Jane Birkin, el mito erótico del cine francés que no se reconoce en el espejo

En 'Jane por Charlotte', Charlotte Gainsbourg filma un íntimo documental sobre su madre, Jane Birkin.
Jane Birkin
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Comenta Jane Birkin que, conforme se hizo mayor, llegó un punto en el que ya no se reconocía en el espejo. 

“Te tocas y te reconoces, pero no tu reflejo. Así que quitas los espejos, no lo piensas más, escribes, haces otras cosas, intentas hacer reír a la gente. No te cambia la voz, lo cual es bueno porque todavía puedes cantar. Pero, en todo lo audiovisual, lo mejor es quitarte las gafas para que todo esté borroso, y punto”, confiesa la actriz y cantante londinense en Jane por Charlotte, un documental (recién estrenado en salas de cine) en el que es entrevistada por su hija Charlotte Gainsbourg.

La película, que se podrá ver en Filmin a partir del 6 de mayo, ahonda en las preocupaciones y los miedos de Jane Birkin, pero también en la especial relación entre madre e hija. Charlotte Gainsbourg, que también es directora de la cinta, pasó años bregando bajo una enorme carga de comparaciones y presión mediática. Lo habitual cuando tus padres son dos mitos del cine y la canción como Jane Birkin y Serge Gainsbourg.

Vida de Jane Bikin

Jane Birkin, que durante años simbolizó la libertad y la desinhibición, nació en Londres en 1946 y creció en el seno de una familia variopinta. “Si tu madre ha sido actriz y tu abuela también, seguro que hay un estímulo”, contó una vez. “Mi padre [comandante de la Royal Navy] quería que yo fuera pintora, así que mi madre me ayudó de forma oculta. Recibió muchos palos por eso. Pero, al final, mi padre me adoraba en el cine”.

18 años tenía Birkin cuando, en pleno Swinging London, se casó con el compositor John Barry, que en su momento la animó a debutar como cantante. Alguna que otra vez ha dicho que nunca tuvo la más mínima pretensión de convertirse en actriz como su madre, y que jamás creyó tener un don natural para la interpretación. 

Aun así, Birkin aceptó participar con un pequeño papel en la comedia romántica El knack... y cómo conseguirlo (1965), dirigida por Richard Lester, y, solo unos meses después, experimentó por vez primera la fama tras aparecer desnuda durante veinte segundos en la película de intriga Blow-Up (Deseo de una mañana de verano) de Michelangelo Antonioni.

Fruto de su relación con el autor de la música de 007 nació su hija Kate, aunque su matrimonio fracasó poco después de la boda. “Mis padres aceptaron la separación y fueron un gran apoyo para mí”, relata Birkin en el documental. “Ellos sabían que John Barry había estado casado con otras dos mujeres antes, que ya tenía dos hijos, que era un mujeriego reconocido y que tenía una personalidad muy seductora pero a la vez muy egoísta. Mi padre fue el que me dijo que él se había ido a Roma y que no lo había hecho solo".

Jane y Serge

Cuando John Barry la abandonó, Birkin se marchó con su bebé a Francia, donde aún hoy sigue viviendo y donde, durante el rodaje de Slogan, conoció al radiante cantante francés Serge Gainsbourg, quien, además de convertirla en su musa, la ayudó a ganar confianza en sí misma. 

En el país galo, Birkin aprendió a marchas forzadas a hablar francés, y allí participó en comedias ligeras que la llevaron a convertirse en un mito erótico de pelo corto, largas piernas y silueta andrógina. “Yo era una versión bastante mala de Jean Shrimpton", apuntó. "Es a ella a quien quería parecerme. Cuando ahora vuelvo a mirar las fotos y me veo en Blow-Up o La piscina, no soy muy interesante”.

Su tempestuoso romance con Serge Gainsbourg (que le doblaba en edad y acababa de romper con Brigitte Bardot cuando la londinense y él se conocieron) acaparó montones de portadas, como también lo hizo el comportamiento escandaloso del mordaz y provocador cantante, que grabó una versión reggae de La Marsellesa, y en una ocasión se puso a quemar un billete de 500 francos en un programa en directo en televisión para protestar por los elevados impuestos que pagaba.

El sensual dueto que Birkin y él grabaron en 1968, Je t'aime moi non plus, fue interpretado a menudo como un himno de libertad pero, al mismo tiempo, fue censurado en muchos países (España entre ellos) por el hecho de incluir los jadeos simulados de un orgasmo femenino. “El Papa ha sido mi mejor publicista”, afirmó a un periodista Gainsbourg después de comprobar que L’Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, había intentado sin éxito vetar el tema.

“Serge me enseñó todo", ha llegado a comentar Birkin. "Yo no sabía de nada, no sabía de música moderna o clásica, ni de pintura, ni de vida sexual, de nada. Él me adoptó como una especie de personaje paternal, y quedaba claro que él lo sabía todo y yo nada. Tenía un poco de complejo de idiota, la verdad. Pero no podía disfrutar ni de un segundo de libertad si él no estaba bien”.

La espiral autodestructiva en la que entró el atormentado Gainsbourg a finales de los setenta llevó a Birkin a romper con el cantante (quien después de la separación la vería con frecuencia y seguiría escribiendo para ella canciones políticamente incorrectas). 

Pero Jane por Charlotte no profundiza en los entresijos de una relación sentimental que duró doce años, ni tampoco en el romance que Birkin comenzaría luego con el director Jacques Doillon, padre de su hija Lou, que además fue la persona que le brindó sus primeros papeles dramáticos.

El peso de la fama

El debut en la dirección de Charlotte Gainsbourg aborda igualmente cuestiones como el peso de la fama, el relajado carácter de Birkin (“No me tomo las cosas demasiado en serio, ni el peligro de las cosas”, apunta), sus posibles errores como madre o su miedo inicial a cantar en público. 

Cuando Charlotte le pregunta a su madre por qué tardó tanto en empezar a ofrecer recitales (finales de los ochenta), Birkin le responde que hacerlo le daba vértigo: “Hasta entonces, siempre fingía. Era todo playback, en la tele sobre todo, hecho de aquella manera. No movía los labios. No aprendí mucho. No me lo tomaba en serio”.

De hecho, Birkin tenía 40 años cuando ofreció su primer concierto, en la sala Bataclan. “Me corté el pelo como un niño y me puse ropa de hombre”, explicó. “Sólo quería que la gente escuchara la música y la letra. Era fantástico. Y fue muy aterrador. Serge estaba allí y no paraba de encender su mechero para que todo el mundo pusiera los suyos cuando yo cantaba Fuir Le Bonheur”.

En los setenta, la de Marylebone se dejó querer por el cine comercial, y en los ochenta, tras encontrarse en un vuelo con el presidente de Hermès, llegó a darle su nombre a un bolso que acabaría siendo aún más famoso que ella. 

Con el tiempo, Birkin hizo sus pinitos en el teatro, y consiguió escapar a su imagen de sex symbol para encarnar en el cine papeles de cierta complejidad dramática, como el que Jacques Rivette, maestro de la Nouvelle Vague, le brindó en La bella mentirosa (1991), donde la londinense dio vida a la compañera de vida de un famoso pintor que vive aislado del mundo en un pequeño pueblo de provincias.

La madurez de Jane Birkin

A finales de los ochenta, Birkin era ya considerada una de las mejores actrices europeas de su generación. No en vano, su figura inspiró Jane B. par Agnès V. (1988), un documental donde Agnès Varda realiza un retrato libre y distintivo de la actriz inglesa y, al mismo tiempo, documenta parte del proceso de producción de Kung-Fu Master! (1988), un filme basado en una historia escrita por la propia Birkin, donde una mujer divorciada de 40 años se enamora de un chico de 15, que Varda aceptó dirigir.

En marzo de 1991, con apenas cuatro días de diferencia, Birkin perdió a Serge Gainsbourg (víctima de un ataque al corazón) y a su padre David, lo que fue un palo tremendo para ella y la llevó a apartarse de la vida pública durante una temporada. 

Por desgracia, aquella no sería su única experiencia con la tragedia personal. En diciembre de 2013, su hija Kate murió al caer desde el cuarto piso de su apartamento parisino. Aquel día, Birkin dejó de escribir para siempre un diario que durante décadas había contado entre sus rutinas cotidianas.

Ictus y retirada de Jane Birkin

El suicidio de Kate la llevó además a caer en una depresión y agravó los problemas de insomnio de una mujer que hace dos décadas fue diagnosticada con leucemia y, el pasado año, sufrió un ictus que la obligó a cancelar su aparición en dos festivales de cine francés. 

“La culpa [por la muerte de mi hija] duró años y años”, asegura en Jane por Charlotte. “Las dudas, las preguntas… Me cuesta dormir porque le doy vueltas a la cabeza [...]. Envidio a esa gente que duerme como un tronco. Es como si viviese atormentada por la culpa. Me pregunto si fue culpa mía, si debería haberlo hecho de otra forma, con todo".

Aunque en 2007 se animó a dirigir su primer filme como realizadora (Boxes, basado en su propia vida familiar), la presencia de Birkin en el cine se ha ido volviendo cada vez más discreta. “Ya no sería buena para hacer cine”, señaló no hace mucho. “Cuando estuve muy enferma, después de lo de mi hija mayor, no podía prácticamente trabajar, pero acepté hacer un papel algo extraño en La Femme et le TGV (2016). Pienso que mi interpretación no fue muy buena y no he querido continuar haciéndolo”.

Ahora, Birkin prefiere centrarse en seguir regalando a sus seguidores ese dulce y delicado timbre que ha conquistado a varias generaciones. De hecho, todavía continúa grabando discos y dando conciertos en los que se ve que trata de mantener viva la memoria de un artista, Serge Gainsbourg, que siempre será recordado como uno de los compositores más brillantes que ha parido Europa.

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