Homenaje a Sol Carnicero, primera directora de producción en España

Entrevistamos a la directora de producción de 'Vámonos Bárbara’ o ‘La escopeta nacional’, Premio ‘Mujer de Cine’ 2020
Sol Carnicero
Sol Carnicero
Academia de cine
Sol Carnicero

Entrevisté a Sol Carnicero en enero de 2020 aunque ahora parece que fue en otra vida. No llevábamos mascarillas ni nos preocupábamos por la distancia de seguridad y en ningún momento hablamos de virus o pandemias. Yo quería hablar con ella porque había sido la directora de producción de Vámonos Bárbara, de Cecilia Bartolomé, sobre la que estaba escribiendo un libro, pero no llevábamos ni diez minutos sentadas juntas cuando supe que iba a publicar esta entrevista.

En la grabación hay un momento que resume muy bien mi iniciativa y, a la vez, la personalidad de Sol. Justo después de que me cuente cómo Chicho Ibáñez Serrador le tiró un zapato a la cabeza la primera vez que la vio, se escucha mi voz: “¿Tienes tiempo como para seguir con la entrevista? Me parece muy interesante todo lo que me estás contando”. A lo que ella responde: “Ah, muy bien. ¡Haz lo que te dé la gana!”.

Antes de conocerla, yo había oído que Sol Carnicero era muy cañera. Mi novio y algunos amigos la habían tenido de profesora en la ECAM y recordaban eso de sus clases, además de las anécdotas picantonas que contaba de las películas en las que había trabajado con Berlanga. 

Sol Carnicero alimentando a Berlanga; a la dcha., Mary Santpere
Sol Carnicero alimentando a Berlanga; a la dcha., Mary Santpere
| Archivo Sol Carnicero

Sol tiene fama de ser muy pragmática, muy resolutiva y de no andarse por las ramas. Prueba de esto es que hace poco nos encontramos en el cine y me regañó por haber comprado palomitas… ¡en una pandemia!

Otra prueba es el discurso exprés que dio al recoger su Goya por Cara de acelga en 1988: “Si el trabajo de un director de producción es resolver problemas... la verdad es que en esta película me lo pusisteis muy fácil, no hubo ninguno”. Y, con esto, se dio media vuelta y adiós muy buenas. Sol fue, además, una de las impulsoras de la Academia de Cine, donde actualmente está volcada en la alfabetización audiovisual en Enseñanza Primaria y donde coordina el Año Berlanga.

Sol Carnicero con su Goya por Cara de acelga
Sol Carnicero con su Goya por Cara de acelga
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Esa fama se corrobora enseguida, en cuanto pasas un rato con ella. Es una mujer enérgica, directa y peleona. Es imponente, pero de una manera muy simpática, y se intuye una vida vivida libremente. “Siempre he sido muy descarada”, dijo en algún momento de nuestro primer encuentro y luego apostilló que el ser pequeña ha forjado así su carácter.

Carnicero tiene personalidad hasta para ser feminista. Al ser la jefa de producción de Vámonos, Bárbara se convirtió en la primera directora de producción en España. Cuando salió el feminismo en la conversación, mucho antes de que le concediesen el Premio Mujer de Cine 2020, que esta noche, a las 20 h., recogerá dentro del marco de la 58 edición del Festival Internacional de Gijón y que se podrá ver en el canal de YouTube de la Academia de Cine, me dijo: “Mira. Esto quiero que lo pongas pero ponlo bien. Que se entienda bien. Yo nunca he sido una feminista activista. Soy feminista pero he luchado de otra forma. Y tan mal no lo habré hecho cuando ahora hay más mujeres en la dirección de producción. Creo que esa es la clave para que las mujeres nos abramos camino. Hacer bien las cosas más que decir”. ¡Amén!

¿Qué te ha parecido el premio?

Me ha hecho mucha ilusión. Reconozco a todas las mujeres a las que se lo han dado, me parecen intachables, me gusta estar en este club.

¿Cómo empezaste en el cine?

Empecé en televisión, realmente. Yo siempre quise hacer cine pero no sabía cómo. Unos amigos en un guateque me dijeron que había unas pruebas para una cosa que se llamaban Programas para el exterior, en Televisión Española. Yo estaba terminando el bachillerato laboral, hice una prueba y me cogieron. Les mentí con la edad. Dije que tenía 18 años pero tenía 16. Estuve un año haciendo de todo. Un día me mandaron a darle un recado a Chicho Ibáñez Serrador. Entro en el control, la puerta estaba abierta. Y veo al montador, Chicho, y alguien más que había ahí. Todos mirando los monitores con una cara muy seria y no me hacían ni puñetero caso. Así que ya alcé la voz: “¡Señor Ibáñez Serrador!”. Y él, me mira con odio y ¡me tira un zapato! Y me dice: “¡Vayase a la mierda, señorita!”. Yo era muy descarada y le contesté: “No me voy a ir a la mierda, traigo un recado para usted y si quiere enterarse estoy en Programas para el exterior. ¡Adiós muy buenas!”. A la media hora vino y me pidió perdón. Estuvimos hablando un rato y al final me preguntó: “¿Tú trabajas aquí?”. Y yo: “Sí”. “¿Y no te gustaría más hacer programas? ¿Te vienes conmigo?”. Él iba a hacer un programa sobre premios Nóbel y enseguida empezamos La residencia.

Sol Carnicero en el rodaje de La vaquilla
Sol Carnicero en el rodaje de La vaquilla
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Qué gran debut.

Sí. La primera parte de mi carrera ha sido muy buena y he tenido mucha suerte porque he caído en los sitios buenos. Primero, con Ibáñez Serrador. Cuando mataron a Carrero le nombraron director de programas de Televisión Española y yo, con 23, me convertí en jefe de gabinete de programas. Chicho estuvo seis meses, se hartó del puesto porque no podía hacer todo lo que quería y decidió que era el momento de hacer Quién puede matar a un niño. Él me dijo que si quería me podía quedar en Televisión Española, porque el puesto que tenía era muy bueno, pero yo me quería ir con él. Me despido encantada de la vida y cuando ya he firmado mi renuncio... a los dos días, me dice: oye, que he pensado que no voy a hacer la película. Se iba a los mares del sur de viaje. Me quedé con el culo al aire.

¿Qué hiciste?

Conocía mucho a Lola Salvador. Ella ya había entrado en el cine y conocía a Alfredo Matas. Estuvimos haciendo unas adaptaciones de Barrio Sésamo en la oficina de Matas y allí conocí a Matas, Berlanga, y a todos los demás. Fueron ellos los que me preguntaron si quería hacer producción. Yo quería ser ayudante de dirección pero no me arrepiento y me gusta mucho la producción. Más adelante he tenido menos suerte. No he encontrado productores como Matas y la gente cada vez está menos dispuesta a que alguien les enmiende la plana. Esto es una cuestión de generaciones. Y casi todas las personas con la que yo he trabajado se han muerto ya. Yo era la más joven de todos. Pero mis mejores etapas fueron las de Matas y la de Chicho.

¿Cómo era Chicho Ibáñez Serrador?

Muy exigente, muy listo y muy cabrón. Yo a la gente lista la admiro. Pero era cabrón, era cabrón con todos. Pero cuando estás dispuesto a aprender aceptas. Con él hice de todo. Hice radio, televisión, cine y teatro.

¿Cuándo hicisteis La residencia eras consciente de que iba a ser una de las películas más importantes de la historia del cine español?

No. No era consciente de nada. La hice como secretaria de producción, pero como me dejaban meterme en todos los lados y cada vez que había un marrón si podían quitárselo de encima me lo daban a mí. Estuve en todo, hasta el final. Hasta el montaje.

¿Por qué crees que Ibáñez Serrador solo dirigió dos películas?

Porque daba más dinero la tele. La Residencia fue la película más cara del momento. Fueron unos 30 millones de pesetas, porque teníamos dos estudios distintos, Estudios Moro y Estudios Roma. Él cobró un millón de pesetas por guion y dirección. Luego empezó el Un, dos, tres, en el que Chicho no creía nada. Él quería seguir haciendo Historias para no dormir. No lo quiso firmar porque le daba vergüenza, así que lo firmaba un realizador, Eugenio Pena. Fue un bombazo desde el primer programa y al octavo Chicho quitó a Eugenio Pena para firmarlo él. Ese era Chicho. Por aquel entonces Televisión Española no tenía producción externa. Eso es algo que se inventa Chicho cuando empieza a ver que está dando mucho dinero a TVE. La siguiente temporada la produjo él desde Prointel. Y en aquel momento él cobraba a la semana 4 millones de pesetas.

¿Cómo fue trabajar con Azcona y Berlanga?

Absolutamente genial. Y de eso sí que fui muy consciente. Me daba cuenta de que estaba entre genios. Ver cómo trabajaba esa gente, las cosas que decían, cómo eso fraguaba. Este año que viene vamos a celebrar el Año Berlanga y quizás así entendamos muy bien lo que pasa en este país. Porque todo lo que pasa en España es berlanguiano. Azcona y Berlanga se han anticipado a todo lo que ha pasado después en España. La escopeta nacional, Todos a la cárcel... Parecía coña y mire usted. La pena es no poder ver qué haría Berlanga ahora si estuviese vivo. Esa ha sido mi gran pérdida. Perder a esa gente. Me he quedado huérfana porque no hay gente así ahora. Hay figuras pero no tienen el mismo ingenio.

¿Fue tan divertido el rodaje de La escopeta nacional como la película?

Mucho. Rodamos todo en el palacio del Marqués de Cubas, por Aldea del Fresno. Había cosas geniales, como que las escopetas eran las de Franco. Nos las llevaba Francis Franco que hacía negocio con las escopetas del abuelo que se acababa de morir. Si paras la imagen en alguna de las secuencias con escopetas, tienen las iniciales grabadas: FFB. Francis era un chaval divertidísimo. Como solo custodiaba las escopetas nos hacía un picoteo. Por ejemplo, recuerdo que hacía muy bien el pan tumaca. Ahí también me enseñó una cosa Berlanga que aprendí como profesional y persona. Normalmente, con Luis cuando había un plano secuencia había todo un día para rodarlo. Se ensayaba mucho de cámara. Cuando rodamos la secuencia del comedor en la que aparece una rata lo primero que hicimos fueron muchos ensayos técnicos. Como no había steadycam eran mucho más díficiles porque había que mover la cámara con pesas, con la grúa, etc. Ensayábamos, luego poníamos la luz, etc. Era un proceso largo, y cuando les tocaba a los actores ya era tarde y estaban cansados. Y al final no se rodó el plano y eso a nivel presupuestario es un horror. Yo me puse a llorar porque pensaba que era mi responsabilidad. Vino Berlanga y me dijo: “No te preocupes, que mañana hacemos lo de los dos días, lo metemos en el plan de rodaje sin que nadie se entere”. Y lo hicimos. Era San Berlanga.

En Vámonos, Bárbara fuiste la primera jefa de producción mujer.

Vámonos, Bárbara
Vámonos, Bárbara
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Era mi primera película como jefa. Creo que en los títulos ni siquiera pone directora de producción, pone jefa. Al no haber director de producción sí que fui la máxima responsable. Toda la responsabilidad era mía. No había habido hasta ese momento chicas que hiciesen ese trabajo, el de jefa de producción. Cumplí 27 años haciendo la película.

¿Cómo llegaste a trabajar en ella?

Cuando llegó el guion de Vámonos Bárbara yo estaba ayudando a Luis [García Berlanga] a organizar un guion que luego nunca se hizo y que era muy divertido pero escrito por dos locos, Luis y Perico Beltrán. Matas me había encargado que yo los pusiera firmes para que hiciesen algo ordenado. Porque ellos se dedicaban a hablar. Luis con Azcona siempre escribía así. Hablaban y hablaban pero Azcona sí era muy ordenado y de todas esas charlas sí sacaba cosas positivas. Pero con Perico era un desmadre. Alfredo me había encargado que grabase lo que decían y sacase lo que a mí me pareciera lo más interesante. Vamos, que yo fuera armando el guion con lo que ellos decían. Total, que aquello fue una experiencia divertidísima pero enloquecida. En estas llegó el guion de Cecilia y Concha Romero. El director de producción con el que yo estaba trabajando como ayudante, José Manuel Herrero, vio que era una película de chicas, y me dio la oportunidad.

Redactora jefa 'Cinemania'

Puedes leerme en CINEMANÍA. Puedes verme en Historia de nuestro cine, el programa de cine español de La 2 en el que colaboro. Y puedes oírme en el podcast 'Mi vida en películas'. Estudié Periodismo y Humanidades en la universidad San Pablo-CEU y tengo un Máster en Literatura inglesa y norteamericana en la Universidad Complutense. He dirigido el documental 'El hombre que diseñó España' y estoy escribiendo un libro sobre la cineasta Cecilia Bartolomé.

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