“Julio, mi consejo es no arrancar con esta práctica. Va a haber muchos, muchos líos. Te voy a mandar el lunes un informe + detallado. Es una locura”. La nota manuscrita descansaba después de tantos años sobre el guion de Margarita y el lobo, la película maldita que la cineasta pionera Cecilia Bartolomé dirigió en 1969 y por la que acabó en las listas negras del franquismo.
Hace poco más de un año dediqué unas semanas a investigar los expedientes de Bartolomé en los archivos de Filmoteca Española, que este mes de marzo le dedica una retrospectiva a la cineasta. Estas pesquisas formaban parte de una investigación sobre la directora que venía llevando a cabo desde 2015, año en el que descubrí su obra y la entrevisté por primera vez en CINEMANÍA.
Durante esas últimas semanas en el archivo de la Filmoteca había descubierto partes de rodaje, guiones y calificaciones de las prácticas que Cecilia Bartolomé realizó en la Escuela Oficial de Cine. Ella, junto a Josefina Molina y Pilar Miró, fueron las únicas mujeres que se licenciaron en dicha institución.
Fue en la carpeta de documentos sobre Margarita y el lobo donde encontré el guion de esta práctica que terminaría lastrando la carrera de la directora. Tras descubrir en su portada la nota con la que arranca este artículo decidí escribir a Cecilia y contarle mi hallazgo para intentar averiguar entre las dos quién era el firmante y a qué Julio iba dirigida.
Las responsables del archivo de Filmoteca me ayudaron con el firmante. Tras un análisis caligráfico, estaban convencidas de que el autor de dicha nota era Miguel Ángel Martín Prohoram, jefe de producción de la Escuela. Sin duda, el “Julio” al que iba dirigida la nota tenía que ser Julio Baena, director de la EOC en esos años. Porque el otro Julio que había en la Escuela era Julio Diamante, director de Tiempo de amor y compañero por el que Cecilia, tantos años después, ponía la mano en el fuego.
Caperucita, si te enamoras cierra los oídos, cierra la boca
La amenaza censora no nos extrañó ni a Cecilia Bartolomé ni a mí, como tampoco lo hará a quienes conozcan la historia de Margarita y el lobo. Para los que escuchen este título por primera vez, contemos aquí lo que la propia Cecilia Bartolomé ha relatado en más de una ocasión.
Margarita y el lobo fue un mediometraje que la directora rodó en su último curso en la EOC tras el suspenso de su práctica Plan Jack cero tres, una adaptación de un relato de Gonzalo Suárez.
Es una adaptación de Celine y el matrimonio, de Christiane de Rochefort, a la que Bartolomé, coherente con el que acabaría siendo su sello personal, añadió números musicales y un sentido del humor cuyos antecedentes pueden rastrearse en Valle-Inclán y Berlanga.
Margarita y el lobo cuenta la historia de una separación en pleno franquismo. Margarita (Julia Peña, genial actriz que abandonó el cine para trabajar en un psiquiátrico) y Lorenzo (José Antonio Amor) se conocen en unas manifestaciones estudiantiles en Ciudad Universitaria. Huyen juntos de los "grises" y terminan por casarse, aunque el amor les dura lo que tardan en conocerse de verdad.
Lorenzo proviene de una familia afín al Régimen. Es un hombre serio, hecho y derecho. Margarita, sin embargo, es una chica moderna, excéntrica y que no comulga con las ideas de su familia política. Aunque los mimbres son de melodrama, Margarita y el lobo es una comedia musical. Salvo algunas secuencias en las que la directora aprovecha para exponer las ridiculeces de la burguesía franquista, Bartolomé adopta el punto de vista de Margarita para retratar los resortes opresivos del matrimonio en la sociedad de la época.
Muchas escenas de Margarita y el lobo apuntan en dicha dirección, retratando cómo Lorenzo intenta convertir a Margarita en la señorita que no es: humillándola en su vocación artística, afeándola su intención de estudiar en la universidad... Ahora bien. Como ocurre siempre en el cine de Bartolomé, su mirada es tan poco complaciente con la derecha como con la izquierda, algo que queda claro con el personaje del profesor con el que Margarita se enrolla al separarse de Lorenzo. Su decisión de seguir adelante sola, sin ninguno de los dos hombres que la cortejan, es marcadamente feminista.
Pero la cinta, en general, está plagada de mensajes feministas. “Caperucita, si te enamoras, cierra los oídos, cierra la boca, ciérrate la boca con espadrapo”, canta Margarita en los ensayos con su grupo de música en contraste con el estribillo del tema que Lorenzo le canta cuando todavía son pareja: “Lo mejor que tú tienes es que eres una mujer. Una mujer está hecha para amar”.
Margarita y el lobo no solo es radicalmente moderna en el fondo. También lo es en su forma, empezando por esos números musicales que combinan versiones (ese Amarraditos, de Maria Dolores Pradera) y composiciones originales (ojo al Credo Celtíbero). Bartolomé también opta por un montaje rompedor, que salta temporalmente fragmentando la narración y desincronizando el sonido, así como por la inclusión de imagen de archivo o de secuencias en las que Margarita habla a cámara.
De la censura de la EOC a la censura oficial del franquismo
Como ya le había sucedido con su cortometraje Carmen de Carabanchel, en el que contaba cómo sus vecinas abortaban con amoniaco –puedes ver este y otros cortos en la retrospectica de Filmoteca–, Bartolomé volvió a toparse con la censura de la Escuela Oficial de Cine con Margarita y el lobo. No solo eso, la EOC intentó destruir la película y destrozó cualquier destino comercial al que aspirase el filme incluyéndolo en la Censura oficial. A Bartolomé le valió un hueco en las listas negras del franquismo, impidiendo que volviese a dirigir cine hasta la muerte de Franco.
Juan Huarte, productor de X Films, quien salvó la copia de que la destruyesen, intentó sin éxito producirla como largometraje. Por su parte, Christian Ferry, delegado de Paramount en París, quiso estrenar Margarita y el lobo clandestinamente en Francia dentro de un programa doble con un mediometraje de Agnès Varda. La cineasta rechazó aquella oferta que hubiese supuesto su exilio.
Por todo ello, España no tuvo su primera película feminista en el año 69. Como tantas otras cuestiones lastradas por décadas de dictadura, nuestro cine feminista tuvo que esperar a la muerte de Franco para hacerse realidad. Pero sin duda, lo más curioso de todo es que Vámonos, Bárbara (1978), hoy considerada (por el historiador Román Gubern) como la primera película española feminista del cine español, se la debemos también a Cecilia Bartolomé.
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