Más que la muñeca del baile viral: 'M3GAN' es un thriller hábil con su lado de petardeo desatado

La muñeca robótica M3gan, nueva figura del terror
La muñeca robótica M3gan, nueva figura del terror
(Universal Pictures)
La muñeca robótica M3gan, nueva figura del terror

Cuando salió el tráiler de M3GAN se palpaba que el chocante momento del baile iba a dar juego. Para eso estaba concebido, para hacerse viral, como ha sucedido. La estrategia de marketing desde luego ha sido inteligente. No puede decirse que la película manifieste ese factor, aunque sí ofrece más que la mencionada ocurrencia convertida en símbolo. El filme de Gerard Johnstone, adscrito a la alianza entre Blumhouse y James Wan (vía Atomic Monster), exhibe habilidad para manejar distintos tonos y para propiciar el entretenimiento.

En la base del tratamiento se hallan el thriller tecnológico y el terror. El segundo cede espacio al primero y aparece de manera ligera, sí, pero determina la premisa porque M3GAN se construye sobre el miedo que ejercen los robots humanizados y los 'muñecos diabólicos', figura de la que constituye una actualización en tiempos de la inteligencia artificial y los algoritmos. El diseño y los movimientos del juguete suscitan una mezcla de 'mal rollo' y atractivo, el doble efecto buscado. A su vez, el terror late en el clímax si se atiende al aspecto de M3GAN entonces.

Allison Williams y Violet McGraw, con M3GAN
Allison Williams y Violet McGraw, con M3GAN
(Universal Pictures)

En la historia también interviene el drama. Una ingeniera de una compañía juguetera (Allison Williams) se lanza a desarrollar su innovador robot cuando su sobrina entra de manera directa en su vida al tener que hacerse cargo de ella tras haber quedado huérfana. La protagonista ultima su prototipo y lo prueba como compañera de la niña, por un lado para aliviar su pesar y por otro para ayudarse a sí misma. Su prioridad es el trabajo y le cuesta adaptarse a la nueva realidad de la responsabilidad familiar.

La parte emocional de la obra transmite convencionalidad y en el fondo implica poco, si bien se deja ver y funciona. Los elementos reconocibles se detectan en lo que respecta al thriller y a la propia estructura, pero su modulación motiva que la cuestión no moleste.

En la raíz conceptual se percibe que James Wan, en su faceta de productor, y la guionista Akela Cooper han querido que la propuesta de Johnstone se guiara además por la ironía y el humor, algo clásico también, pero con cierto toque diferenciador.

M3GAN, a por Ronny Chieng tras su momento de baile
M3GAN, a por Ronny Chieng tras su momento de baile
(Universal Pictures)

Entonces, ¿hay petardeo como en Maligno? Un rasgo que la película de Wan, con guion de Cooper, plasmaba en su esencia desde el cine de explotación y la serie B, como atestigua ese tramo final en el que la locura se soltaba la melena. M3GAN tiene su lado de petardeo desatado, aunque dispuesto de otra manera. Fluye en la 'mala leche' combinada con lúdica negrura de las escenas de tensión y violencia (el tirón de oreja al niño odioso, el ataque a la vecina pesada). Y en la escena del baile, por supuesto, preámbulo de una persecución y de dos asesinatos.

Envuelta en la ironía y en un ligero aire paródico, la comedia aparece por ejemplo en los momentos en los que M3GAN se pone a cantar para calmar emocionalmente a la niña. Sin la autoconsciencia de esos guiños musicales, el humor hace acto de presencia en el mismo inicio del largometraje, en burlona alusión a algunos de esos muñecos inteligentes actuales tan recargados que dan grima. Por otro lado, la comicidad se refleja en el perfil del jefe cretino (Ronny Chieng).

El desarrollo aplica la circunstancia de que a la ingeniera se le va de las manos la situación tanto en lo tecnológico como en lo emocional. En cuanto a lo primero, M3GAN remite a lo de la protección mal entendida, a la máquina con pensamiento independiente y deriva violenta y al aspecto de la rebelión contra su creador. Y sobre lo segundo, la sobrina se hace afectivamente dependiente de M3GAN. Un tema que enlaza con el hecho de que los menores cada vez tienen una mayor dependencia de las pantallas y del ocio tecnológico.

La actitud de la adulta, que pretende que el robot alivie a los padres de las tareas cotidianas en el trato con los hijos, tiene también su lectura acerca de estos tiempos. La película, por cierto con un apunte final que allana la segunda parte, evoca estas consideraciones dentro de que en absoluto es su objetivo. Solo quiere entretener.

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