas convocaron un parón que se extendería a 153 días. El motivo volvía a girar en torno a la televisión, con el matiz de que esta vez guionistas de series y películas luchaban juntos por una retribución justa cuando sus escritos fueran emitidos en el extranjero. Era, pues, una huelga de alcance internacional, con cine y televisión plenamente integrados en la protesta, y podían llevar a la industria a una tesitura muy difícil.

A la huelga del 88 se le ha llegado a culpar, de hecho, de incentivar el nacimiento de los reality shows. Y en efecto un programa tan clave de este fenómeno como COPS fue puesto en marcha por Fox como forma de resolver la escasez de contenidos en la parrilla, aunque por lo demás se trate de una coincidencia: otros muchos programas que invadieron la televisión durante los meses de parón habían sido desarrollados antes de los piquetes. La huella no fue mucho más visible dentro del cine.

De estos meses de pulso surgieron guiones cuestionables como Halloween 4 o Licencia para matar de James Bond, además de otros milagrosamente salvados (el que Don Mancini firmó con Muñeco diabólico justo antes de echarse a las calles) y uno editado célebremente. En el primer guion de Sam Hamm para el Batman de Tim Burton el Joker no había matado a los padres de Bruce Wayne: esto fue un añadido de las reescrituras apresuradas cuando ya la huelga era una realidad.

La AMPTP terminó cediendo a los designios del sindicato, dándole lo que quería en materia de la explotación en el extranjero pero dejando para más tarde la negociación de los residuales del mercado de vídeo. A mediados de los 90 este empezaría a perder preeminencia, pero lo haría en pos de un enemigo más temible, el DVD, cuyos costes de reproducción y distribución eran mucho menores. La derrota histórica consistió en no saber ver a tiempo cuán nocivas podían ser esta nueva ventana.

Jack Nicholson en 'Joker'
Jack Nicholson en 'Joker'
Warner

Streaming killed the DVD star

La penúltima huelga hasta la fecha se extendió del 5 de noviembre de 2007 al 12 de febrero de 2008. 100 días que sacudieron Hollywood cuyas consecuencias inmediatas parecen hoy más actuales que las exigencias perseguidas. El parón dictaminado por el WGA afectó a series como Breaking Bad, Perdidos o Scrubs, mientras las improvisaciones sin guionistas a la vista le daban un empaque ruinoso a Lobezno, Quantum of Solace (otro Bond afectado por la huelga) o Transformers: La venganza de los caídos, que tuvo que terminar de escribir Michael Bay.

Sus efectos llegaron al público y mostraron hasta qué punto podían torcerse las cosas si se mangoneaba al cimiento de Hollywood que, por lo demás, ha tenido históricamente menor legitimidad frente a otros sindicatos. A nivel de imagen y respetabilidad mediática las cosas no están mucho mejor en el WGA de lo que lo estaban en los años 30, en los albores del cine sonoro. De hecho las estructuras de poder de Hollywood, con las plataformas de streaming a la cabeza, han combatido con fiereza su empuje, recurriendo a la diversificación o la externalización.

Fotograma de 'Quantum of Solace'
Fotograma de 'Quantum of Solace'

El streaming como tal es una más de las mutaciones que ha atravesado la separación de los guionistas del fruto de su trabajo y de su control, con particularidades como provenir de instancias superiores, ante las que la misma AMPTP ha de agachar la cabeza. El vuelco de Warner al streaming durante la pandemia (materializado en aquel polémico modelo híbrido) no tenía, por ejemplo, tanto que ver con un pálpito de los productores como de las imposiciones de AT&T, multinacional que compró WarnerMedia en 2019 para poco después entregársela a Discovery.

Hoy la gran dificultad de los guionistas es que se enfrentan a conglomerados que ni siquiera valoran su producto, que consideran que este podría ser manufacturado por ChatGPT sin perjuicio para sus negocios. Esta huelga lucha por los residuales como tantas otras huelgas han luchado antes que ella, pero los residuales nunca han significado tanto ni han implicado tantas fuerzas contrapuestas como ahora. Es una lucha cultural, una que quiere distinguir la creación del contenido.

Una lucha que, tal y como está concebido Hollywood ahora mismo, apunta a ser ardua: multitud de fuerzas sistémicas se han ido organizando, durante décadas, para devaluar la creación y precarizar las condiciones de trabajo. Por suerte la sensación de que algo grande se está jugando hoy en Hollywood es contagiosa: los otros sindicatos que históricamente han afrontado sus propias luchas (DGA y SAG-AFTRA) han tanteado unirse a la huelga. Los actores ya están en ello.

Un Hollywood sin guionistas ni intérpretes. A esto ha llevado la huelga. Y no parece ser algo que pueda paliar ninguna IA.

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